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jueves, 28 de abril de 2016

Miguel Álvarez-Fernández y las voces límite


Incluso los seguidores esporádicos de este blog habrán podido deducir que 2015 fue un año pródigo en cuanto al número de tesis doctorales presentadas y defendidas. Por eso he ido escribiendo sobre investigadores doctorados en fechas relativamente recientes. Y hoy le toca a Miguel Álvarez-Fernández, tal como prometía en una reciente entrada.
El caso es que el martes, 13 de octubre de 2015, presidí el tribunal que juzgó la tesis de Miguel Álvarez-Fernández, a quien conocía desde años atrás. Su directora fue la Dra. Marta Cureses, reconocida autoridad en la música española contemporánea, con sus monografías sobre Agustín González Acilu, Tomás Marco o su rigurosa historia del Premio Jaén, entre otras muchas publicaciones y méritos. Participaron en el tribunal el performer y poeta visual Bartolomé Ferrando, profesor de performance y arte intermedia en la Facultad de Bellas Artes de Valencia, así como José Luis Pardo, catedrático de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.
Miguel Álvarez-Fernández dejó un excelente recuerdo en la Universidad de Oviedo como estudiante de tercer ciclo, autor de un buen trabajo de investigación de doctorado, becario de investigación, docente durante la fase final de su beca y conversador incansable. Todo esto ocurría en los años del cambio de siglo, pero tuve la oportunidad de seguirle en posteriores etapas de su vida. Por ejemplo cuando era becario en la Residencia de Estudiantes y yo me alojaba allí por ciertos asuntos oficiales. ¿Cómo olvidar aquella cena en la que, como un perfecto anfitrión, hizo que Chavela Vargas, él y yo mismo compartiésemos mesa y pudiésemos ambos disfrutar de las fabulosas historias que nos contaba la célebre cantante. Que, por cierto, estaba afónica y tenía prohibido hablar por prescripción facultativa que se saltó a la torera.
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Desde que Miguel Álvarez-Fernández obtuvo el Diploma de Estudios Avanzados (2004) hasta el presente ha pasado más de una década. Eso significa que la tesis sufrió importantes retrasos sobre el plan previsto, pero quiere decir también que ha sido redactada partiendo de una experiencia humana e intelectual sin parangón con la que tenía entonces. Miguel Álvarez-Fernández no sólo tiene una respetable trayectoria como artista sonoro sino que se encarga de un prestigioso programa de Radio Clásica (Ars Sonora, desde 2008) y desde 2012 es profesor de la Universidad Europea de Madrid, donde imparte clases de Pensamiento musical en el grado en Creación Musical. Y es otras muchas cosas que no cabe mencionar aquí para no distraer al lector del tema principal de estas líneas.
La tesis se titula La voz límite. Una aproximación estética a la vocalidad teratológica desde el arte sonoro. Y el rasgo que más destaca de esta tesis es su extraordinaria madurez. Eso se advierte en el propio lenguaje empleado, que es académico, sutil y lleno de matices, rico y a veces de sintaxis compleja, en el que se deslizan imágenes muy logradas y en el que se advierte incluso un fino sentido del humor. Si tuviese que resumir mi experiencia como lector de esta tesis diría que en muchos momentos no me daba cuenta que estaba ante el trabajo de un doctorando y creía estar leyendo a uno de esos filósofos de la French Theory que han resultado decisivos para el autor de aquellas páginas.
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Tengo que decir que esta tesis resulta tan sorprendente que me hace añorar los tribunales de cinco miembros, incluso en puridad lo ideal en este caso sería un número mayor. Ello es así por la amplitud de temas tocados, por los lazos que se entretejen, por la sabiduría que demuestra el autor. Desde luego, harían falta aquí médicos, lingüistas, antropólogos, psicólogos, estudiosos del cine y del cómic, en fin, especialistas en algunas de las muy diversas disciplinas que concurren en esta investigación.
Pero también es cierto que se dirimen asuntos relacionados con la voz, el sonido y las ideas en determinadas circunstancias sociales y en determinadas realidades y ficciones. En ese sentido creo que la tesis cumple con tres objetivos marcados en las conclusiones: ampliar los horizontes de la musicología, apropiarse desde este ámbito de los sound studies que suelen tratarse más en medios de las artes plásticas, y, tercero, dar una visión con un método claro de trabajo que nos permite hablar sin exageración de “filosofía de la música”.
