I.
El 10
de diciembre se celebra la festividad de Santa Eulalia, la niña mártir de Mérida
cuyas reliquias se conservan en la catedral de Oviedo.
Santa
Eulalia —esa misma "ñeña" que Antón de Marirreguera cantó en versos
fundacionales de la literatura astur y cuyas cenizas hace entrar en Oviedo, en
tiempos del rey Silo, "con gaites y procesión"— fue destinataria de
muchas composiciones musicales a lo largo de los siglos. Y también lo fue de
una liturgia específica en el Oviedo del siglo XVII.
Dicho
rezo propio no
sólo resultaba operativo para la diócesis asturiana sino que, tras diversas gestiones
ampliamente estudiadas por el profesor Justo García, el oficio pasa a ser
aceptado en otras diócesis y, en consecuencia, acabará siendo incluido
oficialmente en los breviarios romanos del momento dentro del santoral hispano.
En el
documentado estudio de Justo García no hay ninguna alusión a la música de dicha
liturgia. Sin embargo, indagaciones de cierto tiempo atrás me permitieron
conocer el revestimiento musical de este oficio propio de Santa Eulalia. Y
aunque ya hemos escrito sobre el asunto en medios académicos, reiteramos aquí
que en la colección de libros de coro de la catedral ovetense se encuentran
varios que incluyen la lógica atención litúrgico-musical a la santa. Las partes
musicadas son, obviamente, las antífonas, responsorios e himnos, que alternan
con las distintas lecturas, salmos, capítulos, etc., preceptivos en cualquier
oficio. Algunas de estas piezas las interpretó el grupo Melisma, dirigido por
Fernando M. Viejo, en recitales y actos dedicados a la santa.
II.
Mención
específica merecen los himnos, muy en particular el de laudes, titulado Postrema
lampades. Como es frecuente
en el género himnódico, la estructura textual se ciñe a unos cánones que
permiten la utilización de melodías preexistentes, como ocurre en nuestro caso.
La
letra, contrariamente, es nueva y se nutre de versos sáficos con adónicos. Este
último himno del oficio es especialmente emotivo. Cuenta el momento final del
martirio —que es el nacimiento para Dios— cuando el verdugo le aplica a la niña
antorchas de fuego que ella hace penetrar en su pecho, atrayendo la llama con
la boca abierta.
Su
espíritu, ante el espanto del verdugo, se eleva en forma de blanca paloma y
entra en el Cielo, del que mana una nieve protectora que cubre los desnudos y
atormentados miembros de la mártir.
Ya
cerca del final del himno figura una estrofa en la que se llama a la santa
"firme columna de Mérida", al tiempo que se pide el favor para los
"fuertes astures" que siempre le atribuyen todo su bien y la tienen
por patrona.
Sirva
este pequeño extracto de trabajos anteriores para recordar a esa niña,
obstinada hasta preferir el martirio a la renuncia de su fe, cuya memoria
inundó la hagiografía y la literatura europeas desde Prudencio (de fines del
siglo IV) hasta nuestros días, pasando por autores como Ambrosio de Morales,
Juan de Mariana o Federico García Lorca, que le dedica el “Romance del martirio
de Santa Olaya” en su Romancero gitano, lleno de impactantes imágenes, luminosas y turbias
al mismo tiempo.
Referencias
Véase una información
más completa y la edición de los himnos en Ángel Medina: “Los himnos del oficio
ovetense de Santa Eulalia de Mérida”. Memoria Ecclesiae, XXXV, pp. 453-467. Asociación de Archiveros de la
Iglesia en España, 2011.
Foto: Remate del pequeño
oratorio eulaliano conocido como El Hornito, en referencia al martirio de Santa
Eulalia. Mérida. Fotografía de David Medina (2015).
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