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viernes, 16 de octubre de 2015

Los tangos al límite de Edgardo “Chino” Rodríguez

 Aunque ya conocía a Edgardo José Rodríguez, musicólogo y compositor argentino, no tuve oportunidad de conversar un poco más a fondo con él hasta este mes de octubre. Vino a realizar una estancia en la Universidad de Oviedo, aprovechada también para participar en el Workshop De la investigación musicológica a la transferencia social, al que ya se le ha dedicado una entrada en este blog.
Sorprende en Edgardo J. Rodríguez su doble faceta profesional y vocacional. Por un lado es un musicólogo dedicado a la rama acaso más ardua de nuestra disciplina, el estudio de las teorías analíticas de la música. Mas, por el otro, no sólo es un compositor absolutamente al tanto de los problemas y tendencias de la música académica actual, sino que ha sabido proyectar su talento como arreglista del género emblemático de Argentina: el tango.
Hay traigo a este blog su último disco (Tango Chino Cuarteto), donde la denominación general de su grupo Tango Chino se concreta en este caso en una formación de cuarteto y cuenta con la colaboración especial del cantante Caracol.
Lo primero que llama la atención es que los arreglos de Edgardo “Chino” Rodríguez —pues éste es su nombre de guerra en esta faceta— producen un efecto sonoro que parece ir más allá de lo que cabría imaginar con tan pocos efectivos: la guitarra del propio Edgardo, el piano de Fulvio Giraudo, el violín de Juan Raczkowski y el contrabajo de Adrián Speziale.
Los tangos que se versionan son perfectamente conocidos por los aficionados, y casi todos lo son también en España. Encontramos piezas de oro, como “La comparsita”,” o “El choclo” y también el contrapunto de un hermoso vals (“Cuando el alma”, de Rosita Melo) y una milonga.
La clave del asunto es cómo “problematiza” sus arreglos Edgardo Rodríguez. Es decir, de qué manera solventa la tensión que se opera entre arreglo y género. Dicho sea de paso, este tema ha sido objeto del interés musicológico de Edgardo J. Rodríguez en un artículo sobre ciertas versiones de la cueca “La arenosa”. Y lo que quedó demostrado en dicho estudio es la primacía del elemento rítmico como aspecto más definitorio, en la medida en que su alteración es lo que más puede desmontar la identidad de dicho género. Pero ello no ocurre así en el tango, de modo que el diálogo ha de actuar igualmente muy a fondo y buscar fronteras y límites en la parte armónica, en la textural y acaso en la forma. En estas búsquedas es  donde ”Chino” Rodríguez ofrece respuestas diversas y, en general, consigue una mezcla de modernidad e identidad de género que no oculta el origen de la pieza sino que la viste para el siglo XXI. O sea, que hay vida después de Piazzolla.
El oyente disfruta con esos finales de frase que quedan subsumidos en el arranque de la siguiente, con las breves elipsis, con ciertos cortes abruptos o sincopaciones del ritmo, con las sutiles mixturas del timbre, con la tonalidad muy ampliada de ciertos pasajes, con el aroma general del tango y la mención estilizada de las melodías originales.
Dos cosas más. Una, que la voz del invitado Caracol —en las piezas “Por una cabeza” y “El motivo”— es maravillosa y demuestra que existen los universos paralelos, cada uno con sus leyes (las del compañamiento y las del discurso vocal), mundos que conviven, sin embargo, en paz y concordia. Y dos, que en el disco sólo hay una obra de Edgardo “Chino” Rodríguez, relegada al último corte del CD. Y eso, la verdad sea dicha, es una pena.

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