Algunos miembros del mundillo musical no se acababan de creer que el brillante pianista y musicólogo Charles Rosen (Manhattan, 1927-2012) fuese a tener su presentación pública en España, en el marco de unos cursos de verano de la Universidad de Oviedo. Sin embargo, así fue y el crítico Juan Ángel Vela del Campo, invitado al seminario, no dejo de destacarlo en un artículo donde aludía expresamente al público que “abarrotó el salón de actos para escuchar por primera vez en. España al musicólogo norteamericano” (El País, 19/8/1991), además de resumir los principales contenidos del curso.
Se trataba de una iniciativa de la Fundación Escuela Asturiana de Estudios Históricos que desarrollaba sus actividades de verano en la residencia de La Granda (Avilés). Estos cursos de La Granda los presidía el exrector de la Universidad de Oviedo, Teodoro López-Cuesta (q. e. p. d.), y los dirigía el prestigioso economista Juan Velarde Fuertes, ayudados por un reducido equipo. Los encuentros estaban dedicados a asuntos económicos, políticos, científicos y sociales. Los cualificados ponentes de cada seminario eran a la vez el selecto grupo de asistentes a los mismos. En 2021, con Velarde aún de presidente, se celebró la XLIII edición, ya fuera de la ubicación antes citada, pero manteniendo el mismo perfil académico.
En la estructura de los cursos de La Granda no parecía que hubiese demasiado lugar para la música, pero se daba la circunstancia de que el mencionado Teodoro López-Cuesta era un notorio melómano y, por otra parte, se contaba siempre con la presencia del premio Nobel asturiano Severo Ochoa, que también era amante de la música y de la de Mozart en particular. De hecho, recuerdo que de cara a un pequeño vídeo institucional que preludiaba un homenaje póstumo al científico, se me solicitó que seleccionase únicamente música de Mozart para acompañar las imágenes.
En cuanto al curso que se iba a celebrar en el verano de 1991 se contó con la dirección de Emilio Casares, catedrático a la sazón en la Complutense, pero muy ligado a la Universidad de Oviedo, donde había puesto en marcha los estudios de Musicología en 1985 y antes las Semanas de Música y el Festival de Música y Danza de Asturias. Teodoro López-Cuesta tenía una gran confianza en él y quería que estuviese al frente de un curso de alto nivel sobre música. Pero hacía falta alguien que pudiese realizar las labores de coordinación más en contacto con los responsables de La Granda. El exrector realizó algunas consultas a los entonces escasos docentes de Musicología (Especialidad que figuraba como asesora en el programa) y esa labor recayó en el profesor José Antonio Gómez, actualmente decano de la Facultad de Filosofía y Letras.
El seminario estaba dedicado a la figura de W. A. Mozart, en el año en que se cumplía el segundo centenario de su muerte. La Universidad de Oviedo se sumaba así a las innumerables actividades que en todo el mundo recordaban al eximio compositor. Se daba la circunstancia de que el profesor Gómez tenía por entonces reciente su tesis sobre Arriaga y, por tanto, estaba muy impuesto en los estudios sobre el Clasicismo musical. De hecho, fue él quien propuso una serie de nombres que garantizaban el nivel de excelencia que se pretendía conferir al proyecto.
Aparte de musicólogos españoles como Emilio Casares, José López-Calo, Antonio Martín Moreno o el propio José Antonio Gómez, que pronunciaron sendas ponencias, hubo una amplia mesa redonda final, moderada por C. Floros, donde participaron personalidades como Joaquín Achúcarro y Cristóbal Halffter, los musicólogos Beatriz Martínez del Fresno y uno mismo, el crítico J. Á. Vela del Campo y algunos otros.
Además, es obligado destacar a tres grandes especialistas extranjeros. En primer lugar, Brigitte Massin (1927-2002), cuyos estudios sobre Schubert, Beethoven y Mozart son de absoluta referencia desde mediados del siglo XX. En segundo lugar, Constantin Floros, musicólogo griego que desarrolló su trabajo en Alemania. Se trata de un autor de amplio espectro que cuenta con aportaciones que van desde la música bizantina hasta la obra de Mahler, Ligeti o Berg y que tuvo un importante papel en la celebración del año Mozart desde su puesto en la Universidad de Hamburgo. Y, en tercer lugar, Charles Rosen, quien fue sin duda la estrella de aquel curso, celebrado durante los días 16, 17 y 18 de agosto de 1991.
