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miércoles, 1 de septiembre de 2021

El Miserere del Santo Sudario (y 2)


En la anterior entrada sobre el Miserere que se canta con motivo de la exposición del Santo Sudario de la Catedral de Oviedo ya hemos destacado la importancia de esta singular reliquia. En suma, las fechas clave en que se expone a la devoción popular son: Viernes Santo, Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre) y su octava (21 de septiembre) más, en su caso, los festivos del tiempo de Jubileo. A ello habría que sumar ciertas ocaciones especiales que hubo a lo largo de la historia y una tendencia más reciente a ampliar el número de exposiciones. Por tanto, septiembre es una época óptima para vivir los ritos que se celebran en torno a la reliquia.

Hemos de insistir en que, para muchos de los asistentes a estos cultos, el momento de la bendición, mientras el oficiante sostiene y alza sobre sus brazos el sagrado lienzo, es una experiencia muy intensa, especialmente si los acompaña la fe, pero resulta trascendente incluso desde posturas más neutras. No es raro ver cómo las lágrimas caen silenciosamente por las mejillas de quienes, arrodillados, dudan entre bajar la cabeza (por respeto) o levantarla para contemplar aquella tela que, según la tradición, fue uno de los paños que cubrieron el cuerpo muerto del Nazareno. 

En un trabajo publicado sobre el célebre Sudarium Domini de la Catedral de Oviedo, Marc Guscin señala: “La veneración al Sudario ha sido continua; baste recordar cómo ha llegado hasta nuestros días el insólito privilegio de dar la Bendición con el Santo Sudario a los fieles que llenan la Catedral en días señalados” (Véase bibliografía abajo). Al final de su texto, vuelve a aludir al privilegio de la bendición con el Santo Sudario y asegura que la veneración que se otorga al Lienzo “es algo excepcional comparada con la de cualquier otra reliquia”, para concluir que, por todo ello, desde el punto de vista de la tradición catedralicia, “nunca se ha tenido la menor duda acerca de su autenticidad, hasta el punto de haber tenido misa propia hasta el siglo XVII, en que fue suprimida por la congregación de Ritos, desatendiendo la súplica elevada por el Obispo de Oviedo en 1640”.

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Los actos del 21 de septiembre: una concentración única de tradiciones piadosas

 

Dentro de las fechas citadas que se han consolidado para los solemnes actos de exposición del Santo Sudario la del día 21 de septiembre adquiere una relevancia especial que no le viene por razones litúrgicas (el Viernes Santo es mucho más importante en este sentido) sino por concurrir en esa jornada varias apreciadas tradiciones de la Catedral de Oviedo. Hemos de decir que los actos del 21 ya se habrían realizado, casi de la misma manera, el día 14, aunque el 21 hay algunas novedades. 

Desde la Catedral se anunciaba el magno acontecimiento hasta donde el aire lo quisiera llevar, pues lo proclamaban las campanas. En efecto, el paisaje sonoro de esos momentos se personalizaba con un particular toque de campanas. José Cuesta alude a un “complicado reglamento (...) que estuvo en vigor hasta hace muy pocos años”. Existían, según este autor, los toques ordinarios y los extraordinarios, como el de la bendición del Santo Sudario.

La segunda misa de la mañana contaba con celebrantes de fuste y con sermón de amplio aliento a cargo de miembros destacados del cabildo. Su horario se fue retrasando con el tiempo hasta establecerse e las doce. El Sudario también se muestra por la tarde. La exposición y bendición se hacían tradicionalmente desde el balcón de la Cámara Santa que da al crucero, mientras sonaba el Miserere. Pero, como señala Enrique López Fernández, esta “práctica multisecular” cambió décadas atrás en beneficio del altar mayor, citandn y resumiendo este autor acuerdos capitulares del 20 de mayo de 1982 y del 3 de marzo de 1984

