lunes, 28 de septiembre de 2015

Workshop de Musicología en Oviedo


Entre los días 10 y 12 de septiembre de 2015 se celebró el Workshop  De la investigación musicológica a la transferencia social en el marco de las actividades de nuestro Grupo de Investigación en Música Contemporánea de España y Latinoamérica “Diapente XXI”.
El término inglés sugiere que no se pretendía realizar un encuentro académico clásico (un congreso o un simposio, por ejemplo) sino algo más participativo, a modo de taller o reunión de trabajo en la que se mostrasen realizaciones ya hechas como sugerencia y estímulo en el plano de la transferencia de conocimiento. 
Y creo que se logró ese objetivo por la confluencia de diversos factores, entre ellos la perfecta dirección del evento a cargo de Celsa Alonso, persona con capacidad de mando y que supo crear en equipo de trabajo atento a todo y muy eficaz, empezando por los secretarios María Fouz y Daniel Moro y continuando con los profesores Marcela González, Julio Ogas y Eduardo Viñuela.
El “artista invitado” fue Phillip Tagg, toda una institución en el análisis de las músicas en los medios audiovisuales desde finales de los años 60. Le gusta presentar sus análisis (de un anuncio, por ejemplo) sirviéndose de unos vídeos que son tan dinámicos en su factura, tan llenos de flechas, ráfagas y mil efectos, que parecen un vídeo-clip creativo y no una ilustración didáctica.
Y luego está el reencuentro con viejos amigos como Carlos Villanueva (Santiago de Compostela) y con los colegas de nuestro Grupo del otro lado del charco —Juan Pablo González (Chile) y Marita Fornaro (Uruguay)— y el descubrimiento de nuevos y valiosos miembros, como la brasileña Heloisa de Araujo Duarte Valente o Edgardo José Rodríguez (Argentina). No faltaron, entre los participantes activos, destacados musicólogos y profesores españoles como Julio Arce (Madrid), Itziar Larrinaga (País Vasco), Teresa Fraile (Extremadura) y los propios integrantes del Grupo, profesores, becarios, recién doctorados (o en curso) de la Universidad de Oviedo, como Marcela González, Julio Ogas, Eduardo Viñuela, Laura Miranda, Diana Díaz, Daniel Moro, Mirian Mancheño, Diego G. Peinazo y Olga Pérez-Caballero. Por cierto, los más jóvenes dieron una lección de rigor y profesionalidad, muestra de lo que ha evolucionado nuestra disciplina en los últimos lustros.
No es mi intención realizar la crónica de este Workshop, en el que me tocó realizar la conferencia inaugural y presentar un pequeño recital del Taller “Lolo Cornellana” de la Misa de gaita, que gustó mucho < http://www.misadegaita.com >, pero al menos diré que resultó inspirador para muchos, incluidos los veteranos en estas lides. Por cierto, nunca me había presentado nadie tan emotivamente como lo hizo Celsa Alonso ese día.
Un último detalle: los humanistas en general y los musicólogos en particular hemos de reflexionar con calma sobre el propio concepto de “transferencia del conocimiento” que reiteradamente confundimos o mezclamos con los de “transmisión” , “impacto” y otros. Habrá que volver sobre ello.

Tesis de Daniel Moro sobre Bernaola

Se le hace difícil a uno recordar un mes de julio tan ajetreado como el de 2015. Afortunadamente se cerró a nivel académico con el acto de defensa de la tesis doctoral de Daniel Moro, el día 27. Fue una magnífica sesión universitaria —con Yvan Nommick, Julio Ogas y Belén Pérez Castillo en el tribunal— en la que culminó un trabajo que había comenzado cuatro años antes, cuando Daniel obtuvo una beca predoctoral para realizar la tesis.
El de Daniel es un caso de progresión académica muy notable, pues le vimos pasar de una primera etapa en la que tuvo que buscar las herramientas adecuadas, con no poco esfuerzo, a otras fases en las que dichos recursos fueron manejados con extrema soltura.
Centrada en la figura de Carmelo A. Bernaola, su tesis desvela la cocina compositiva del creador vasco, con un uso muy inteligente del análisis mediante la PC Set Theory, el análisis textural y con algunas incursiones en el mundo de la intertextualidad. Bernaola está muy estudiado, si juzgamos por los libros que hay sobre él, pero nunca lo había sido de este modo.
Por si fuera poco, el estudio del contexto es muy sólido, con muchas novedades que habrán de ir saliendo a la luz en futuras publicaciones. Otro de sus logros es que no se refiere a las obras primerizas de Bernaola mencionando simplemente las influencias evidentes que presenta sino indagando de qué manera Bartók, Maderna o Petrassi han pasado a su bagaje.
Puedo asegurar que en casos como el de Daniel Moro los esfuerzos que como director pude haber realizado han quedado compensados con creces. ¿Qué más se puede pedir?
En 1981 se celebró en la Sociedad Filarmónica de Oviedo un concierto homenaje a Béla Bartók en el centenario de su nacimiento. Un trío —en el que Carmelo Bernaola, nombre ilustre de la Generación del 51, tocaba el clarinete— interpretó, entre otras, obras de Bartók y una del propio Bernaola. Fue un concierto singular, de los que hacen historia, pero no gustó a buena parte del público.
Bartók había estado cincuenta años antes en la Filarmónica. Gerardo Diego, a la sazón profesor en Gijón, realizó una bella presentación del músico. Por supuesto, muchas de las composiciones interpretadas eran del creador húngaro. Creo haber leído que lo llevaron a cenar fabada y que Bartók pudo escuchar una muestra de canción asturiana. Parece que la burguesía ovetense de los años treinta supo estar a la altura de las circunstancias, al menos con respeto. ¡Qué hermosa crítica la de S. Magdalena en La Voz de Asturias! Sin embargo, el público del concierto de 1981 no lo estuvo. Aún recuerdo los murmullos de desaprobación, especialmente dirigidos hacia la obra de Bernaola, el Homenaje a Bartók, que tiene la misma plantilla que la bartokiana Contrastes. Cuando se dice que Oviedo ama la música clásica no se exagera, pero de ahí a entusiasmarse en 1981 con Bartók o con Bernaola hay mucho trecho que recorrer, muchos prejuicios que superar y mucho canon estético que modificar.

