I.
Hace siete
años que falleció el compositor y académico Ramón Barce Benito (Madrid,
16/03/1928-14/12/2008).
Ahora pienso
en lo mucho que le debo, en las fascinantes veladas que pasé con Ramón y su
esposa, Elena, en joviales reuniones a las que se sumaban con frecuencia
algunos otros de sus numerosos amigos, como Mariti (que tampoco está ya con
nosotros) o los compositores Carlos Cruz de Castro y Agustín González Acilu.
También, en los muchos momentos vividos en Asturias en cursos, conciertos o
actos académicos de todo tipo, visitando el Prerrománico, en casa con mi
familia, degustando la buena cocina de la tierra en compañía de Josep Soler y
de la pianista Eulalia Solé; o en Olite, Granada, Alicante…
Se me viene
a la cabeza el momento exacto en que lo conocí: entraba él en un aula de
Extensión Universitaria —Gijón, verano de 1979—, seguido de una glamurosa joven
que resultó ser Elena Martín. Ese año y el siguiente Ramón estuvo ayudando a
Emilio Casares en la coordinación de los cursos estivales que proporcionaron la
materia prima para el libro 14 compositores españoles de hoy, pionero en el género de
los autoanálisis de los nuevos creadores musicales.
Por eso,
cuando el profesor Casares me comentó que tal vez podría realizar mi tesina
sobre Ramón Barce (pues había advertido mi admiración y afinidades de gusto y
de inquietudes con el maestro), creí que me estaba leyendo el pensamiento. De
hecho, había fantaseado con esa posibilidad y aquella sugerencia fue como un
regalo.
Ramón me
atendió con absoluta entrega. No hablábamos mucho de su música. Creo que era un
punto pudoroso en este terreno y no quería imponer una visión de su actividad compositiva.
Yo le pedía materiales, los estudiaba y posteriormente comentaba con él
cuestiones de fondo, más que de detalle. Coversábamos mucho de literatura y de
otros mil asuntos. De esa manera me fui situando en las coordenadas adecuadas
para concluir la tesina en 1982, convertida al año siguiente en mi primer
libro.
No es mi
intención glosar su figura (ya lo he hecho en muchos otros escritos) sino
simplemente recordarlo y compartir ese recuerdo con quien se acerque a este blog.
Para ello he seleccionado dos fragmentos del artículo “Inventario de la
lucidez: Ramón Barce (1928-2008)”, literalmente redactado entre lágrimas.
Sirvan estas
líneas —que también van dedicadas a Elena, por derecho propio— de pequeñísima
ofrenda a quien fue un artista benéfico e imprescindible en la música española
de la segunda mitad del siglo XX.
II.
“Ahora es el peor momento de mi vida, que
no puedo entender sin Ramón después de tantísimos años”. Éstas eran algunas de
las palabras que Elena Martín, viuda de Ramón Barce, escribió al autor de estas
líneas el 28 de febrero de 2009, en una carta llena de dolor y de desesperanza.
Procede citarlas aquí porque, aunque sea en una medida no comparable, hay
muchas personas que aquel frío 14 de diciembre de 2008, domingo, sintieron que
surgía un vacío irreparable con el fallecimiento del compositor.
Sin él, la viuda apenas se puede explicar
su propia vida y, sin su trayectoria vital y artística, tampoco se pueden
comprender muchos de los avatares de la música española en los últimos
cincuenta años. Y procede, en fin, citarlas, con más motivo al comienzo de este
trabajo, precisamente en reconocimiento a Elena Martín (esposa, amiga, médica
de cuerpo y alma, retratista de cámara –de cámara al quite- y musa tutelar),
porque sin ella, dicho sea con toda claridad, Ramón Barce no hubiera sido el
mismo, ni igual de feliz; y, sin duda, nos hubiera dejado mucho antes.
Reconozcámoslo: Átropo no deja nunca su
trabajo sin hacer (así nos lo recuerda la estremecedora Déploration de Josquin por la muerte de su maestro
Ockeguem, con texto de Molinet), pero también es cierto, como apuntó Horacio,
que los grandes hombres nunca mueren del todo y que incluso siguen creciendo
con el recuerdo y la admiración de quienes le sobreviven.
III.
Barce teorizó en un texto inédito,
titulado Inventario, sobre
la necesidad de un “inventario universal”. Escribe el compositor: “Falta, en la
investigación humana, una relación completa de las cosas existentes”. Se queja
Barce de lo poco que sabemos: ni siquiera hay datos fiables para el número de
personas del planeta. A veces, ironiza el compositor, tenemos datos concretos
sobre especies en extinción, pero “nadie, en cambio, puede saber cuántos
gorriones viven hoy en Europa”.
Este preámbulo jocoso lleva a cuestiones
mucho más complejas acto seguido: la determinación de la unidad, incluyendo los
objetos no materiales, los problemas de la individuación, los objetos
innecesarios, los poliobjetos (relacionables con el kitsch), la superación de los simples niveles
estadísticos (siempre cuestionados por el hecho cualitativo), entre otras
docenas, tal vez cientos, de asuntos.
La cantidad de nuevos temas, derivaciones
y ramificaciones que salen de cada uno de estos conceptos es tal que hay algo
de kafkiano en el lento avance hacia conclusiones claras y sólidas. Analizar un
texto de semejante tamaño y problemática, incluyendo lo que pueda haber de
literario en el mismo, no es de ningún modo el objeto de estas líneas, pero
queríamos citarlo como un asunto, un tanto enigmático, muestra contundente de
su alta capacidad especulativa, que acompañó al compositor durante muchos años,
si bien en los últimos ya lo consideraba como cerrado y se estaba planteando su
edición.
Como nos indicó Elena Martín: “Yo creo que
inventariar no es el paso previo para nada posterior, es solamente una
forma de situarse para ir tejiendo reflexiones”.
Por nuestra parte, nos empieza a parecer
que es más fácil realizar el cómputo de los gorriones europeos que deconstruir a Barce, el maestro poliédrico, el que
supo conjugar comunicación, dramatismo, humor, expresividad, minimalismo “avant
la lettre” (como decía Llorenç Barber) y trascendencia sin concesiones, con la
naturalidad de los clásicos, de los líderes y de los verdaderos maestros.
Los
Barce, el día de su boda. (Foto de Ángel Medina).
Placa
en la casa de la Calle Mayor (Fotos cortesía de Elena Martín).
Parcialmente extractado de Ángel Medina: “Inventario de la lucidez: Ramón Barce (1928-2008)”. Cuadernos de Música Iberoamericana, 17, pp. 7-22, ICCMU, 2009. Disponible en academia.edu
Fue mi profesor de Literatura en el Instituto Lope de Vega y nunca le olvidé.Era sabio,ameno,gran conversador,jovial,...un lujo de persona.
ResponderEliminarTiene razón, todo un lujo.
EliminarTiene razón, todo un lujo.
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