Las últimas
semanas de 2015 dejaron algunas noticias relevantes en el campo de la
Musicología. Una de ellas fue la concesión al profesor Emilio Casares de la
Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, asunto que merecerá una entrada
específica más adelante. De todos modos, el lector interesado puede leer unas
palabras de homenaje que le dediqué aquí mismo el 28 de septiembre de 2015,
pues me complacía mencionar al maestro y al amigo justo coincidiendo con el
arranque de este cuaderno de bitácora.
Otra noticia de alcance
fue la publicación de una encuesta del Instituto Nacional de Estadística sobre
el empleo de los titulados universitarios. El diario El País se hizo eco de la misma
(22/12/2015), recogiendo sus condiciones estadísticas: “La encuesta emplea datos recogidos
entre septiembre de 2014 y febrero de 2015. Y analiza la situación de licenciados
y graduados universitarios del curso 2009-2010, con una muestra de 30.000 titulados,
entrevistas directas y datos administrativos”.
El rotativo presenta dos columnas,
una con las veinte titulaciones más solventes en cuanto a datos de empleo y otra
con las carreras que tienen peores resultados en este aspecto. Pues bien, el
Grado de Historia y Ciencias de la Música es el único de Humanidades que figura
en la columna de las titulaciones exitosas. Y no sólo eso. Si atendemos a los
datos publicados, un porcentaje de empleo del 90,7% sitúa a este grado en el
puesto número once de las veinte carreras con más salida de que consta el
listado, por encima de nueve títulos de ciencias, ciencias sociales o ciencias
de la salud.
Surgen de inmediato varias
preguntas. Por ejemplo, ¿de qué trabajan los graduados en Hª y Ciencias de la
Música? Pues muchos, como suele ser habitual en Humanidades, lo hacen en diversos
ámbitos de la enseñanza (superior, secundaria, en escuelas de música, conservatorios,
centros privados…). Pero lo cierto es que han empezado a surgir emprendedores
que montan empresas de gestión cultural, que trabajan en los medios de
comunicación (crítica y comentarismo musical), en la industria discográfica, en
centros de documentación o en edición musical, entre otras posibilidades.
Otra pregunta tendría que ver con el
grado de estabilidad de este tipo de resultados. A este respecto he de decir
que hace ya unos cuantos años se realizaron una serie de encuestas externas en
las universidades donde existía la titulación en Musicología (ése era el nombre
usado en la licenciatura de segundo ciclo anterior al grado) y los resultados
fueron igualmente muy halagüeños y muy parecidos al que ahora comentamos.
Tal vez una de las razones que
explican esta aceptación estribe en que no se trata de unos estudios extendidos
por doquier. Cualquier universidad cuenta con estudios de Historia, por
ejemplo, lo que arroja un número de graduados que el mercado difícilmente puede
asumir. En cambio, no llegan a una decena las universidades que ofrecen
estudios reglados de Ciencias de la Música o Musicología. Y en los tiempos que
corren cualquier rectorado se lo piensa mucho antes de crear nuevas
titulaciones. Además, sólo en algunos casos ha habido un “boom” de la matrícula
en primer curso, manteniéndose la mayoría de las titulaciones en un número de
alumnos razonable para trabajar correctamente, número que puntualmente puede
llegar a ser incluso pequeño de cara a las políticas de rentabilidad de las
autoridades académicas.
Por la propia experiencia, creo que
tener entre 25 y 35 alumnos en primer curso de grado es perfectamente adecuado
para desarrollar sin problemas las enseñanzas en el marco de las directrices de
Bolonia y del Espacio Europeo de Educación Superior. Por supuesto, podrían ser
más, pero ello pudiera exigir duplicación de grupos, con el consiguiente
aumento del gasto. Hay que tener cuidado de no “morir de éxito”, como se suele
decir en estos casos.
Concluyo con un recuerdo personal.
Cuando a fines de los ochenta los licenciados en la Especialidad de Musicología
de la Universidad de Oviedo encontraban trabajo con facilidad, una personalidad
muy significativa del mundo académico ovetense me comentó que era lo normal en
un título nuevo, pero que, al cabo de tres o cuatro años, la carrera de
Musicología tendría tanto paro como cualquier otra de Letras. Treinta años
después de aquella conversación cabe decir que ni mi interlocutor sentó cátedra
como profeta ni la acogida de estos estudios fue un asunto
meramente coyuntural.
Enlace a la fuente citada:
Fotografía: Campus de Humanidades, Universidad de Oviedo.
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