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jueves, 7 de abril de 2016

La meditada solera flamenca de Manuel Lorente

  
A Manuel Lorente le miran mal algunos flamencos porque anduvo demasiado entre libros, esas amistades peligrosas. A Manuel Lorente tampoco le ponen buena cara los académicos remilgados. Sospechan que no puede ser bueno haber vivido tanto, ser tan artista y haber surcado las aguas turbulentas del flamenco con plena identificación y compromiso. No es que Lorente sea antropólogo a unas horas y flamenco a otras. En verdad, es ambas cosas siempre y a tiempo completo, pero en la práctica ha distribuido o jerarquizado estas dos facetas en etapas generalmente alternantes de su vida. Y ha de quedar claro que su obra como estudioso no se explica sin sus vivencias como cantaor y empresario flamenco. Y viceversa.
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Nuestro hombre es flamenco desde la cuna, por parte de padre. Mas quiso la fortuna que pudiese acceder a una formación superior y cursar estudios de Antropología. en la Universidad de Granada. Apenas licenciado conoce a Camarón de la Isla y se mete de lleno en los entresijos del arte. Se convierte en una especie de mánager, amigo y confidente de Camarón. Resulta pasmoso escucharle contar algunas historias vividas con el incomparable cantaor, a veces resumidas en lo que Lorente llama, con mucha gracia, el “dispendio disipativo”, que es toda una teoría sobre la manera de ganar y de gastarse los cuartos de no pocos clásicos del género.
Pero vuelve a la Universidad de Granada para hacer la tesis, tutelado por una persona que no sólo es alguien sumamente cualificado y respetado en su campo sino que se acabaría convirtiendo en su auténtico mentor. Me refiero al catedrático de antropología José Antonio González Alcantud.
Bajo la dirección del citado profesor, Lorente realiza su tesis sobre el flamenco y con el tiempo colabora en las actividades de la Casa Molino Ángel Ganivet, que entonces dirige Alcantud. Fue en ese marco —casi mágico y con siglos de historia—donde le conocí, en el contexto de una serie de congresos inolvidables en los que se tocaban diversos temas relativos a los diálogos entre la música y la antropología. Después pasó a coordinar la revista Música Oral del Sur, donde se publicaron las actas de algunos de aquellos encuentros. Casi todo ello ocurría en los años noventa.
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El gusanillo del flamenco no se había dormido, así que el presente siglo trajo consigo una nueva metamorfosis en la vida de Manuel Lorente. Abandona la Universidad de Granada y se lanza al arte como cantaor. El tirón de la bohemia.
Su disco de 2003 es una joya, con textos propios renovados sobre antiguas maneras de hacer que Lorente conoce como estudioso y como simple y cabal flamenco amante de las raíces. Ahí está, por ejemplo, el fino sensualismo de los tangos “Por debajo del agua”, sobre letra del poeta José Ángel Valente. Se suceden las actuaciones, pero también la reflexión y el estudio. Lo dicho: dos en uno y con nota en las dos caras de la moneda.
En 2015 sacó su segundo disco como cantaor. Dicho sea de paso, Lorente tiene en su haber otros registros de música incidental realizada con técnicas electroacústicas para vídeos y documentales diversos, lo que no deja de tener su interés. Pero vayamos al Cd de 2015.
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El título de este Cd es una declaración de principios: Flamenco y solera. Paso por alto la inadecuada combinación de colores de la carátula que hace muy poco accesibles los datos editoriales y otros textos. Dicho título va más allá de una simple imagen y prolonga el espíritu del disco antes citado de 2003. El propio artista lo considera ese una metáfora estructural.
Se da la circunstancia de que Lorente ha realizado trabajos de campo en la zona de Jerez. Por cierto, su artículo sobre la matrifocalidad, las procesiones de Semana Santa y el cante jondo en Jerez es de los que más me han llamado la atención. Pero en relación con lo que aquí se trata es obvio que el mundo de las bodegas jerezanas resulta más relevante. pues lo determina casi todo en el plano social y económico. La solera alude sobre todo a un concepto dinámico del tiempo. Los vinos necesitan tiempo, ciertamente, pero también trasiego.
Lo que hace Lorente es ahondar en esas soleras, que son como fuentes primigenias del flamenco. Conoce como pocos la obra de los grandes (Chacón, El Flecha de Cádiz, Manolo Caracol, etc.) y sabe tratar esa solera con mimo y respeto, pero no pretende imitarla sino darle nuevo impulso. En suma, un diálogo constructivo entre lo nuevo y lo viejo al objeto de conservar la excelencia.
Para sus objetivos artísticos puede servirse de nuevos textos. Por ejemplo, los “Tangos del Piyayo” ofrecen en el primer corte del disco una nueva letra del propio Lorente, muy metida en el imaginario del flamenco, con versos como “de lágrimas son mis fuentes” y otros que se insertan en la mejor tradición del flamenco jondo. Versos que el cantaor sabe decir con un sentido innato del fraseo, con la riqueza tímbrica del denso y noble metal de su voz, con un depurado dominio de las inflexiones de cada sílaba y de todo lo que se precisa para poner de relieve el texto y la emoción que contiene. También sobriedad e intimismo que, como ha explicado Dolores Fernández Figares en el disco de 2003, son elementos centrales en la configuración de su granadino estilo de cante.
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Dos detalles más. Uno de ellos tiene que ver con el guitarrista que le acompaña en esta grabación, Raúl Mannola. Empezó a tocar con Lorente por una sustitución y ahora es su acompañante habitual. Y no, no hay errata en su apellido que es finlandés y, al parecer, ha de pronunciarse como esdrújulo. Estamos ante un guitarrista extraordinario, discípulo de Manolo Sanlúcar, con talla de solista y amplios conocimientos de la tradición, o sea, de la solera, mismamente. No quiero olvidarme, por otra parte, del percusionista Guillermo García “El Guiller”, si es que he conseguido leer bien su casi invisible nombre para quienes no somos de la estirpe del lince ibérico.
Lo de Mannola pone sobre la mesa (y éste es el segundo detalle) la idea de la desfocalización del flamenco, sobre la que Lorente sabe y ha escrito lo suyo. Quiere decirse que el flamenco ya no es un arte vivo sólo en determinadas partes de España, sino que hay focos internacionales muy activos. En Japón, por ir muy lejos.
A esos focos y a esos nuevos públicos, que muchas veces son casi devotos, nutridos por aficionados entregados que hacen las delicias de los artistas, es a los que más se ha dirigido Lorente en su trayectoria como cantaor. Guarda como un tesoro el recuerdo de memorables actuaciones en Brasil y en Marruecos. Ha cantado, entre otros lugares, en Francia y en Finlandia, en las Antillas francesas y en diversos puntos de España.
Curiosamente, reconoce Lorente que las cosas son más difíciles en nuestro país, quizá por el peso de las relaciones humanas, las piquillas profesionales, la tendencia al clientelismo y la cortedad de miras de algunos gestores del gremio. No lo pongo en duda, pero reconozco que es un mundo que no conozco. Pero cosas parecidas se ven de continuo en el territorio de la música clásica, así que tampoco me extraña demasiado.
En todo caso, me complace y me basta —habida cuenta de mis limitados conocimientos sobre el flamenco, del que sin embargo soy entusiasta— con seguir penetrando en algunas de sus claves de la mano de Manuel de Lorente, antropólogo y cantaor de solera.

