Incluso los seguidores esporádicos de este blog habrán podido deducir que 2015 fue un año pródigo en cuanto al número de tesis doctorales presentadas y defendidas. Por eso he ido escribiendo sobre investigadores doctorados en fechas relativamente recientes. Y hoy le toca a Miguel Álvarez-Fernández, tal como prometía en una reciente entrada.
El caso es
que el martes, 13 de octubre de 2015, presidí el tribunal que juzgó la tesis de
Miguel Álvarez-Fernández, a quien conocía desde años atrás. Su directora fue la
Dra. Marta Cureses, reconocida autoridad en la música española contemporánea,
con sus monografías sobre Agustín González Acilu, Tomás Marco o su rigurosa
historia del Premio Jaén, entre otras muchas publicaciones y méritos.
Participaron en el tribunal el performer y poeta visual Bartolomé Ferrando,
profesor de performance y arte intermedia en la Facultad de Bellas Artes de
Valencia, así como José Luis Pardo, catedrático de la Facultad de Filosofía de
la Universidad Complutense de Madrid.
Miguel
Álvarez-Fernández dejó un excelente recuerdo en la Universidad de Oviedo como
estudiante de tercer ciclo, autor de un buen trabajo de investigación de
doctorado, becario de investigación, docente durante la fase final de su beca y
conversador incansable. Todo esto ocurría en los años del cambio de siglo, pero
tuve la oportunidad de seguirle en posteriores etapas de su vida. Por ejemplo
cuando era becario en la Residencia de Estudiantes y yo me alojaba allí por
ciertos asuntos oficiales. ¿Cómo olvidar aquella cena en la que, como un
perfecto anfitrión, hizo que Chavela Vargas, él y yo mismo compartiésemos mesa
y pudiésemos ambos disfrutar de las fabulosas historias que nos contaba la
célebre cantante. Que, por cierto, estaba afónica y tenía prohibido hablar por
prescripción facultativa que se saltó a la torera.
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Desde que
Miguel Álvarez-Fernández obtuvo el Diploma de Estudios Avanzados (2004) hasta el presente
ha pasado más de una década. Eso significa que la tesis sufrió importantes
retrasos sobre el plan previsto, pero quiere decir también que ha sido
redactada partiendo de una experiencia humana e intelectual sin parangón con la
que tenía entonces. Miguel Álvarez-Fernández no sólo tiene una respetable
trayectoria como artista sonoro sino que se encarga de un prestigioso programa
de Radio Clásica (Ars Sonora, desde 2008) y desde 2012 es profesor de la
Universidad Europea de Madrid, donde imparte clases de Pensamiento musical en
el grado en Creación Musical. Y es otras muchas cosas que no cabe mencionar
aquí para no distraer al lector del tema principal de estas líneas.
La tesis se
titula La voz límite. Una aproximación estética a la vocalidad teratológica
desde el arte sonoro. Y el rasgo que más destaca de esta tesis es su extraordinaria
madurez. Eso se advierte en el propio lenguaje empleado, que es académico,
sutil y lleno de matices, rico y a veces de sintaxis compleja, en el que se
deslizan imágenes muy logradas y en el que se advierte incluso un fino sentido
del humor. Si tuviese que resumir mi experiencia como lector de esta tesis
diría que en muchos momentos no me daba cuenta que estaba ante el trabajo de un
doctorando y creía estar leyendo a uno de esos filósofos de la French Theory
que han resultado decisivos para el autor de aquellas páginas.
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Tengo que
decir que esta tesis resulta tan sorprendente que me hace añorar los tribunales
de cinco miembros, incluso en puridad lo ideal en este caso sería un número
mayor. Ello es así por la amplitud de temas tocados, por los lazos que se entretejen,
por la sabiduría que demuestra el autor. Desde luego, harían falta aquí
médicos, lingüistas, antropólogos, psicólogos, estudiosos del cine y del cómic,
en fin, especialistas en algunas de las muy diversas disciplinas que concurren
en esta investigación.
Pero también
es cierto que se dirimen asuntos relacionados con la voz, el sonido y las ideas
en determinadas circunstancias sociales y en determinadas realidades y
ficciones. En ese sentido creo que la tesis cumple con tres objetivos marcados
en las conclusiones: ampliar los horizontes de la musicología, apropiarse desde
este ámbito de los sound studies que suelen tratarse más en medios de las artes
plásticas, y, tercero, dar una visión con un método claro de trabajo que nos
permite hablar sin exageración de “filosofía de la música”.
