viernes, 1 de octubre de 2021

Adiós a las aulas





Este blog se ha ido construyendo al hilo de la experiencia, como escribí cuando lo puse en marcha hace ahora seis años. No creo que desentone recoger en una entrada un hecho muy significativo en mi vida profesional. Me refiero a la jubilación, iniciada el 1 de septiembre pasado, tras casi cuarenta años de profesor universitario, 

Son varios los factores que me animan a redactar unas líneas a este respecto. En principio, no hay nada de sorprendente en que alguien se retire y menos aún en mi caso. Pero se dan algunas circunstancias que me complace recordar en estos momentos de adiós a las aulas. Y uso esta expresión porque el adiós no se lo digo a todas las actividades que marcaron mi vida, sino solo a algunas. En concreto, me despido de mi trabajo en la Universidad de Oviedo, pero no de la Musicología. Vayamos, pues, con tres breves pinceladas, apenas unos botones de muestra, directa o indirectamente relacionadas con el ámbito docente.

 

1.    La especialidad de Musicología

He entregado una parte muy importante de mi vida a la Universidad, pero puedo decir que he recibido mucho más a cambio. Salgo agradecido y en paz. Y echando la vista atrás, encuentro no pocas satisfacciones. Así, me produce una especial sensación de orgullo el haber sido uno de los profesores que pusieron en marcha la Especialidad de Musicología en el curso 1985-1986. Junto con José Antonio Gómez (hoy día decano de la Facultad de Filosofía y Letras) y bajo el impulso y dirección de nuestro común maestro, Emilio Casares, se pusieron en marcha unos estudios que eran pioneros no solo en nuestra universidad, sino a nivel estatal. El paso a Licenciatura de segundo ciclo fue un notable avance y la estabilización definitiva llegaría con la conversión en Grado. El profesor Casares se había trasladado a la Complutense y hube de asumir bastantes responsabilidades en el mantenimiento de nuestros estudios, siempre en permanente riesgo por razones que ahora no vienen al caso. Mi labor como vicedecano, siendo decano Adolfo R. Asensio, se centró precisamente en los planes de estudios. Con el tiempo, se superaron todos los impedimentos que había. Los más veteranos recordamos una entrevista con el ministro socialista Rubalcaba, de la que salimos un tanto desolados, pero con una esperanza de solución que finalmente se cumplió.

 

2. A gusto en el aula

Quien esto escribe se encuentra en el aula como en su hábitat natural, así que no tiene mérito que la comunicación con el alumnado haya sido sistemáticamente fluida y cordial. Hay datos objetivos que así lo acreditan. De los centenares de alumnos y alumnas que han pasado por mis clases, algunos pueden ser considerados como discípulos. Esto se produce por diversas razones (por simple afinidad, becas, dirección de Trabajos Fin de Grado o Fin de Máster, etc.) pero sobre todo se da este salto cualitativo cuando el graduado se plantea realizar con uno un proyecto de investigación o la tesis doctoral. Creo que esta última es la actividad más difícil en la vida de un profesor que se tome en serio este alto nivel de estudios, investigación y titulación. La realidad más dura de tal dedicación es que, en ocasiones, las tesis se abandonan a medio camino por las causas más variadas, después de haber realizado muchos esfuerzos tanto por parte del director como del doctorando. El lado gratificante estriba en que he podido dirigir un buen puñado de tesis doctorales, no pocas de las cuales se han publicado y han obtenido premios diversos, como el Extraordinario de Doctorado y algún otro. Pasan de la docena los discípulos que, tras la obtención del doctorado, han seguido la carrera académica y son hoy destacados musicólogos en diversas universidades españolas y en alguna extranjera. Lo más positivo es que, desde diferentes campos, han sabido superar a su director. Y conste que intento ponérselo difícil; pero se trata de personas que han podido completar su formación en otros países, especializarse, abrir caminos en la musicología, crear grupos de investigación y publicar trabajos de mucho valor. Es un mérito exclusivamente suyo y es casi como una ley de vida (pues lo raro sería que no sucediese de este modo), pero complace recordar que los primeros pasos en la investigación los dieron bajo la tutela de quien suscribe. Además, en ciertos casos seguimos teniendo contacto como amigos y colegas, intercambiamos informaciones y nos hacemos consultas recíprocamente. 

 

3. Conferencia de despedida


 

Como tengo historia y anecdotario para muchas páginas, corto por lo sano y cierro hoy con un último apunte sobre el acto de despedida que tuvo lugar el pasado 13 de septiembre. Había manifestado mi intención de salir de la universidad sin ningún tipo de ceremonia. Incluso bromeaba con los colegas más cercanos diciéndoles que si el curso 2020-2021 había empezado siendo presencial y después había concluido bajo formato virtual, procedía trasladarse a un estado aún más etéreo, a modo de desaparición. Tal vez me había sentado mal alguna lectura de Enrique Vila Matas. Mis compañeros y compañeras, pese a lo dicho, pensaron que una clase de despedida podría ser más procedente. Esta idea, que tuvo el apoyo unánime del área, me hizo cambiar de opinión y ahora me siento muy agradecido a todos y todas mis colegas por haberme brindado esa oportunidad. Desde el decanato, con especial mención para el ya citado decano de nuestra Facultad, se acogió la propuesta muy favorablemente y se asumió la perfecta organización y publicidad de esta especie de ultima lectio, que tuvo lugar en el Salón de Actos de la Biblioteca de nuestro Campus de Humanidades. Presidió el señor rector, Ignacio Villaverde, en un tono muy cordial y distendido. El decano, José Antonio Gómez, realizó una cálida semblanza de mi trayectoria investigadora y docente. La conferencia se titulaba Virtus musicae: sobre el sonar y sanar de los cuerpos y las almas. Se deriva de un estudio que se publicará, ya con todo el aparato crítico propio de un texto académico, en 2022. Lo que la hizo inolvidable, más allá de la solemnidad aportada por las autoridades citadas, fue la asistencia de un público que llenó el amplio Salón de Actos, respetando las normas que impone la pandemia, y que estaba formado por numerosos y atentísimos estudiantes, toda el área de Música (¡gracias, compañeros y compañeras!), destacados profesores de otras áreas, universitarios de la administración y servicios, amigos y mi esposa, María Jesús, sin la que no hubiera sido posible lo mejor de mi vida, Al concluir, hubo unos aplausos tan intensos y prolongados que me sentí querido a la par que abrumado. Estos sentimientos se repitieron al descubrir –en el momento de los saludos y felicitaciones tras acabar el acto– que algunos de los asistentes estaban visiblemente emocionados. Lo dicho, no escatimé esfuerzos ni dedicación a la musicología universitaria, pero recibí un tesoro a cambio. 

Nota bene: en puridad, tendría que haber citado por su nombre a decenas de personas y no solo a las autoridades que participaron en el acto, pero esto me hubiera llevado con total certeza a incurrir en omisiones no deseadas. Todos y todas estaréis siempre en mi memoria.

 

Fotografías cortesía del fotógrafo Alberto Morante

Foto 1: Panorámica del Salón de Actos. En la mesa, Ángel Medina, rector de la Universidad de Oviedo y decano de la Facultad de Filosofía y Letras.

Foto 1: Un momento de la conferencia de despedida de Ángel Medina.