Los asistentes, siempre muy numerosos al decir de las crónicas, y en no escasa proporción procedentes de otros puntos de Asturias o de las provincias limítrofes, mostraban en ese momento unos particulares panecillos. Una información publicada en el periódico El Carbayón (20-IX-1906) narra así este momento: “Muchas personas del pueblo presentan ante el Sudario, adornados con vistosas cintas, bollitos de pan, principalmente de los que tanto agradan a los niños y gente de aldea, pintados de amarillo y figurando muchos de ellos, pájaros, cestos, diademas y adornos semejantes”. Dice el anónimo redactor de dichas líneas que los niños comen dichos bollitos al salir del templo, en tanto que muchos adultos los guardan hasta que los renuevan al año siguiente. Se trata de las “paxarines”, “páxares pintaes” de azafrán o “páxares azafranaes”, como escriben los cronistas periodísticos de los últimos dos siglos. Las cintas, de seda, eran conocidas como “medides” y las había de todos los colores y tamaños. Al igual que los panes ordinarios, las “paxarines”, los escapularios y otros objetos propios de la devoción popular, también las cintas de seda se llevaban a bendecir. La tradición es sólida y su fortaleza está bien documentada hasta el primer tercio del siglo XX. En los años difíciles de la postguerra desaparecieron algunas de estas costumbres y otras se quedaron en su mínima expresión. En 1945, por ejemplo, sólo había un puesto de “paxarines” en el atrio de la catedral, lo que lleva a un anónimo cronista de La Nueva España a recordar lo que ocurría tiempo atrás: “venta de ‘paxarines’ había hace años en la plaza de la Catedral, calles de la Platería, Rúa y hasta Cimadevilla se extendían los puestos para la venta de esos recuerdos del día de San Mateo, de escapularios, rosarios y otros objetos religiosos, y de los bollos que se llevaban a la bendición del Santo Sudario”. En 1959 no hubo ningún puesto de “paxarines”. Parecía que de estas tradiciones sólo iba a quedar el recuerdo. Mas no fue así, pues “les paxarines”, con su valor de amuleto y recuerdo, siguen siendo tradicionales hasta la fecha. Sin embargo, la venta de panes propiamente dicho –que eran de escanda y podían tener forma de cruz– para llevar a la familia o para comer en el Campo de San Francisco tras haber sido presentados al acto de la bendición con el Santo Sudario y salpicados con el agua de la hidria de Caná, ha desaparecido. En cambio, a mediados del siglo XIX, estaba muy asentado dicho uso. Según una noticia del 14 de septiembre de 1865, recogida por Protasio González Solis“contadas serán las casas donde no se coma hoy pan bendito”.

Luego viene la apertura de la hidria a la que acabamos de referirnos; es decir, del ánfora de piedra que, según la tradición, fue una de las que había en las bodas de Caná, donde Jesús obró su primer milagro. Esto ya sólo ocurre el día de San Mateo actualmente, aunque Octavio Bellmunt y Fermín Canella recogen en su Asturias que también “se muestra al público al domingo siguiente de la octava de Reyes”. Provistos antiguamente de jarros y botellas, o bien actualmente mediante vasos de plástico que se obtienen por un pequeño importe, a modo de limosna, los fieles reciben el agua del ánfora, que, como nos cuentan las crónicas periodísticas, había de ser varias veces rellenada por los acólitos a causa de la multitud de fieles que no querían perderse ese privilegio. La hidria está guardada en una especie de hornacina en la zona del crucero, a la parte del evangelio, que sólo se abre en esta ocasión, mostrando además una imagen de San Mateo, cuya festividad patronal se celebra en Oviedo precisamente el 21 de septiembre. 

A lo largo de todo el día, la catedral no dejaba de estar muy concurrida. De modo que, entre los beneficios del Jubileo de la Santa Cruz, la bendición con el Santo Sudario, las “paxarines”, el pan bendito y el agua de la hidria de Canaam, bien podemos decir que el 21 de septiembre reúne un cúmulo de actos litúrgicos, costumbres piadosas y de devoción popular verdaderamente único. Y, en medio de todo ello, el canto del Miserere, un canto alternante entre unos versículos en slmodia cantollanista y otros en fabordón, en el que quedan capas que proceden de la práctica del contrapunto repentizado sobre la melodía del canto llano, giros que se deben a una tradición parcialmente oral y, en fin, una armonía plenamente tonal, evolucionada sobre la modal que pudo tener en sus orígenes. Lo cierto es que el Miserere actúa como icono sonoro de la más preciada de las reliquias de la Catedral: el Santo Sudario.

 

Referencias:

Octavio Bellmunt / Fermín Canella, Asturias. Gijón, 1895. Imprenta de O. Bellmunt. Ed. facsímil de Silverio Cañada, Gijón, 1980, T. I, p. 107.

 

José Cuesta Fernández, Guía de la Catedral de Oviedo, Asociación de Amigos de la Catedral de Oviedo, Oviedo, 1995, p. 43.