La verdad es
que esta tesis no se parece a ninguna que yo haya juzgado en los últimos 30
años; y añado que han sido muchas. Lo cual no quiere decir en modo alguno que
sea por eso inferior o superior a otras (aunque esté entre las muy buenas), tan
sólo que es un caso singular.
Los
musicólogos nos movemos en muchas de nuestras investigaciones en el terreno de
la Historia. Nuestras fuentes son los documentos inéditos de los archivos, las
partituras editadas y manuscritas, las grabaciones, los testimonios orales, las
representaciones iconográficas, etc. Y paralelamente consultamos la
bibliografía existente sobre el tema. En esta tesis todo se articula en torno
al diálogo de diversas ideas-fuerza y se da el caso de que las fuentes y la
bibliografía están íntimamente entremezcladas.
Este hecho
genera una paradoja de la que el propio doctorando era consciente. Y es que el
capítulo clásico en toda tesis sobre el estado de la cuestión, fuentes y
metodología está aquí metido con calzador, en parte por lo que aconseja la
propia normativa académica. Miguel Álvarez-Fernández sabe perfectamente que ese
capítulo no puede ceñirse al modelo oficial y está llamado a desaparecer si
este trabajo se convirtiese en un libro. No es, pues, una tesis clásica sino un
monumental ensayo en el que se investiga muy a fondo en todo tipo de documentos
y sobre el desarrollo de una serie de ideas.
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Imaginaba
uno que iba a enfrentarse a otro tipo de voces límite. Por supuesto, pensaba en
obras que sí salen en la tesis, como el Canto de los adolescentes, de Stockhausen, pero
también en toda la evolución tecnológica, en la poesía concreta, en las voces
difónicas tibetanas —usadas por algunos buenos amigos como Llorenç Barber—,
incluso de voces étnicas, como pudieran ser las polifonías corsas o las
polifonías de los pigmeos. Pero todo esto son “otras voces”, no exactamente
voces-límite.
“Pensar
musicalmente la nada”, o lo que le aproxima: ahí tenemos el punto
de partida de Miguel Álvarez-Fernández, resumido con sus propias palabras.
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Las
categorías que se han empleado en la tesis son muy instructivas, aunque no
todas poseen el mismo rango. Por ejemplo, la voz “no-muerta” da un enorme juego
intelectual y tiene la ventaja de ser real y aprehensible, básicamente en torno
al mundo de la fonografía. Por otro lado el impacto de la voz no-muerta a
través del ejemplo seleccionado de Antonin Artaud es una parte muy lograda de
este trabajo. También lo es el esfuerzo de contextualización que realiza, en el
sentido de situar el primer auge de la fonografía en momentos en que la
atención a la muerte crece exponencialmente en lugares como Estados Unidos y
cuyo desarrollo ha llegado al paroxismo con el morbo de los informativos
actuales y la sociedad global. Por eso, la expresión “tumbas resonantes” privadas
de consciencia, de Jonathan Sterne, para referirse a las reproducciones
fonográficas, es muy lograda e inquietante.
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La categoría
opuesta, al menos en un cierto sentido, es la voz “no-nata”. Y aquí encuentro
que nos aproximamos más que nunca a la nada. Dispongo incluso del cómic con
texto de Alan Moore que es objeto de estudio, El amnios natal. Estamos en un regressus hacia la nada, hacia
una especie de big-bang primigenio y matricial que se nos escapa. Es un límite, sin
duda, pero que se nos escapa como voz y casi como límite.
En este
sentido me pregunto si la voz no-nata no habrá traspasado el límite de lo que
se puede estudiar con algún fundamento. Lo digo porque parece un mundo mucho
más etéreo que el de la voz no-muerta o que otras de las voces analizadas en la
tesis. Es la voz que deja de pertenecernos cuando retrocedemos a un mundo
previo a la natalidad, como el propio autor señala. En realidad soy consciente
de que también se llega a ciertas conclusiones precisamente a través de la
negatividad.
