Sin duda alguna la presentación del libro Estudiantinas y rondallas de Asturias. Otras agrupaciones musicales de pulso y púa, de Félix Martín Martínez, tuvo no poco de singular. Se realizó en el Aula Magna del edificio histórico de la Universidad de Oviedo, el día 22 de enero de 2016. En la mesa estaban el autor, la prologuista del libro y directora en su día de la tesis de Félix Martín (profesora María Encina Cortizo), bajo la presidencia de Marta Pérez-Toral, directora del Área de Acción Social del Vicerrectorado de Estudiantes. Ofició de presentador Luis Pérez “Orson”, abogado y antiguo tuno de Derecho. A ambos flancos de los citados (y esto ya fue un detalle singular) se situaba un grupo de veteranos tunos que, como el propio autor, lucían sus becas, lo que confería un alegre aspecto al estrado.
El Aula
Magna estaba llena de un público incondicional, formado por antiguos tunos,
compañeros del Coro de la Fundación Princesa de Asturias y del Coro Universitario,
intérpretes, directores de rondallas y gentes de las más variadas procedencias
musicales y no musicales.
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Félix Martín
funcionaba ese día en modo académico-tunante, así que desarrolló, por una
parte, una detalladísima explicación de los contenidos de su libro al tiempo
que, por otra, introducía numerosos detalles humorísticos, repitiendo con mucha
guasa coletillas del tipo: “este libro, que mañana a primera hora todos ustedes
van a ir a comprar…”; lo cual suscitaba el regocijo de los asistentes, menos de
uno, que estaba detrás de mí, que creía firmemente que todo iba en serio y que
peroraba amargamente sobre los problemas derivados de la falta de abuela.
. Claro que
cualquiera que hubiera estado atento a lo que explicó Félix Martín casi podría
prescindir de la adquisición de su obra (si se me permite la hipérbole) por lo
prolijo, minucioso y, al tiempo, ameno de su exposición.
Tengo gratos
recuerdos de Félix Martín —musicólogo, viajero, profesor, tuno y muchas cosas
más—, entre otras razones porque formé parte del tribunal que juzgó su tesis,
la cual trata de otros asuntos y ya fue publicada hace años. Es de destacar,
además, que este investigador ha ido realizando en sus obras una extraordinaria
labor de estudio de diversos aspectos del patrimonio musical asturiano. Y todo
ello con las limitaciones de la elevada dedicación horaria que le exige su
trabajo como profesor de Secundaria.
En un plano
más personal me llamaba la atención (como también reconoció la profesora Cortizo) su exquisita educación, su fluido verbo y
el trato sumamente respetuoso que siempre mostró hacia sus profesores, que hoy
le tenemos como colega y amigo.
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Creo que con
este libro estamos ante una obra mayor y necesaria. En realidad, todo este tipo
de músicas de pulso y púa, el mundo de las tunas y de las rondallas (de lo más
variado en su composición y repertorio) es parte de la materia con la que se
fue modelando una sociedad. Estas músicas no pueden analizarse como un simple reflejo de unas determinadas
épocas y de un determinado estadio de la sociedad por la sencilla razón de que
las mismas han contribuido a crear y a conformar dichas sociedades, por decirlo
en la línea de sociomusicólogos como Simon Frith.
Entre los
detalles destacables del libro, subrayados por el propio autor en la
presentación, está el hecho de que figuran cientos de agrupaciones entre tunas
y grupos del pulso y púa. Los datos específicos arrancan de 1769 y se reparten
por buena parte de los concejos asturianos. Por otro lado, se analizan
repertorios y modas interpretativas. Y, naturalmente, no sólo se recorren los
precedentes del arte tunantesco, que llega a la Antigüedad —con los iaculatores del mundo romano por
ejemplo— y que ya en el Medievo resultan más directos merced a los juglares,
clérigos vagantes y a las primeras referencias de las diversiones
universitarias.
Otorga Félix
Martín mucha importancia en su libro al concepto de ronda, a veces entendido a
lo divino y dedicado a la Virgen María. Se extiende también en otros muchos
aspectos que configuran el mundo de las estudiantinas, más animado en general
que el de las simples rondallas. Recordó el autor los brindis tabernarios (y
sobre la marcha allí mismo improvisó uno con el apoyo de los tunos que le
acompañaban), los exámenes de ingreso en el mester de tunería, las cintas de
las capas, la existencia de agrupaciones femeninas y, en clave reivindicativa,
aludió al poco caso que los organismos oficiales de enseñanza musical, salvo
excepciones, dedican a instrumentos como la bandurria o la mandolina.
Hojeando el
libro (por cierto, con un aparato gráfico extraordinario) advertimos que hay
otros muchos detalles reseñables: las cuarentunas, el papel de las madrinas,
los certámenes y concursos que establecen vínculos amistosos entre unas
agrupaciones y otras, en fin, todo un universo de música y vida que el autor
conoce desde dentro, como tuno que fue, y desde la distancia que impone el
estudio académico, en su condición de musicólogo.
Mauthausen
Dejó
finalmente un momento para la emoción, al presentar un caso que se sale de los
límites geográficos de Asturias, pero no de los límites del sentimiento de lo
asturiano. Me refiero a la agrupación que, comandada por un asturiano, se fue
formando en el campo de concentración de Mauthausen (Austria). Los datos, como
se cita en el libro, los obtuvo de un trabajo de Luis García Manzano titulada
precisamente La rondalla de Mauthausen, publicación que vio la luz en Toulouse
(Ed. Privat, 2013). El caso es que un carpintero asturiano apodado “El Juaco”
fue distrayendo, en combinación con otros españoles, una serie de restos de la
carpintería con los que fueron confeccionando diversos instrumentos propios de
las rondallas. Descubiertos por los guardas del campo, la cosa no acabó como
pudiera pensarse sino que fueron tolerados y hasta pudieron dar algunos
recitales en el campo. Se me ocurre que fue todo un milagro de la música en esa
morada de la desolación y de la muerte, regida por criminales, que fue
Mauthausen.
Refiere
Félix Martín que vio la foto de esa rondalla en el Museo del Holocausto de Tel
Aviv, en medio del absoluto silencio que se mantiene en ese espacio, silencio
que cabe interpretar como el testimonio clamoroso del horror vivido por
judíos y otros pueblos en los campos de exterminio de los nazis.
Fotos cortesía de Kokús Pérez Bedia: 1) tunos, Mª Encina Cortizo, Marta Pérez-Toral, Félix Martín, Luis Pérez "Orson". 2) Félix Martín.