 

Protasio González Solis y Cabal, Memorias Asturianas. Madrid, Tip. de Diego Pacheco, 1890, p. 485.

 

Mark Guscin, La Historia del Sudario de Oviedo, Oviedo, 2006, Ed. Ayuntamiento de Oviedo, pp. 28 y 185. 

 

Enrique López Fernández, El Santo Sudario de Oviedo. Ed. Madú, Granda, 2004, p. 129.


Ilustración: detalle del estudio del fabordón en Andrés Lorente, El porqué de la música, s. XVII.


 

 

jueves, 13 de abril de 2017

El Miserere del Santo Sudario (1)

La Catedral de Oviedo ofrece a quienes se adentran en su historia un buen número de tradiciones litúrgicas y piadosas. El canto del Miserere unido a la veneración del Santo Sudario, preciada reliquia conservada en dicha sede, es una de ellas.

La exposición del Santo Sudario se realiza contadas veces a lo largo del año. Además, esas ocasiones no fueron siempre las mismas. Ya que estas líneas se publican un Jueves Santo, recordamos en primer lugar que el Viernes Santo es efectivamente uno de esos señalados días. En concreto, se expone la reliquia y se da la bendición en dos momentos: al termino del oficio de la Pasión y al concluir el Via Crucis, ambos por la tarde. Las otras dos ocasiones clásicas son: en la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre) y su octava (21 de septiembre, que es fiesta local en Oviedo).
En términos generales los diversos autores que se han acercado desde el punto de vista histórico al Santo Sudario admiten que no tuvo una atención individualizada como reliquia en los siglos medievales. El conocido testimonio del enviado de Felipe II, Ambrosio de Morales (1572) es muy valioso a este respecto. Y aunque Morales habla de “veneración “antiquísima”, Enrique López sostiene que “esto es incompatible con todo lo que (…) nos dicen los documentos”, por lo que la tradición de veneración al Santo Sudario no la sitúa este autor (pues algo de verdad habrá en la afirmación de Morales) antes de finales del siglo XV, como muy temprano.
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Hago notar que en atención a esta ilustre visita el Sudario se expuso en fecha distinta a las citadas. Morales no se pierde detalle de nada y nos cuenta incluso los preparativos para los actos a los que va a asistir: “Pregónase por la Ciudad y por la tierra cómo se mostraría el Santo Sudario tal día”. Y luego no se olvida del ornato especial del templo en ese día señalado, con toldos, cortinas y paños de terciopelo negro. Al acabar la misa de Pontifical el obispo se dirige a la Cámara Santa, donde entre rezos recoge el Santo Sudario, cuyo marco, ubicación y soporte Morales ha descrito anteriormente. El Santo Sudario está recubierto con un velo. También el corredor previo a la Cámara Santa tiene dos cortinas, las ya citadas de terciopelo negro, que son corredizas.
El prelado se sitúa con el Santo Sudario en ese lugar y se abren las cortinas de terciopelo. “Luego -prosigue Morales su relación- se corrió también el velo de tafetán pequeño y al punto comenzaron los Cantores abajo el Miserere. El obispo recorre el citado corredor, parándose en los extremos en y el medio y luego se inicia el regreso a la Cámara Santa, tras haberse vuelto a cubrir el lienzo con el velo antes mencionado. En ese momento, el obispo, “con los que le acompañan dice el Miserere, y por su mano toca Cuentas y Relicarios hasta que la sagrada reliquia se pone en su caja”.
En 1572, pues, en la especial circunstancia de mostrar al enviado de Felipe II las pompas tradicionales en torno al Santo Sudario, se canta y se dice el Miserere. El decirlo equivale seguramente a salmodiarlo. El hecho de que lo canten los cantores apunta a la capilla de música de la Catedral, que estaba regida por el maestro Pedro de Alba y contaba con los medios suficientes para hacer la mejor polifonía de su tiempo.
No podemos saber a qué forma musical se acogió el Miserere que se cantó en 1572. Nada impide aventurar que pudo haberse cantado en fabordón, pues esta forma ya estaba en uso desde tiempo atrás. Ahora bien, de ninguna manera ese hipotético fabordón sería como el que se canta actualmente. Hay razones técnicas que lo demuestran. Además, no faltan testimonios que describen interpretaciones distintas de la actual en algunos aspectos. En realidad, la primera partitura completa fue preparada en 1957 por don Alfredo de la Roza, maestro de capilla desde 1958 hasta su muerte en 2004.
