jueves, 10 de diciembre de 2015

Santa Eulalia: himnos para la niña mártir

 
I.
El 10 de diciembre se celebra la festividad de Santa Eulalia, la niña mártir de Mérida cuyas reliquias se conservan en la catedral de Oviedo.
Santa Eulalia —esa misma "ñeña" que Antón de Marirreguera cantó en versos fundacionales de la literatura astur y cuyas cenizas hace entrar en Oviedo, en tiempos del rey Silo, "con gaites y procesión"— fue destinataria de muchas composiciones musicales a lo largo de los siglos. Y también lo fue de una liturgia específica en el Oviedo del siglo XVII.
Dicho rezo propio no sólo resultaba operativo para la diócesis asturiana sino que, tras diversas gestiones ampliamente estudiadas por el profesor Justo García, el oficio pasa a ser aceptado en otras diócesis y, en consecuencia, acabará siendo incluido oficialmente en los breviarios romanos del momento dentro del santoral hispano.
En el documentado estudio de Justo García no hay ninguna alusión a la música de dicha liturgia. Sin embargo, indagaciones de cierto tiempo atrás me permitieron conocer el revestimiento musical de este oficio propio de Santa Eulalia. Y aunque ya hemos escrito sobre el asunto en medios académicos, reiteramos aquí que en la colección de libros de coro de la catedral ovetense se encuentran varios que incluyen la lógica atención litúrgico-musical a la santa. Las partes musicadas son, obviamente, las antífonas, responsorios e himnos, que alternan con las distintas lecturas, salmos, capítulos, etc., preceptivos en cualquier oficio. Algunas de estas piezas las interpretó el grupo Melisma, dirigido por Fernando M. Viejo, en recitales y actos dedicados a la santa.


II.
Mención específica merecen los himnos, muy en particular el de laudes, titulado Postrema lampades. Como es frecuente en el género himnódico, la estructura textual se ciñe a unos cánones que permiten la utilización de melodías preexistentes, como ocurre en nuestro caso.
La letra, contrariamente, es nueva y se nutre de versos sáficos con adónicos. Este último himno del oficio es especialmente emotivo. Cuenta el momento final del martirio —que es el nacimiento para Dios— cuando el verdugo le aplica a la niña antorchas de fuego que ella hace penetrar en su pecho, atrayendo la llama con la boca abierta.
Su espíritu, ante el espanto del verdugo, se eleva en forma de blanca paloma y entra en el Cielo, del que mana una nieve protectora que cubre los desnudos y atormentados miembros de la mártir.
Ya cerca del final del himno figura una estrofa en la que se llama a la santa "firme columna de Mérida", al tiempo que se pide el favor para los "fuertes astures" que siempre le atribuyen todo su bien y la tienen por patrona.
Sirva este pequeño extracto de trabajos anteriores para recordar a esa niña, obstinada hasta preferir el martirio a la renuncia de su fe, cuya memoria inundó la hagiografía y la literatura europeas desde Prudencio (de fines del siglo IV) hasta nuestros días, pasando por autores como Ambrosio de Morales, Juan de Mariana o Federico García Lorca, que le dedica el “Romance del martirio de Santa Olaya” en su Romancero gitano, lleno de impactantes imágenes, luminosas y turbias al mismo tiempo.

Referencias
Véase una información más completa y la edición de los himnos en Ángel Medina: “Los himnos del oficio ovetense de Santa Eulalia de Mérida”. Memoria Ecclesiae, XXXV, pp. 453-467. Asociación de Archiveros de la Iglesia en España, 2011.

Foto: Remate del pequeño oratorio eulaliano conocido como El Hornito, en referencia al martirio de Santa Eulalia. Mérida. Fotografía de David Medina (2015).

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