Un viejo
recorte de prensa me refresca un episodio curioso de la vida de Enrique Franco
(Madrid, 1920-2009). Escribí aquella semblanza/entrevista en el diario La
Nueva España el 12 de mayo de 1985. Me hablaba el conocido crítico musical —entonces en El
País— de
sus escasos recuerdos de antes de la guerra. No había olvidado, sin embargo,
uno muy especial: su actuación como pianista ante los reyes de España,
realizada hacia 1930, cuando andaba por los 10 años. Por lo que
parece era una especie de niño prodigio. Leo en el viejo recorte: “Pero te
puedo jurar, me dice con sonrisa franca, que mi concierto de piano ante la
Corona no tuvo nada que ver con la caída de la institución monárquica”.
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Hay dos
actividades que le parecen a uno especialmente relevantes en la figura de
Enrique Franco: la creación en 1965 del Segundo Programa (luego Radio 2 y
actualmente Radio Clásica) de RNE y su labor como crítico atento a la nueva
música.
Me acerqué a
ambas facetas de su trayectoria cuando estaba inmerso, hacia 1984, en la
conclusión de mi tesis sobre la vanguardia musical española. Por una parte, estudiaba
las críticas que había publicado Enrique Franco en los 50 y 60 en el diario Arriba. Por otra, en su
condición de director de Radio 2, facilitó mi acceso a los archivos de RNE, lo
que resultó de inestimable ayuda.
Me complace recordar esta segunda experiencia cuando no hace mucho que se cumplieron —el 22 de noviembre de 2015, Santa Cecilia— los 50 años de la fundación de la emisora de música clásica de RNE.
Me complace recordar esta segunda experiencia cuando no hace mucho que se cumplieron —el 22 de noviembre de 2015, Santa Cecilia— los 50 años de la fundación de la emisora de música clásica de RNE.
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A mediados
de los 80 había muy pocas partituras editadas y aún menos discos dedicados a la
música española contemporánea. Sin embargo, RNE se encargaba, a través de Radio
2, de grabar algunos de los conciertos de nueva música que se programaban
(básicamente en Madrid y Barcelona) e incluso de promover algunos de ellos.
Por poner un ejemplo relativo al problema de los registros sonoros: un compositor de la importancia de Ramón Barce —todo un clásico de la Generación de 1951— contaba en 1983 con unas 65 obras, de las que sólo cinco estaban disponibles en disco. Sin embargo, RNE tenía grabadas más de la mitad de su catálogo.Pero los investigadores no tenían acceso regulado a estos fondos.
Por poner un ejemplo relativo al problema de los registros sonoros: un compositor de la importancia de Ramón Barce —todo un clásico de la Generación de 1951— contaba en 1983 con unas 65 obras, de las que sólo cinco estaban disponibles en disco. Sin embargo, RNE tenía grabadas más de la mitad de su catálogo.Pero los investigadores no tenían acceso regulado a estos fondos.
Así que un
día el profesor Emilio Casares, que era mi director de tesis, concertó una cita
con Enrique Franco y fuimos ambos a Prado del Rey con la idea de solicitar un
permiso para acceder a esas grabaciones del archivo de la emisora. El director
de Radio 2, Enrique Franco, ofreció una particular solución para esta petición.
Conviene insistir en que no existía entonces atención al investigador de ningún tipo, ni salas o servicios de personal para este fin. Nada de nada. En lugar de
decirnos que nuestra petición era inviable, Enrique Franco propuso que me
encargase de la programación de un espacio nocturno que no ofrecía ninguna
dificultad. Sólo tenía que escribir los guiones semanalmente, ceñirme al tiempo
asignado y ya se encargaban en la emisora de buscar al locutor correspondiente.
De este modo, disfrutaba de una especie de acreditación como colaborador, podía
moverme sin problemas por las instalaciones de la radio y pedir las grabaciones
que necesitase para escucharlas en un lugar de uso exclusivo para los de la
casa.