Actualmente el Miserere se escucha con un sistema de alternancia de coro en fabordón a cuatro voces y salmodia monódica a cargo de un salmista. Hubo épocas en que las voces blancas tenían un papel destacado. También hubo períodos en los que el Miserere no se concebía sin presencia del fagot, instrumento inexistente en la Catedral hasta fechas muy tardías y sin que sepamos si ocurría lo mismo con el más antiguo bajón.
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Mas lo cierto es que, de uno u otro modo, siempre se vivió y se vive con una misma e inigualable emoción. Dicho de otra manera: el Miserere no tiene especial relevancia musical, pues es formulario, como corresponde a la mayor parte de las obras ceñidas a este sistema. Piénsese que durante siglos los fabordones ni siquiera se escribían, ya que los cantores sabían improvisarlos.
De modo que cualquier cronista de este acto -desde Ambrosio de Morales en el siglo XVI hasta los periodistas del siglo XXI- se ve obligado, con estilo y palabras más o menos cambiantes, a testimoniar esta grandeza y esta sensación de dulce patetismo que se deriva de la visión del Sudario y de la simultánea audición del Miserere. Vean algunos ejemplos.
El 20 de septiembre de 1906, en el periódico El Carbayón aparece una información en la que se califican las exposiciones del Santo Sudario del día siguiente (que es otro de los característicos, según ya se dijo) como “acto grandioso siempre y conmovedor, durante el cual se dejan oír las patéticas notas del Miserere, mientras la multitud devota reza ante la santa reliquia”.
Es interesante observar cómo constelan las opiniones sobre este acto, sea en una fecha o en otra, en cuanto a la grandiosidad y emoción del mismo. Bellmunt y Canella así lo recogieron en su Asturias, al aludir a la “imponente ceremonia” y al momento tan especial de la exposición, “mientras la Capilla deja oír los patéticos acentos del Miserere, que parecen revestir entonces más íntima y espiritual significación”.
Hay una curiosidad, registrada en La Nueva España del 22 de septiembre de 1940, sobre el momento del traslado del lienzo al altar mayor, cuando “el notable bajo de ópera don Juan Cano cantó el “[O] Salutaris” de Mozart, a toda forma de gran cantante”. Como se puede observar, el lugar de exposición del lienzo ya no es el tradicional durante siglos, sino que se lleva al altar mayor, algo puramente circunstancial pero que, cuatro décadas después, acabaría por ser preceptivo.
La parte musical corrió a cargo de la Escolanía de Covadonga, de la que el cronista señala: “La Escolanía, coro de niños de voces maravillosas, cantó el ‘Miserere’, que ha sonado en las naves de la catedral con una religiosidad, tal como el más exigente puede desear para exponer el Santo Sudario”.
La Nueva España del día 22 de septiembre de 1942 aporta mucha información, básicamente por la presencia de la esposa del general Franco. Por ejemplo, se nos describe el paño que tapaba el acceso al corredor previo a la Cámara Santa, donde la Capilla de Covadonga, “un paño de damasco y grecas de oro que, remozado recientemente, volvió a lucir este año. Del mismo modo, los capitulares que asistían al obispo llevaban “trajes talares de gran gala”. El detallista y anónimo cronista se detiene de manera particular en el Miserere: “Comenzó el Miserere, otra joya desconocida para la inmensa mayoría de los gentes, que no saben cómo este Miserere de la Catedral de Oviedo ha sido escrito para su capilla hace siglos y que es de tal religiosidad, de tal emoción, que difícilmente haya otro ‘Miserere’ más profundamente impresionante”. Acto seguido, describe la manera de cantarlo, que resulta prácticamente igual a la que usa en la actualidad: “Lo canta la capilla por estrofas, y por estrofas contestan en medio tono los capitulares”. La expresión “medio tono” alude sin duda a la salmodia de los capitulares (ahora suele ser un salmista) que se contrapone a la textura polifónica de la capilla.
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Hoy sólo se trataba de recordar el arraigo de este canto, su especial asociación con el Santo Sudario y la emoción desbordante que produce escucharlo en dicho contexto. De este modo, una página musical absolutamente simple adquiere la relevancia y el valor de un auténtico icono sonoro de la Catedral de Oviedo.

Ilustración: Resurrección del Señor en un Misal del siglo XVIII (de la imprenta plantiniana).