Emilio Casares, un apunte del natural

He escrito varias veces sobre el profesor Emilio Casares, a quien me gusta llamar “maestro y amigo”. Lo he hecho en medios periodísticos y académicos. La última vez ha sido con motivo del libro-homenaje que se le tributó en la Universidad Complutense, coordinado por María Nagore y Víctor Sánchez. Me encargaron la semblanza humana y profesional del homenajeado. Creo que los párrafos finales no desentonan con el tono de este blog y me permiten incluir a Emilio Casares en el mismo desde el primer momento, al margen de que pueda volver sobre su figura en ulteriores ocasiones. Las dichos párrafos son los que siguen:                   :
“En primer lugar nos consta que Casares es de los que se alegra de los éxitos de los demás, empezando por los discípulos a quienes ha dirigido sus tesis o que han publicado algún libro, que ya son muchos en ambos casos. Posee un don innato para crear sentido de pertenencia a un grupo, a un proyecto o círculo amistoso. Pudimos comprobar en persona –y es cosa muy seria– esa capacidad suya de cohesionar personas a raíz de su reiterada presencia en Hispanoamérica durante los años del Diccionario. Se produjeron acercamientos entre musicólogos de distintos países, de distintas tendencias e incluso hubo aproximación entre académicos que habían tenido que distanciarse por las heridas abiertas durante los años de oprobio y dictadura padecidos en determinados países.
El profesor Casares es un hombre de frases lapidarias, de dichos propios que ya corren de boca en boca entre alumnos y colegas de lo célebres que resultan. Se reconoce como seguidor del despotismo… ilustrado. Bromea sobre su buena salud asegurando que la última enfermedad padecida fue el sarampión infantil y que para mantenerse en forma basta con no fumar, no hacer deporte y trabajar dieciséis horas al día. Muchos pensábamos que cuando tuvo que reposar no poco tiempo por una lesión en el calcáneo le iba a dar un ataque de nervios. Habíamos olvidado que es un mago del teléfono móvil y que con uno en sus manos puede mover el mundo sin salir de casa.
(…) Así, causa asombro universal su capacidad de trabajo, del mismo modo que a los más jóvenes de sus colaboradores les aterran sus broncas monumentales, pero siempre pasajeras. Entre los hispanoamericanos sorprende sobre todo la rapidez en el lenguaje, la eficacia y las dotes de organización. Y es que Casares parece estar siempre bordeando las leyes de la física. Se mueve velozmente, como si militase en el Futurismo o habitase en un acelerador de partículas. Casares es martillo de taurinos, de nacionalistas y de cocineros de la nouvelle cuisine. Propagandista de la horticultura berciana y terror de maîtres y camareros –con los que discute de lo humano y de lo divino–, nuestro hombre hace gala de un finísimo paladar, aunque casi nunca puede acabar con su plato porque tiene la frugalidad incrustada en el ADN y porque entre comer y hablar prefiere lo segundo.
Mil historias jugosas se quedan en el tintero, mas toca ya poner el punto y final. Diría uno, a modo de síntesis, que Emilio Casares actuó siempre como una anticipatio notae. Esta figura de la retórica musical consiste en que una nota disuena en un acorde por la sencilla razón de que pertenece al siguiente. Este es el sino de los que –incluso en medio de la incomprensión de los demás– se adelantan, exploran y señalan el camino correcto”.
(Véase el texto completo en Ángel Medina: “La musicología en acción del profesor Emilio Casares”. Allegro cum laude. Estudios musicológicos en homenaje a Emilio Casares. Ed. María Nagore / Víctor Sánchez. Madrid, Instituto Complutense de Ciencias Musicales, 2014, pp. 17 – 27).

Consejo de Horacio sobre la elección del tema


Horacio se refirió a la elección del tema literario con palabras muy sabias que pueden aplicarse en muchas circunstancias. En su Poética leemos: “Emprended los que escribís un tema adecuado a vuestras fuerzas”. Y acto seguido añade: “y reflexionad largo tiempo acerca de qué rechazan o qué aceptan  llevar vuestros hombros”.
Considera Horacio que actuar de este modo tiene una consecuencia inmediata, a mi modo de ver más valiosa y deseable que cualquier otra: “Al que haya elegido el tema a la medida de sus fuerzas no le abandonarán ni la facilidad expresiva ni el orden claro” (el subrayado es nuestro).
Se me ocurre —por deformación profesional—que estas reflexiones horacianas podrían ser útiles a quienes empiezan a escribir una tesis. O, si me apuran,  un microrrelato.

(Las citas proceden de la edición bilingüe de Aníbal González. Aristóteles / Horacio: Artes poéticas. Madrid, Ed. Taurus, 1991, p. 130).

Presentación


Los textos que siguen son retazos de mi memoria, cosas de ayer y de hoy; en suma, algunos de los centones que me han ido conformando. Y que ahora, ya en la edad provecta, me complace compartir.
Nace este blog el 28 de septiembre de 2015, día de mi 60 aniversario y eclipse de luna. La música y la musicología  serán protagonistas de este espacio, aunque no de manera exclusiva y siempre en clave personal y al hilo de la experiencia.