jueves, 12 de enero de 2017

Músicas para el río Tinto


Supe, tan pronto como vi el río Tinto, que aquella visión se me iba a quedar grabada en la retina durante mucho tiempo. Y así está siendo.

El Tinto se nos muestra a veces como una herida abierta y sin cicatrizar, con sus bordes cárdenos y violáceos aún sanguinolentos. Si asociamos su nombre al vino, lo hemos de imaginar asolerado en las bodegas del Averno. Los sumilleres infernales dirían que se trata de un caldo intenso y sulfuroso, de azufrado mordiente e ideal tan sólo para inquietantes dioses ctónicos.
Son conocidas las condiciones extremas de este curso fluvial, donde los jabalíes no osan beber, aunque sí se bañan para quitarse los parásitos de encima de modo expeditivo. Nada vive en el Tinto y tal parece como si sus aguas fuesen las de un Leteo andaluz y coloreado que decreta la muerte y el olvido. Aunque no del todo, pues la ciencia ha descubierto formas de vida extremófilas que han dado mucho juego mediático por aquello de que podrían tener alguna relación con las condiciones de Marte.
Piensa uno si no habrá habido compositores que le hayan puesto música a este río fascinante de faz arrebolada. Vale, el Tinto no es el Moldava ni el Danubio. Ni siquiera el Guadalquivir. Pero es del todo singular y, en efecto, no dejó de inspirar a unos cuantos músicos.
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Del repertorio que he venido escuchando últimamente y que guarda alguna relación con el río Tinto de Huelva y su entorno minero, mencionaré hoy a dos creadores de tan distinto perfil como parecido nombre;: Rafael Prada y Rafael Prado.
El primero, Rafael Prada, es un cantaor que ha sabido encontrar su sitio en el amplio mundo del flamenco. Nació en Minas de Riotinto (1972) en el seno de una familia minera en la que se inició de niño en los secretos de aquella tierra y, al mismo tiempo, en el cante.
Uno de sus trabajos más personales es el álbum titulado Sangre de cobre (2011), con un magnífico Pedro Sierra a la guitarra, donde firma unos jaleos “A Federico”, unos tientos “A Antonio Machado” —muestra de sus afinidades intelectuales— y donde, entre otras piezas, descubrimos unos fandangos de Huelva que amplían el propio título del CD: “Sangre de cobre y oro”. He aquí un enlace a la pieza:
https://www.youtube.com/watch?v=GrTeGlv8Ulw
Se centra esta página en una visión muy sentida de las minas de Riotinto a partir de una lectura crítica, acaso exclusiva del que las conoce por dentro y denuncia la histórica injusticia social que han padecido los mineros de aquella comarca.
No se olvida Prada de situar estos fandangos y a sí mismo en la concreta tradición del afamado fandango de Valverde, cuyo estilo definió el Gatillo, según dicen los que saben, pasando luego a canonizarse con Urbano López Feria, "Pichardo", de quien Prada lo recibió:
El estilo d’ el Gatillo
en Valverde se quedó,
El estilo d’ el Gatillo
luego Urbano lo aprendió,
siendo tan sólo un chiquillo,
a nosotros lo enseñó.

No hace falta decir que el texto anterior representa escuetamente la estrofa, con sus versos octosílabos, prescindiendo de las sílabas añadidas de los ayes o quejíos y la particular pronunciación que la salpican.
La segunda estrofa describe la larga tradición familiar en el mundo de la mina, que él narrador ya no desea para sus propios hijos. La tercera es la más llena de contenido social, pues recuerda el trabajo ingente de los mineros para lucro de las compañías inglesas que históricamente han explotado estas minas:

Quien la ha visto y quien las ve
a las minas de mi Huelva
Quien la ha visto y quien las ve
produjo muchas riquezas
las que se llevó el inglés
p´al minero la pobreza

El lector notará algunas faltas de concordancia y algún verso un tanto forzado, pero estas estrofas no son un tratado de preceptiva literaria sino un ramillete de vivencias que se hacen más reales cuando se visten de música en la voz de Prada.
Después, hay un momento culminante enmarcado entre dos pasajes a coro donde el autor reivindica su origen. y la “sangre de cobre y oro” que le corre por las venas: ese es el tesoro del que se siente verdaderamente orgulloso.
La voz de Prada se encuentra a gusto en un registro que tira a agudo. Es aérea y limpia, emitida con un fabuloso sentido del fraseo. De Urbano valoramos la puntuación asertiva de cada pasaje, que realiza de una manera muy personal e inconfundible. En Prada hay una concepción melódica que se extiende de principio a fin de cada estrofa, que se recrea en sutiles quejíos, afinada y envolvente. Para un profano en la materia, como es el autor de estas líneas, ha sido un descubrimiento y la mejor manera de poner sonido a aquel entorno de subsuelo asombroso que el río Tinto hace aflorar a su curso como un reclamo que promete riqueza y dolor.
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En una línea muy distinta tenemos al compositor Rafael Prado, más cercano que el anterior a mis intereses académicos, aunque hoy sólo me limitaré a una breve mención. Se trata, sin duda, de uno de los creadores más identificados con el río Tinto, que se presenta como de la escuela sevillana de Manuel Castillo. También nació en Minas de Riotinto (1975) y su primera obra estrenada (en 1992) lleva por título Improvisaciones sobre el río Tinto.
Tiene varias creaciones que de una u otra manera hacen alusión al Tinto y a su entorno. Y como detalle interesante destaca su plan de aprovechar como auditorio la mina Peña de Hierro, que es una mina a cielo abierto. Allí estrena en 2008 una obra de gran aliento, la suite Genios de Andalucía, en la que llevaba trabajando desde el 2000 al 2007.
Rafael Prado es un experto en la creación de música para documentales. Dicho sea de paso, se doctoró en Comunicación Audiovisual, así que su aproximación al género parte de un logrado equilibrio entre su sólido oficio como compositor y su conocimiento del medio en que ha de verter este tipo de músicas. No faltan trabajos relacionados con esta zona, por ejemplo, el documental Cómo comenzar el camino; un paseo por la Cuenca Minera, de 2008.
No es nuestra intención describir todo lo que Rafael Prado compuso con alguna inspiración en el río Tinto y en su cuenca minera. Simplemente nos complace saber que estos parajes que tanto llaman la atención a los foráneos, también han sido meditados musicalmente por creadores de su propio entorno.


Fotografía del río Tinto (2016) de M! Jesús Arboleya.


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