Ya en la entrada anterior tuvimos la oportunidad de asomarnos a la poesía de Polo de Medina en clave satírica. Y si un asunto tan aparentemente poco brillante como la tos produjo algunos resultados notables en la afilada pluma del escritor murciano, es de suponer que, cuando este autor pone su proa hacia los cantores castrados o capones, cosechará fácilmente algunas mordacidades.
La capacidad metafórica de los capones es inmensa. Se les atribuyen tantas peculiaridades y tantos sambenitos que unas veces los acercan a las provincias de lo teratológico o monstruoso; y, otras, a los territorios de lo sublime. En efecto, casi como excepción parece puntualmente alguna mención al término “capón” que no resulta insultante. Polo de Medina, por ejemplo, alude en una poesía a un arroyuelo de grata voz por el rumor de sus aguas; y por eso, lo personifica llamándolo “capón de plata”. Pero lo más frecuente es que se les reproche su falta de virilidad y que se los mencione como seres incompletos y demediados. En una poesía a una dama que, leyendo una carta de amor, se le quema el moño (imagen digna de análisis freudiano), hace lamentarse a la protagonista comparando su situación antes de quemarse y después del accidente. Entre otras cosas, se queja:
“Hoy soy cuervo, ayer fui pavo;
Ayer gallo, y hoy capón”
El gallo y su contrafigura, el capón, son de uso constante en la literatura satírica. Polo de Medina no duda a la hora de colocar como blanco de sus invectivas al mismísimo Apolo:
“Unos os dibujan gallo,
Por lo amante y lo cantor,
Otros os pintan sin barbas,
Con bosquejos de capón”,
Unas décimas “a un capón preciado de valiente” comienzan con el consabido tópico:
“Di, capón, que en bravo das,
Pues eres, y con razón,
con las gallinas capón,
con los gallos ¿qué serás?”
Y poco después denuncia que sus alardes de valiente no son nada y que ni siquiera es bueno para cantar. Prosigue Polo de Medina motejándolo de deslenguado que tapa con palabras su mengua, presa de su arrogancia, de su valor “sucinto”, de su presunción de gallo (y de gallina lo demás), de su máscara de fanfarrón y de ser una espada sin filo, aunque sus palabras sean como puñales. Le pide que no se venda por dulzaina cuando no es más que churumbela. Este último término alude a un instrumento de viento del ámbito pastoril, de menor categoría o recursos que la dulzaina. Y concluimos con la décima final, advirtiendo que son bastantes más las poesías de Polo de Medina en las que sale este tema de los capones, tan frecuentado por los escritores satíricos:
“Pues, capón, convierte en rueca
la espada con que braveas,
que sin huevos cacareas
por lo que tienes de clueca.
En toca y chapines trueca
tus rumores de matraca,
y vete en tu mula o aca
a Chacona o a Tampico,
donde por la voz y pico
te llamarán doña Urraca”.
Estos últimos versos tienen variantes en las diversas ediciones. “Aca” podría ser un error, por “haca” o “jaca”, que es montura hembra al igual que la mula. Se pide al capón se vaya a lujares lejanos, bien imaginarios (tal vez la Isla de Chacona, a la que se aludía en coplas de la época) o a Tampico, importante localidad del México colonial. Y para colmo de la infamia hasta se le niega a este capón la posibilidad de una buena voz, al compararla nada menos que con el estruendoso ruido de la matraca, audible en algunas ceremonias religiosas de aquel tiempo donde se usaban instrumentos de este tipo de notable tamaño.
Referencia
Salvador Jacinto Polo de Medina: Obras completas. Murcia, Tip. Sucesores de Nogués, 1948. Biblioteca de Autores Murcianos, 1. (Disponible en la Biblioteca Virtual Cervantes).
Ángel Medina: Los atributos del capón. Imagen histórica de los cantores castrados en España. Madrid, ICCMU, 3ª d. 2011)