La participación de Rosen se materializó en dos sesiones (una por la mañana y otra por la tarde del viernes, 16 de agosto),de hora y media cada una, más media de coloquio por clase. Ambas sesiones estudiaban el mismo tema: “El concepto de tempo en la música de Mozart”. El ilustre músico se ofreció a impartir sus charlas en francés o en inglés. Se eligió la primera lengua, que Rosen dominaba por su doctorado en Princeton sobre literatura francesa y sus estancias de investigación en París. Era un espectáculo observarlo mientras explicaba, empleando fuentes muy diversas para la construcción de su hilo argumental, confirmado por los innumerables ejemplos que el propio Rosen al piano. Sus análisis sobre el tempo de los terceros movimientos de las sinfonías clásicas (entre otros muchos aspectos) aún resonarán en la memoria de los asistentes a aquellas clases magistrales. Por cierto, a diferencia de los restantes cursos de La Granda, los de música contaron siempre con alumnos —principalmente estudiantes de Musicología—, lo que otorgaba a sus sesiones y a los propios descansos en el entorno campestre de la residencia un ambiente mucho menos adusto y venía a ser casi como un campus universitario en miniatura.
Charles Rosen solía condicionar la aceptación de sus compromisos musicológicos a que no faltase su vertiente como pianista. Así ocurrió en este debut de Rosen en España. En efecto, el sábado 17, se programó un recital de piano en la casa de la Cultura de Avilés que completaría el magisterio del pianista y musicólogo en este primer contacto con nuestro país-,
II.
El segundo recuerdo que tengo de Charles Rosen es aún más personal y se sitúa en el año 2000. Las emprendedoras y destacadas profesoras de piano del Conservatorio ovetense, Ana Novo y Magdalena Velasco, se pusieron en contacto con el autor de estas líneas para comentarle que estaban interesadas en contar con Charles Rosen para que impartiese un curso esencialmente dirigido a intérpretes profesionales de piano. Estaban persuadidas de que Rosen tal vez se mostrase más dispuesto a acudir si la invitación le llegaba desde una universidad. Además, la de Oviedo ya la conocía y seguro que le traería buenos recuerdos, pues había sido muy bien tratado. Paralelamente, ellas mismas habían establecido comunicación con la Fundación Universidad de Oviedo, un organismo que a la sazón dirigía Matilde Holscher y que entre sus diversos fines trataba de relacionar el capital humano académico con el mundo empresarial. Puesto que el curso se concebía como eminentemente profesional, quedaba bien distinguido de la Extensión Universitaria.
La FUO brindó su apoyo, quien suscribe redactó la correspondiente invitación. Y Rosen acepto. Ana Novo y Magdalena Velasco se encargaron de la dirección y uno asumió el papel de coordinador, todo ello en un grato ambiente de trabajo en equipo. Se anunció el curso, que finalmente distinguió entre los alumnos con perfil profesional y aquellos otros (sobre todo estudiantes de piano o de Musicología) que podían asistir como oyentes. La convocatoria fue un éxito y los días 3, 4 y 5 de noviembre del año 2000, el Seminario de Musicología de la Universidad, acogió a más de medio centenar de asistentes que siguieron absortos y participativos las cinco lecciones (de casi dos horas cada una) del maestro Rosen. Para conseguir el tono interdisciplinar que se deseaba, se contó también con la participación de los musicólogos Emilio Casares, María Encina Cortizo, Ramón Sobrino y con la del filósofo Vidal Peña. Por su parte, Charles Rosen abordó cuestiones “como las indicaciones metronómicas y de tempo, notación y fraseo, indicaciones de pedal, instrumentos antiguos y modernos y problemas de estructura e interpretación en las sonatas de Beethoven”, según se indicaba en el programa y como avance de su próximo libro. Se contó con el profesor Rodrigo Pérez Lorido para la traducción del inglés, cometido que cumplió con particular solvencia.