La verdad es que esta tesis no se parece a ninguna que yo haya juzgado en los últimos 30 años; y añado que han sido muchas. Lo cual no quiere decir en modo alguno que sea por eso inferior o superior a otras (aunque esté entre las muy buenas), tan sólo que es un caso singular.
Los musicólogos nos movemos en muchas de nuestras investigaciones en el terreno de la Historia. Nuestras fuentes son los documentos inéditos de los archivos, las partituras editadas y manuscritas, las grabaciones, los testimonios orales, las representaciones iconográficas, etc. Y paralelamente consultamos la bibliografía existente sobre el tema. En esta tesis todo se articula en torno al diálogo de diversas ideas-fuerza y se da el caso de que las fuentes y la bibliografía están íntimamente entremezcladas.
Este hecho genera una paradoja de la que el propio doctorando era consciente. Y es que el capítulo clásico en toda tesis sobre el estado de la cuestión, fuentes y metodología está aquí metido con calzador, en parte por lo que aconseja la propia normativa académica. Miguel Álvarez-Fernández sabe perfectamente que ese capítulo no puede ceñirse al modelo oficial y está llamado a desaparecer si este trabajo se convirtiese en un libro. No es, pues, una tesis clásica sino un monumental ensayo en el que se investiga muy a fondo en todo tipo de documentos y sobre el desarrollo de una serie de ideas.
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Imaginaba uno que iba a enfrentarse a otro tipo de voces límite. Por supuesto, pensaba en obras que sí salen en la tesis, como el Canto de los adolescentes, de Stockhausen, pero también en toda la evolución tecnológica, en la poesía concreta, en las voces difónicas tibetanas —usadas por algunos buenos amigos como Llorenç Barber—, incluso de voces étnicas, como pudieran ser las polifonías corsas o las polifonías de los pigmeos. Pero todo esto son “otras voces”, no exactamente voces-límite.
“Pensar musicalmente la nada”, o lo que le aproxima: ahí tenemos el punto de partida de Miguel Álvarez-Fernández, resumido con sus propias palabras.
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Las categorías que se han empleado en la tesis son muy instructivas, aunque no todas poseen el mismo rango. Por ejemplo, la voz “no-muerta” da un enorme juego intelectual y tiene la ventaja de ser real y aprehensible, básicamente en torno al mundo de la fonografía. Por otro lado el impacto de la voz no-muerta a través del ejemplo seleccionado de Antonin Artaud es una parte muy lograda de este trabajo. También lo es el esfuerzo de contextualización que realiza, en el sentido de situar el primer auge de la fonografía en momentos en que la atención a la muerte crece exponencialmente en lugares como Estados Unidos y cuyo desarrollo ha llegado al paroxismo con el morbo de los informativos actuales y la sociedad global. Por eso, la expresión “tumbas resonantes” privadas de consciencia, de Jonathan Sterne, para referirse a las reproducciones fonográficas, es muy lograda e inquietante.
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La categoría opuesta, al menos en un cierto sentido, es la voz “no-nata”. Y aquí encuentro que nos aproximamos más que nunca a la nada. Dispongo incluso del cómic con texto de Alan Moore que es objeto de estudio, El amnios natal. Estamos en un regressus hacia la nada, hacia una especie de big-bang primigenio y matricial que se nos escapa. Es un límite, sin duda, pero que se nos escapa como voz y casi como límite.
En este sentido me pregunto si la voz no-nata no habrá traspasado el límite de lo que se puede estudiar con algún fundamento. Lo digo porque parece un mundo mucho más etéreo que el de la voz no-muerta o que otras de las voces analizadas en la tesis. Es la voz que deja de pertenecernos cuando retrocedemos a un mundo previo a la natalidad, como el propio autor señala. En realidad soy consciente de que también se llega a ciertas conclusiones precisamente a través de la negatividad.
Pero es curioso que va mucho más allá de la idea de silencio, idea casi imposible desde las célebres experiencias de Cage que también salen a relucir. Por cierto, no sé hasta qué punto esa idea de una “tercera voz” (se cita para este asunto a Douglas Kahn) en el interior de la cámara anecoica, relacionada con el propio yo y la propia discursividad de Cage, tiene la misma solidez teórica que otras elaboraciones. Y es que como sigamos así la cámara silenciosa de Cage va a parecer una discoteca funcionando a toda pastilla.
