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jueves, 15 de febrero de 2018

El Coral hablado: un clásico de Ramón Barce (1928-2008)

Ramón Barce hubiese cumplido 90 años este 2018, pero quiso el destino que nos dejase con diez menos. Muchos guardamos su recuerdo como un tesoro y, para quienes no lo llegaron a conocer, queda el legado inmenso de una labor musical e intelectual poco común en la creación musical española del siglo XX. Pues es innegable que la obra poliédrica del compositor, académico, traductor, ensayista y hombre clave de la vanguardia musical española de los años sesenta, sigue fascinando a quienes se acercan a ella.
Son muchas las composiciones que expresan muy bien su concepción de la música, muy personal a partir de que, a mediados de los sesenta, comenzara a usar el sistema “de niveles” de su propia invención. Podríamos admirarnos con la limpieza de líneas con la que dibuja sus creaciones, con el tratamiento de los efectivos orquestales a modo de un inmenso abanico de posibilidades camerísticas sutilmente diversas y, en fin, con muchas otras circunstancias de las que ya hemos hablado en medios académicos y en este mismo blog.
Pero hay una pieza que ha acercado el nombre del compositor a públicos muy amplios y a oyentes poco familiarizados con la música contemporánea. Me refiero al Coral hablado, de 1966. Esa aproximación no sólo ha sido pasiva, sino que, para muchos, ha sido también plenamente participativa.
La idea de construir una polifonía hablada no constituye en sí misma una novedad en la época del Coral hablado. Ahí está el caso del austriaco Ernst Toch con su concepción del coralismo hablado, del que circula abundantemente la famosa Fuga geográfica, que tantas veces hemos escuchado al Coro Universitario de Oviedo. Pero, aunque hablada, esta fuga distingue los papeles de las cuatro voces ordinarias de los coros y sigue el formalismo de la fuga, además de mandar un mensaje textual unívoco, pues el nombre de las ciudades que se van enumerando se entiende perfectamente.
El Coral hablado data de 1966, justo cuando Ramón Barce estaba en su última etapa como miembro activo del grupo Zaj, que él había contribuido a fundar, junto con Juan Hidalgo y Walter Marchetti, en 1964. La clave de esta obra consiste en poner de relieve los valores fónicos de la palabra. Su interpretación reviste el formato de una conferencia. De hecho, una interpretación clásica consiste en que los tres intérpretes o hablantes leen precisamente un texto ensayístico de Barce dedicado al Coral. Pero puede ser otro. Es como si la crítica y el ensayismo sobre la obra surgiera no a posteriori, como es lo habitual, sino al mismo tiempo que se desarrolla la obra.
Para destacar los valores fónicos y anular otras funciones del lenguaje (que Barce conocía muy bien en su condición de filólogo) los hablantes no leen el texto al mismo tiempo, sino con una pequeña descompensación temporal entre cada uno de ellos, como en una suerte de heterofonía muy particular.
Cuando los oyentes no se han repuesto de la sorpresa que les produce este ajetreo oral, Barce introduce un nuevo elemento sonoro y visual con las preguntas que otros tres intérpretes, que estaban mezclados entre el público, hacen a los hablantes del estrado, igualmente de forma escalonada y normalmente levantándose de sus sillas para hacerlas. Aunque ésta no es una obra Zaj, es innegable que algo de su formalística se percibe en este tipo de movimientos y acciones. Nada impide que, ahora ya de forma espontánea, otros oyentes deseen hacer alguna pregunta, pero en todo caso el compositor ya puso todos los elementos en juego y lo que procede es disfrutar de esa polifonía oral, de la parte fónica del habla, de las descompensaciones temporales que determinan una singular textura y de una obra que tiene la virtud de funcionar y con cuya interpretación siempre se logra el aplauso, el reconocimiento de una inteligencia escénica enorme por parte del compositor, a partir del cuidado guión de las sucesivas intervenciones y movimientos así como una complicidad feliz y distendida de los asistentes.
La obra la han interpretado músicos profesionales y simples aficionados, niños y muchachos en actividades didácticas, colegas, familiares (como tantas veces su propia esposa, Elena) y amigos del compositor, pues tiene también un sesgo de Gebrauchsmusik y de arte desescolarizado, al alcance de todos, capaz de romper barreras entre el compositor, los intérpretes y el público asistente. El Coral hablado se ha hecho en escuelas, institutos, centros superiores, auditorios de muchas partes del mundo y, sin ir más lejos, no faltó el pasado enero en el homenaje que se tributó a Ramón Barce en la Escuela Superior de Canto de Madrid; también ha circulado en otros idiomas y en mezclas de varios, como en aquellos motetes polilingües del siglo XIII.
En otras palabras, el Coral hablado se ha convertido en un clásico que no muestra ni mucho menos el valor de la aportación artística del compositor madrileño, pero sí el destello único de su talento jovial e inolvidable.

Ilustración

Secuencia de imágenes de una interpretación del Coral hablado a cargo de Esther Ferrer, Ramón Barce y Juan Hidalgo. De nuestro libro: Angel Medina, Ramón Barce en la vanguardia musical española. Oviedo, Publicaciones de la Universidad, Ehos-Música, 10, 1983.

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