6 comentarios:

  1. Un texto de este estilo y categoría levanta el ánimo de cualquier artista. Muchas gracias y un fuerte abrazo. Salud!

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    1. Gracias a ti, Manuel, por tu buena música y tu mucho saber.

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  2. Querido Ángel, una gran abrazo, compartido con nuestra afición al cante de Manuel. Muy atinado y afinado tu texto. Desde Rabat,rodeado de poetas y buen vino, tuyo JA

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    1. Gracias, José Antonio. Me alegra saberte en tan buena compañía; y tu comentario también me trae gratos recuerdos de nuestros "diálogos" de Granada.

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  3. Enhorabuena a Manuel Lorente y gracias a Ángel por sus magníficas palabras.Este nuevo disco es un paso más en la trayectoria de un Manuel Lorente que, a sus muchos valores como "cantaor de solera", une ahora los de poeta de poso: siempre alma de artista.
    Este blog se ha convertido en un lugar de encuentro para los que tuvimos la suerte de compartir aquellos "diálogos" -como dice Ángel- en el Centro de Investigaciones Etnológicas Ángel Ganivet, auspiciados por José Antonio Alcantud con la colaboración de Manuel y algunos otros amigos.Un fuerte abrazo a todos y mucha suerte a Manuel!!!!

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    1. Gracias, Marta. Sí, grandes recuerdos de Granada y del Centro Angel Ganivet. Y eso por no hablar de la inolvidable actuación de Manuel en Oviedo, impulsada desde la Universidad, cuando tú misma dirigías el área de Extensión Universitaria.

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