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Más asumible resulta el estudio sobre la voz adolescente como voz límite. En todo caso, el análisis como un camino de la voz viva a una voz maquinal, inhumana, a partir del Canto de los adolescentes, es desde luego un buen ejemplo de esa ajenidad que es propia de las voces límite.
Se establecen aún otras dos tipologías de voces límite que me han interesado particularmente. Por una parte la voz vírica que, en una posición radical, puede ser cualquier voz que nos invade, muy en especial las de las consignas políticas y comerciales. La otra es la voz excremental, que actúa un poco a la inversa de la anterior, pues si aquélla nos posee, ésta sale y se separa del cuerpo, como los propios excrementos. Y no se olvida Miguel Álvarez-Fernández de comentar todas los condicionantes psicoanalíticos de la voz excremental, la idea del “ano parlante”, entre otros detalles. A mí se me ocurre que el mundo de los endemoniados y posteriormente exorcizados es en un paraíso para las voces límite, especialmente para la vírica y la excremental. La vírica porque se introduce la voz del demonio (léase el correspondiente trastorno de la conciencia que lleva a ese estado) y la excremental porque hay un proceso de expulsión que puede producirse en medio de sonidos desprovistos de semanticidad, gritos, coprolalia clara y otros elementos. Estos relatos están basados en hechos reales, pero de la misma manera que ocurre en el tema de los niños salvajes, la ficción se entrelaza también en ellos y no sólo por los fuertes contenidos religiosos de estas situaciones en nuestra cultura.
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Todos estas tipologías tienen en común su conexión con lo monstruoso o teratológico, aunque de muy distinta manera. La relación del niño salvaje Victor de l´Aveyron con el sonido es teratológica, como también lo es él mismo, al menos pensando en los cánones al uso. pero en la tesis ha lugar también para la paradoja y por eso Víctor puede descubrirnos lo humano, demasiado humano, como Miguel Álvarez-Fernández apunta parafraseando a Nietzsche.
La animalidad se pone en un plano por debajo de lo humano, del mismo modo que lo maquinal pretende situarse por encima. En lo teratológico hay siempre un juego de exceso y defecto. Incluso los antiguos tratados de teología explican en que consiste el hombre entero por oposición a los que tienen cosas de más (por ejemplo seis dedos en una mano) o cosas de menos (como los castrados) y los lanzan a la región de los monstruos.
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Por si fuera poco todo lo anterior (que ocupa unas cuantas líneas pero no pasa de ser tan sólo un resumen en clave casi de telegrama) se incluyen en esta investigación análisis de ciertos momentos de películas como El último tango en París, o Franckenstein, lo mismo que antes El niño salvaje, de Truffaut.
Al llegar al final de la tesis se ve que estamos ante el trabajo de un intelectual. Lo digo porque por las páginas de esta tesis han ido desfilando hitos y mitos de la modernidad: cineastas como Truffaut, guionistas de cómic como Alan Moore, visionarios como Artaud, Marinetti o Borroughs, mitos como el de Eco y Narciso, conceptos platónicos, kantianos y de los pensadores franceses, en suma, toda una “enciclopedia cultural”, por decirlo a la manera de Umberto Eco, que quintaesencia lo más sugerente de la Edad Contemporánea. Y ello se opera, además, desde un manejo de lenguas envidiable, como lo demuestran las traducciones propias que el autor inserta de continuo en esta tesis.
En cierto sentido se prueba que es posible trabajar como un intelectual desde el mundo del sonido y hacerlo además con muy buena escritura. Es algo que escasea en España y por tanto auguro a Miguel Álvarez-Fernández un futuro prometedor en este campo. 
Y, claro, en toda defensa de tesis hay objeciones por parte del tribunal, pero aquí no vienen al caso porque esto no es un acta de la sesión sino un apunte de las cosas que me resultaron más inspiradoras.















































+n buen lugar en este terreno.

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