Se publica hoy la segunda entrega de esta pequeña serie que
analiza algunos de los primeros momentos de la trayectoria del profesor Emilio
Casares, galardonado días atrás con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.
Conviene señalar un hecho que probablemente se les escape a los
jóvenes profesores de Musicología de la Universidad española. Hoy día, allí
donde existen este tipo de estudios (con el desafortunado nombre de Hª y
Ciencias de la Música en la mayoría de las universidades, menos en la Autónoma
de Barcelona, donde se denomina “Musicología”), todo lo que tiene que ver con
la dotación de plazas, redacción de planes de estudio y demás, en nada difiere
de lo que ocurre en otras disciplinas. Sin embargo, esto sólo es así desde hace
unos pocos lustros.
¿Cómo se llegó a á actual situación? Pues, o mucho me confundo o
lo cierto es que la Extensión Universitaria tuvo un papel decisivo en este
proceso. El profesor Emilio Casares recorrió esta ruta con auténtico entusiasmo
y no conviene olvidarlo ni siquiera en un modesto comentario como el presente.
Por esa razón, uno de los epígrafes de la semblanza del musicólogo que en su
versión íntegra se cita abajo, reza así: “la Extensión Universitaria: llave del
futuro”.
***
A fines del siglo XIX y principios del XX los aires
regeneracionistas del krausismo circularon en la Universidad asturiana,
especialmente en el seno del llamado Grupo de Oviedo, con figuras como Rafael
Altamira, Leopoldo Alas Clarín o Fermín Canella, entre otros. La Extensión Universitaria
ovetense fue una de las banderas de aquella modesta pero inquieta institución y
está reconocido su carácter pionero en el conjunto de la universidad española.
Un hombre dinámico como el joven Casares no podía quedar limitado
a la docencia y a la investigación, planos en los que por otra parte llevaba
una carrera brillante, lo mismo que lo fue su recorrido en el escalafón
académico. En esos años llevaría a cabo una serie de actividades que actuaron
como un revulsivo sobre la vida musical del Principado y, lo que no es menos
importante, facilitaron el incremento de la música en las aulas universitarias,
hasta llegar a la histórica puesta en marcha de la Especialidad de Musicología
en el curso 1985-86, primera en su género (y durante años única) en la
universidad española.
Imposible
enumerar las actividades de Extensión Universitaria impulsadas por el profesor
Casares desde mediados de los 70 (numerosos cursillos de Extensión, cursos de
verano, más tarde, ya en momentos en los que empezaba uno a desarrollar su vida
académica al lado de Emilio Casares, los llamados “Conciertos de otoño” y “de
invierno”, pero a modo de cifra de todas ellas nos referiremos a las Semanas de
la Música, creadas en mayo de 1975 y que constituyeron toda una primavera
musical.
En
las primeras ediciones de las Semanas se celebraban unas conferencias (previas
a los conciertos) en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras,
entonces en la Plaza de Feijoo. Por allí pasaron musicólogos como José
Lóprz-Calo, Antonio Martín Moreno, Francesc Bonastre y otras personalidades de
la música, como el compositor Tomás Marco o Francisco Vizoso, valioso crítico
musical del diario gijonés El Comercio. Dos de estos
ciclos —que, como los propios conciertos, iban recorriendo los diversos
períodos de la Historia de la Música— fueron recogidos en sendos libros, los
primeros coordinados por el profesor Casares.
La
III y la IV Semana (1977 y 1978) estuvieron dedicadas a presentar las
recuperaciones de la música conservada en la Catedral de Oviedo, que estaba
siendo estudiada y transcrita por Emilio Casares. Marcaron un punto de
inflexión. Fueron un éxito y se vio que la ciencia de la música era capaz de
devolver a la sociedad algo de aquel valioso patrimonio, bien custodiado en el
archivo catedralicio, sin duda, pero apenas existente para el común de los
ciudadanos. Esta línea de investigación sobre las
músicas catedralicias (de Oviedo y León) se cerraría en la práctica pocos años
después.
La
capacidad de “transferencia a la sociedad”, como se dice y se exige hoy, había
empezado a formar parte de la personalidad científica del profesor Casares y
así sigue siendo hasta la misma hora de escribir estas líneas. El marco no pudo
haber sido más adecuado: la hermosa y biensonante capilla del antiguo Hospicio
(Hotel de la Reconquista), diseñada por Ventura Rodríguez y realizada por
Manuel Reguera en el siglo XVIII. ¡Qué bien sonaban allí aquellas músicas de
Furió y de Lázaro, por citar a dos de los grandes maestros de capilla de la
Catedral de Oviedo!
El
paso de las “semanas” a lo que, tras algunas dudas y variantes en la
denominación, acabó siendo el Festival Internacional de Música y Danza de
Asturias se inició en la octava edición. La danza ganó protagonismo y se
sumaron al evento nuevas localidades asturianas. En esos festivales hubo
grandes orquestas y solistas, estrenos varios, óperas a cargo de compañías del
Este de Europa (modestas pero equilibradas) que abrieron el género a sectores
juveniles y populares muy distintos a los habituales. Además de los programas
de mano sueltos se editaba un cuidado libro con toda la información y artículos
incluso de tinte musicológico.
Si
la ciudad de Oviedo goza en el siglo XXI de una llamativa oferta musical ello
es así, en buena medida, por el desarrollo de la Extensión Universitaria
capitaneado por Emilio Casares, iniciativa que dio savia nueva a una tradición
melómana que ya era consustancial a la ciudad (Sociedad Filarmónica, Temporada
de Ópera…) y que supo amplificar su discípulo Luis G. Iberni hasta su
fallecimiento en 2007.
Foto:
El
rey Felipe VI, acompañado de la reina Letizia, con algunos de los galardonados (entre ellos el profesor Emilio Casares) con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. De las fotos oficiales del acto.
Referencia:
Ángel
Medina: “La musicología en acción del profesor Emilio Casares”. Allegro cum
laude. Estudios musicológicos en homenaje a Emilio Casares. Ed. María Nagore / Víctor Sánchez. Madrid, Instituto
Complutense de Ciencias Musicales, 2014, pp. 17 – 27).
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