Naturalmente,
las grabaciones que solicitaba nada tenían que ver con mi programa, que era
básicamente de repertorio, sino con las citadas pesquisas académicas. De este
modo pude escuchar obras que sólo se habían interpretado una vez y que eran
significativas en la producción de un determinado compositor.
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Estaba
agradecido por el hecho de que me dejasen acceder al archivo. Pensaba que mi flamante status de colaborador era
simplemente una condición necesaria para tal fin. Pero aquel puntual y modesto
trabajo de programador (que yo estaba encantado de realizar con la simple
contrapartida de acceder libremente a los fondos sonoros) tenía que pasar
unos formalismos. Sí que hube de firmar una especie de contrato que, por la parte de
RNE venía suscrito por el entonces muy célebre José María Calviño, director
general de RTVE durante el primer gobierno socialista (1982-1986) y
personalidad más que controvertida en aquellos años "del cambio".
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Tuve la
fortuna de ser introducido en el manejo de los archivos —que entonces eran
manuales— por Araceli Fernández Campa, a quien admiraba como cualquier oyente
de Radio 2 del momento. Se portó maravillosamente y pronto aprendí una serie de
cosas útiles.
En esos días
de aprendizaje solucioné uno de los enigmas que me habían intrigado como oyente
asiduo de Radio 2 desde los 70. Me refiero a que había una gran puntualidad en
la sucesión de los distintos programas y nunca quedaba ninguna obra a medias o
simplemente cortada en los últimos segundos, como ocurría en otras emisoras generalistas. Sabía, naturalmente, que los discos
consignan normalmente la duración de las obras e incluso de las partes de que
constan, pero me preocupaba saber cómo encontraban los programadores la pieza
adecuada a la temática de su espacio para insertarla de tal manera que el
conjunto de obras seleccionadas, más los comentarios, no pasase del tiempo
previsto.
Araceli
Fernández Campa me mostró los ficheros ordenados por orden alfabético de
compositor, luego por géneros y finalmente me condujo ante unos ficheros donde
figuraban las composiciones musicales catalogadas por su duración. Este
catálogo era muy minucioso, particularmente en cuanto a las obras de
corta duración. Por ejemplo, piezas de menos de 30 segundos. Y allí aparecía
Webern y algún otro amigo de los aforismos. Obras de menos de 40 segundo, de 50
segundos, etc.
Otro detalle
que me llamó la atención es que a la hora de redactar el guión había que anotar una referencia que figuraba en la ficha, la cual no remitía al disco en concreto (ya fuese de vinilo
o CD, novedoso por entonces) sino a una cinta magnetofónica profesional donde
se había grabado el contenido del disco nada más llegar éste a Radio 2. Supongo
que así se preservaba mejor la calidad y el mantenimiento de los originales.
Y otra
curiosidad era que algunas obras llevaban una indicación muy destacada (casi
admonitoria) en la que se advertía que sólo se podía programar dicha obra con
expresa autorización de la dirección. Los Carmina Burana, de Orff, era una de
ellas, así que me imagino que se trataba de controlar los gastos por derechos
de autor.
***
En aquellos
tiempos tenía algunos amigos en Radio 2, como José Luis García del Busto, y
colegas que supervisaban mi trabajo y que fueron muy amables siempre, como Ricardo
Bellés, entre otros. También veía al compositor Francisco Cano, con quien tenía más trato en
el contexto de la ACSE (Asociación de Compositores Sinfónicos Españoles).
El trabajo
se desarrolló en dos programas nocturnos que se titulaban Antología y Alborada. Había claras
perspectivas de profesionalización en ese ámbito, pero la Universidad de Oviedo
estaba a punto de emprender una importante aventura con la creación de la
Especialidad de Musicología, así que en 1985 (tras más de un año de valiosa
experiencia) abandoné las ondas radiofónicas, al menos de manera tan cercana y
permanente.
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