El año 2015
dejó excelentes momentos académicos en el Dpto. de Hª del Arte y Musicología de
la Universidad de Oviedo. Uno de ellos fue el acto de lectura y defensa de la
tesis doctoral de Vera Fouter Fouter, licenciada en Hª y Ciencias de la Música
y posteriormente becaria de investigación. Su tesis, dirigida por la profesora
Mª Encina Cortizo, se titula La estancia en Rusia del compositor Vicente
Martín y Soler (1754-1806). Nuevas aportaciones musicológicas.
Fue toda una satisfacción formar parte del
tribunal que la juzgó, en compañía de los profesores Emilio Casares e Yvan
Nommick, este último en sustitución de Leonardo Weismann, reconocido
especialista en Martín y Soler, que no pudo viajar a España por razones
imprevistas. La tesis se leyó el 17 de febrero de 2015.
Ya me había
tocado participar (años atrás, en la Autónoma de Madrid), en una tesis
documentada en archivos rusos, así que no me supuso ninguna sorpresa el
inventario de dificultades que ha de superar el investigador para llegar a su
meta, en algunos casos con tintes kafkianos que casi no se pueden creer. La
doble nacionalidad de esta musicóloga ayudó un poquito en estas lides, al menos
en la parte de gestión del acceso, pero de nada valdría si no estuviese
acompañada de un tesón a prueba de contratiempos.
Excusado es
decir que un perfil académico como el de Vera Fouter, excelente alumna de
licenciatura, ya me hacía suponer que todo iba a ir sobre ruedas y que la
investigación cumpliría sobradamente con los objetivos propios de este tipo de
trabajos académicos, como así fue. Y todo ello complementado con una exquisita
presentación, cuadros, pulcras traducciones, análisis, imágenes, etc.
***
La figura de
la zarina Catalina II es tan poderosa en sí misma que tiende a eclipsar todo lo
que le rodea. La propia investigadora alude numerosas veces al perfil ilustrado
de la soberana, que llevó a San Petersburgo a músicos muy relevantes (como
Paisiello, por ejemplo) y que se carteaba con los pensadores más sobresalientes
de la Europa del momento.
La
arrolladora personalidad de Catalina la Grande determinó que tanto en el primer
período (1788-1794) como en el segundo (1795-1806), menos grato y que se sitúa
tras un corto paréntesis londinense, el compositor tuviese que trabajar sujeto
a unas directrices muy claras, atendiendo al valor educativo que se otorgaba en
la Corte al teatro en general y, por eso mismo, al teatro lírico en particular.
Así, por poner un ejemplo, en la ópera cómica titulada Gorebogatir
Kosometovich la clave radica en los problemas políticos y militares con su
primo, el rey de Suecia, al que el libreto ridiculiza de manera despiadada.
Sospecha uno
que la soberana rusa era un punto kantiana en cuanto a la consideración de la
música. Le gustaba mucho, sin duda, pero acaso el carácter evanescente de este
arte, menos dado a lo cognoscitivo y a lo duradero (en opinión de Kant), pudo
haber pesado en el tipo de dirigismo pedagógico que imponía en los espectáculos
de la Corte.
***
Un aspecto
en verdad fascinante de esta tesis se encuentra en todo lo referente a los
procesos de ·rusificación”, que van mucho más allá de las simples traducciones
a la lengua rusa. Las modernas tendencias de la traductología encontrarían una
mina en la comparación de los textos en italiano (o francés) de los libretos
con las traducciones rusas de esa época, por aquello de que lo traducido no
sólo se modifica con el cambio de lengua sino por el paso de un contexto de
origen a otro de llegada. Vera Fouter explica muy bien cómo la rusificación
afecta a todo el entramado de las óperas, a la música, a la escenografía, a los
añadidos y supresiones, a los personajes populares que se incrustan en obras
del repertorio, entre otros elementos. La traducción de Dimitrevsky del libreto
de Da Ponte de Una cosa rara, la célebre ópera de Martín y Soler, puede
ponerse como un magnífico ejemplo de lo dicho.
***
Al lado de
estas líneas maestras se abren caminos para indagar en aspectos
complementarios, como lo referente a las obras de Martín y Soler pertenecientes
a otros géneros musicales. O bien, la influencia de lo francés y en especial
del ballet, (muy notable bajo Pablo I), al tiempo que se reconstruyen muchos
aspectos de la vida del compositor estudiado en esta postrera fase de su
trayectoria internacional.
Vera Fouter
ha utilizado fuentes muy variadas y abundantes para cada una de las grandes
obras de esta etapa del maestro valenciano. Ha revisado manuscritos, ediciones
de la música, libretos, borradores, pudiendo decirse que todo lo relativo a la poiesis o intenciones del
compositor (y de las mentes de la Corte rusa que estaban detrás de cada
proyecto) ha quedado particularmente bien trabajado.
La notable
bibliografía manejada, en especial la escrita en ruso (en franco crecimiento)
es otro de los puntos fuertes de este trabajo. Y lo es no sólo por el valor de
los autores utilizados, sino por lo poco que se citan en las publicaciones
escritas en otras lenguas europeas.
***
Le dije en
su día a la profesora Cortizo, directora de la tesis y cualificada responsable
en la Universidad de Oviedo de las enseñanzas relacionadas con el teatro
lírico, que tal vez no fuese yo la persona más indicada para formar parte de
ese tribunal (pues aunque nada de la música me sea ajeno no puedo considerarme
especialista en el ámbito estudiado en la tesis), pero ahora celebro haber
aceptado la invitación por lo mucho que pude aprender del trabajo de Vera
Fouter, del que sólo trazo aquí unas rápidas pinceladas.
Las
publicaciones de esta joven musicóloga ya completan —y habrán de completar aún
más en el futuro— los conocimientos que tenemos sobre este ilustre operista
valenciano.
Vera Fouter
nos demuestra que Martín y Soler no vivió un declive profesional en Rusia, como
se dijo por puro desconocimiento, sino una etapa muy rica y productiva como
autor de óperas, ballets y otros géneros que le consolidan como un grande de la
música europea del momento.
Foto: Vera Fouter el día de su tesis. Cortesía de Ramón Sobrino.
Foto: Vera Fouter el día de su tesis. Cortesía de Ramón Sobrino.
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