Pero es
curioso que va mucho más allá de la idea de silencio, idea casi imposible desde
las célebres experiencias de Cage que también salen a relucir. Por cierto, no
sé hasta qué punto esa idea de una “tercera voz” (se cita para este asunto a
Douglas Kahn) en el interior de la cámara anecoica, relacionada con el propio
yo y la propia discursividad de Cage, tiene la misma solidez teórica que otras
elaboraciones. Y es que como sigamos así la cámara silenciosa de Cage va a
parecer una discoteca funcionando a toda pastilla.
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Más
asumible resulta el estudio sobre la voz adolescente como voz límite. En
todo caso, el análisis como un camino de la voz viva a una voz maquinal,
inhumana, a partir del Canto de los adolescentes, es desde luego un buen
ejemplo de esa ajenidad que es propia de las voces límite.
Se
establecen aún otras dos tipologías de voces límite que me han interesado
particularmente. Por una parte la voz vírica que, en una posición radical,
puede ser cualquier voz que nos invade, muy en especial las de las consignas
políticas y comerciales. La otra es la voz excremental, que actúa un poco a la
inversa de la anterior, pues si aquélla nos posee, ésta sale y se separa del
cuerpo, como los propios excrementos. Y no se olvida Miguel Álvarez-Fernández de comentar
todas los condicionantes psicoanalíticos de la voz excremental, la idea del
“ano parlante”, entre otros detalles. A mí se me ocurre que el mundo de los
endemoniados y posteriormente exorcizados es en un paraíso para las voces límite,
especialmente para la vírica y la excremental. La vírica porque se introduce la
voz del demonio (léase el correspondiente trastorno de la conciencia que lleva
a ese estado) y la excremental porque hay un proceso de expulsión que puede
producirse en medio de sonidos desprovistos de semanticidad, gritos, coprolalia
clara y otros elementos. Estos relatos están basados en hechos reales, pero de
la misma manera que ocurre en el tema de los niños salvajes, la ficción se
entrelaza también en ellos y no sólo por los fuertes contenidos religiosos de
estas situaciones en nuestra cultura.
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Todos estas
tipologías tienen en común su conexión con lo monstruoso o teratológico, aunque
de muy distinta manera. La relación del niño salvaje Victor de l´Aveyron con el
sonido es teratológica, como también lo es él mismo, al menos pensando en los
cánones al uso. pero en la tesis ha lugar también para la paradoja y por eso
Víctor puede descubrirnos lo humano, demasiado humano, como Miguel
Álvarez-Fernández apunta parafraseando a Nietzsche.
La
animalidad se pone en un plano por debajo de lo humano, del mismo modo que lo
maquinal pretende situarse por encima. En lo teratológico hay siempre un juego
de exceso y defecto. Incluso los antiguos tratados de teología explican en que
consiste el hombre entero por oposición a los que tienen cosas de más (por
ejemplo seis dedos en una mano) o cosas de menos (como los castrados) y los
lanzan a la región de los monstruos.
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Por si fuera
poco todo lo anterior (que ocupa unas cuantas líneas pero no pasa de ser tan
sólo un resumen en clave casi de telegrama) se incluyen en esta investigación
análisis de ciertos momentos de películas como El último tango en París, o Franckenstein, lo mismo que antes El
niño salvaje, de Truffaut.
Al llegar al
final de la tesis se ve que estamos ante el trabajo de un intelectual. Lo digo
porque por las páginas de esta tesis han ido desfilando hitos y mitos de la
modernidad: cineastas como Truffaut, guionistas de cómic como Alan Moore,
visionarios como Artaud, Marinetti o Borroughs, mitos como el de Eco y Narciso,
conceptos platónicos, kantianos y de los pensadores franceses, en suma, toda
una “enciclopedia cultural”, por decirlo a la manera de Umberto Eco, que
quintaesencia lo más sugerente de la Edad Contemporánea. Y ello se opera,
además, desde un manejo de lenguas envidiable, como lo demuestran las
traducciones propias que el autor inserta de continuo en esta tesis.
En cierto
sentido se prueba que es posible trabajar como un intelectual desde el mundo
del sonido y hacerlo además con muy buena escritura. Es algo que escasea en
España y por tanto auguro a Miguel Álvarez-Fernández un futuro prometedor en este campo.
Y, claro, en toda defensa de tesis hay objeciones por parte del tribunal, pero aquí no vienen al caso porque esto no es un acta de la sesión sino un apunte de las cosas que me resultaron más inspiradoras.
+n buen
lugar en este terreno.