Del ambiente vivido da testimonio un simple detalle. En un momento dado, Rosen se dispuso a ejemplificar al piano el trino que suele enlazar el final de una cadenza del solista con la entrada de la orquesta. Y fueron tales las florituras y sutilezas con que ilustró su discurso —sacando sonoridades inéditas de aquel modesto piano vertical, recién afinado para la ocasión, eso sí— que la profesora Cortizo rompió a aplaudir, siendo inmediatamente secundada por todos los allí presentes, que estallamos en una cerrada ovación, llena de agradecimiento, admiración y entusiasmo.
El artista neoyorquino también ofreció un concierto en la Sala de Cámara del Auditorio. Había dado instrucciones muy precisas relativas a los pedales del instrumento. Pero, desafortunadamente, no había quedado a su gusto y los que le acompañábamos en el ensayo observamos que estaba enfadado. Llegó a decir —seguramente exagerando un punto a causa de su enojo— que hubiese preferido el piano vertical usado en las clases. Dio tiempo a hacer algunos arreglos en los pedales (necesarios para una interpretación históricamente informada) y finalmente el concierto salió adelante. El músico demostró una vez más que sus extraordinarias dotes como intelectual, analista musical, teórico y autor de gran sabiduría en todo lo concerniente al fenómeno musical se extendían al ámbito interpretativo donde supo alcanzar un altísimo lugar entre los más brillantes pianistas de su generación.
Tuve la oportunidad de conversar con él de manera mucho más cercana el día que le llevé a visitar la ciudad, oficio este de cicerone que uno practicaba con los colegas que acudían a la Universidad para tribunales, congresos u otras actividades semejantes. Ahí fue cuando quedé ya verdaderamente asombrado, pues sus comentarios sobre arquitectura eran sutiles y precisos: subrayaba los detalles art deco de una fachada, reparaba en unos sillares palaciegos de tipo florentino o, en fin, aludía a la sobriedad herreriana del edificio histórico de la Universidad. Tan inolvidable paseo nos despertó el apetito, de modo que lo llevé a degustar unos productos asturianos y pidió probar unas gambas (que eran su particular capricho), todo ello acompañado de unos culinos de sidra. Luego, seguimos hablando de música contemporánea, mi campo de trabajo por entonces. Y de cine. El colmo fue cuando se me reveló como un experto conocedor del cine de Almodóvar y casi me da algo cuando me analizó Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, la fundacional película en 16 mm del cineasta manchego (1980) con un conocimiento y simpatía que no podía ni siquiera imaginar.
¡Qué Rosen!
P. S. He visto que se están organizando diversas actividades académicas para conmemorar los diez años de su fallecimiento. Por cercanía, dejo constancia del coloquio que se celebrará en octubre del año en curso: THE BLUE KNIGHT: CHARLES ROSEN 1927-2012 INTERNATIONAL BILATERAL COLLOQUIUM ITALY-PORTUGAL. Jugando con la denominación de una célebre revista y, a la vez, de una pintura de Kandinsky (Der Blaue Reiter) donde se toca el tema del caballero medieval (como triunfo de lo espiritual sobre lo material, según idea de Kandinsky recogida en la convocatoria de este coloquio), los organizadores califican a Rosen como caballero de la música y se proponer analizar, valorar y actualizar su inmenso legado.
Las organizaciones responsables son:
Research Center for the Sociology and Aesthetics of Music (CESEM- P. Porto, Portugal) |
Conservatory “A. Corelli” (Messina, Italy) |
Información:
https://www.google.es/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=&cad=rja&uact=8&ved=2ahUKEwiUwKephuv2AhVdgs4BHUFqCFoQFnoECAYQAQ&url=https%3A%2F%2Fwww.musicologie.org%2F22%2Fthe_blue_knight_charles_rosen_1927-2012.html&usg=AOvVaw32xZhqqINvUM-UCaKVMCUf
Foto de portada: Charles Rosen, Curso de La Granda, 1991 (Foto A. Medina)