La teoría musical se manifiesta con mucha frecuencia a través de gráficos, diagramas e ilustraciones de todo tipo. Hoy traemos al blog una imagen llena de contenidos teóricos. Se refiere al concepto de “música humana” que, junto con la “mundana” (de los mundos o esferas celestes) y la instrumental (la que realmente suena), forma parte de la célebre división boeciana de la música. Naturalmente, la triple división de Boecio tuvo un inmenso eco hasta más de mil años después, pero la idea ya existía en el mundo clásico. Al igual que hay una música del macrocosmos, que rige el universo, también existe una música del microcosmos, que es la que habita en el ser humano. Que no se oigan, no es un problema para la teoría especulativa de la música y ya los pitagóricos dieron algunas explicaciones al respecto.
En médico y alquimista inglés Robert Fludd (siglos XVI-XVII) nos propone una imagen de la “música humana” donde vemos los siguientes elementos:
El arco externo (a la izquierda) que abarca toda la figura lleva una anotación indicando que es una proporción cuádupla, al tiempo que su simétrico por el lado derecho alude al disdiapason. En efecto, 4:1 es la proporción que regula la doble octava.
Ese gran arco se divide en dos más pequeños. A la izquierda, la proporción doble material (abajo) y la doble formal (arriba) que dan dos octavas: la material, abajo y la espiritual en la parte superior. Cada una de esas octavas se divide en las proporciones sesquiáltera y sesquitercia, que determinan los intervalos de diapente y diatésaron (de quinta y de cuarta), a su vez pertenecientes al nivel superior o al inferior. En suma, tenemos las proporciones pitagóricas en sentido estricto como capaces de producir unas armonías que equilibran el microcosmos de la persona. Con todo, no se trata tan sólo de una aplicación mecánica de la tetraktis pitagórica o número cuaternario, sino de un juego con los tres primeros números entendidos como mónada/Creador, dualidad de materia y espíritu y trinidad como “forma o luz” de las cosas. Todo se genera de manera ternaria, pero ya hemos visto el papel del número cuaternario como doble octava, que puede asociarse al tetragrammaton, las cuatro letras o nombre cuaternario de Dios, como subraya Luis Robledo, editor de una selección de textos de Fludd titulada Escritos sobre música (Madrid, Editora Nacional, 1979).
Por otra parte, la proporción 2:1 (octava) contiene la quinta y la cuarta y entre ambos intervalos hay siete intervalos (cinco de tono y dos semitonos), lo que permite jugar con el simbolismo septenario. Pero si unimos los semitonos, apunta Fludd, salen seis tonos, lo que da la héxada o numero senario que también tenía su prestigio como primer número perfecto que sale de la suma de sus partes: 1, 2 y 3.
Además, hay dos triángulos (también denominados pirámides) recorriendo la figura. Uno tiene el vértice en la cabeza y la base a la altura de los testículos. El otro es justo al revés. Se oponen el instinto y la razón. La capacidad instintiva de la generación, que compartimos con los animales, determina que la base de una pirámide esté a la altura de los testículos, pero el elemento instintivo mengua hasta llegar a su mínima expresión en el vértice, situado en la cabeza. Y al revés, la racionalidad disminuye a medida que descendemos en el triángulo invertido. Este esquema de triángulos (o pirámides) enlaza con conocimientos propios de la tradición hermética. Fludd explica con su doble triángulo las relaciones del hombre interno (alma) con el externo (cuerpo). Es la lucha entre el barro de que el hombre está hecho y el aliento vital que le ha insuflado Dios: lo más vil y lo más sublime en este diálogo que se desarrolla en el ser humano. Esa idea de purificación a medida que nos elevamos (y de materialidad tosca a medida que descendemos) se enmarca en el pensamiento neoplatónico. Y todo ello (pitagorismo, hermetismo, neoplatonismo) queda cristianizado con la representación estrellada de Dios en la parte superior, que está por encima de la mente, la razón y la inteligencia.
El propio Fludd señala que el punto vital del corazón, marcado en el grabado, es como el Sol en la sucesión de los cuerpos celestes. En este caso, estamos en el cruce de la pirámide material con la espiritual y, por tanto, la voluntad se debate y puede caer en las tentaciones de los placeres y la carne si tiende hacia abajo, o bien, si mira hacia arriba, tener el privilegio de contemplar las realidades supercelestes. Todo lo cual se desarrolla como un elemento más de una obra teórica de amplio vuelo que, aunque escrita a principios del XVII, parece resistirse a los cambios de paradigma que empezaban a germinar en esa centuria.
El propio Fludd señala que el punto vital del corazón, marcado en el grabado, es como el Sol en la sucesión de los cuerpos celestes. En este caso, estamos en el cruce de la pirámide material con la espiritual y, por tanto, la voluntad se debate y puede caer en las tentaciones de los placeres y la carne si tiende hacia abajo, o bien, si mira hacia arriba, tener el privilegio de contemplar las realidades supercelestes. Todo lo cual se desarrolla como un elemento más de una obra teórica de amplio vuelo que, aunque escrita a principios del XVII, parece resistirse a los cambios de paradigma que empezaban a germinar en esa centuria.
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