En los
ambientes del arte sonoro de España se otorga un notable valor al Premio ‘Cura
Castillejo’, una iniciativa de Llorenç Barber que comenzó su andadura en 2008. Dicho valor está motivado, entre otras razones,
por el asombro y admiración que muchos sentimos ante las inquietudes
tecnológicas y musicales de este inquieto sacerdote e inventor valenciano.
Ya hace años
que dediqué algún comentario en medios académicos a Juan García Castillejo
(el “cuara Castillejo”, como le llamaban muchos), algo poco frecuente entre los
escritores musicales, si exceptuamos a Llorenç Barber, a Alfredo Aracil y, más
recientemente, a Miguel Molina, Premio ‘Cura Castillejo’ por más señas.
Afortunadamente, la tesis de José Vicente Gil Noé versa sobre éste y otros
autores, como Eduardo Panach, Val del Omar o Llorenç Barber, relacionados con
lo las músicas experimentales valencianas del siglo XX. Al final inserto la
referencia de dicha tesis, cuya lectura aún estoy realizando, por lo que no se
entra aquí en su contenido (muy sugerente a primera vista). aunque me gustará
hacerlo en otra ocasión. Por ello, en
las siguientes líneas me limito a extractar unos párrafos de un trabajo
publicado en 1999, pues siguen sirviendo como aproximación a esta figura tan
singular.
***
En los años
treinta y también después de la guerra, un valenciano protagonizará el caso más
extremado de inventor musical y visionario artístico que conozcamos en España.
Nos referimos a Juan García Castillejo. Sus patentes tienen que ver con la
telegrafía rápida y fue desde este conocimiento tecnológico desde donde inició
sus propuestas en torno a la música eléctrica. García Castillejo era un
perfecto conocedor de los instrumentos eléctricos que habían circulado por
Europa en las décadas inmediatamente anteriores, como el teremín,
las ondas Martenot o el trautonium. Suele asociarse la fecha de edición de su tratado La
telegrafía rápida, el triteclado y la música eléctrica (1944) con la
cronología de sus inventos, pero lo cierto es que éstos son lo bastante
anteriores como para no despreciar el dato.
Sabemos que
en 1933 su principal invento, llamado «electrocompositor musical» estaba
disponible. El Director de Radio
Unión Valencia, Enrique Valor,
escucha el aparato ese año, según refiere el propio constructor. Es curioso
observar cómo el inventor valenciano mantiene la tradición de secretismo
secular de su
gremio al reconocer que, si bien el invitado a la demostración es persona
altamente cualificada y que, por tanto, «para él no hubiera sido secreto
complicado el funcionamiento de la misma» (de la «orquesta eléctrica») «el
trámite de patentes nos obligaba a ser parcos en manifestaciones». García
Castillejo se cuida de distinguir su invento de los instrumentos eléctricos,
como el violín de Makhonine. La clave es que un altavoz sea excitado por
impulsos cuya procedencia es estrictamente eléctrica. Asegura: «El bello
porvenir del arte musical, indiscutiblemente, se ha de concentrar en procesos
eléctricos, cuyos resultados serán sorprendentes».
García
Castillejo es uno de nuestros escasos representantes de los movimientos de
maquinismo musical en las primeras décadas del siglo. Ha de ser considerado
como uno de los raros y más tempranos autores españoles abierto a las
divisiones del tono en intervalos inferiores al semitono, algo que había
interesado a personalidades como Aloys Haba o Julián Carrillo, entre los
compositores, o el Dr. Pesret entre los científicos: «Lo que queremos es que la
distancia de un tono, no sólo se subdivida en un semitono, sino en un cuarto de
tono, en un octavo, etc., y multiplicar así los matices del sonido, como la
naturaleza mulriplica los colores».
García
Castillejo también ha de ser citado por la plena asunción de los fenómenos del
azar y, por ello,
afirma el autor que «el resultado no lo podemos prever». El electrocompositor
no reproduce algo previamente grabado, sino que crea en tiempo real.
El mecanismo
requiere un total de 1024 placas, cada una de las cuales se puede traducir como
un acorde producido por medios eléctricos, de acuerdo con las posibilidades del
movimiento oscilatorio de los electrones y de las lámparas o válvulas que todos
hemos visto en los antiguos receptores de radio. Cada acorde se puede
relacionar con varios otros siguiendo en esto las leyes de la armonía
tradicional. A esos efectos, un sistema de hilos y electroimanes establece la
conexión. Los hilos van a un círculo de plots.
Pero será una escobilla la que se detenga azarosamente en un determinado hilo,
haciendo que sobrevenga otro acorde que, a su vez, será susceptible de
relacionarse con otros varios. Las escobillas son «movidas, de tiempo en
tiempo, al azar, por unos motores gobernados por 28 combinaciones de casualidad».
Para ponderar
la valoración hemos de decir que sus planteamientos son perfectamente
aleatorios en el plano formal y entroncan con la tradición de las máquinas
compositoras de varios siglos atrás, sólo que con medios eléctricos en este
caso, animados por algo más, que es el lado utópico y soñador que mucho más
tarde vendrán a explicitarnos las ideas sobre la obra abierta y la multivocidad
de la obra de arte.
En
consecuencia, hemos de reclamar el puesto de gran pionero para García
Castillejo en cuanto al desarrollo en España de la música realizada con
procedimientos de síntesis del sonido. Esto nos lleva a la constatación de la
miseria tecnológica que invadió la vida española tras la guerra civil.
Recuérdese que el primer laboratorio de música electrónica de España data de
1965. Nos referimos al Laboratorio Alea. Los medios de que disponía eran
ínfimos. Países como México, Argentina o Chile llevaban varios años de adelanto
en este terreno, por no hablar de nuestros vecinos europeos. Estos datos
comparativos confieren a la obra tecnológica de García Castillejo un valor que
el tiempo desdibujó (aunque alguna vez se lo reconociese el también valenciano
Llorenc Barber) pero cuyos soñadores destellos no han de ser olvidados.
Referencias:
Ilustración de la cabecera: Detalle
de un esquema para el Aparato Electrocompositor Musical de Juan García
Castillejo: La telegrafía rápida, el triteclado y la música
eléctrica (Valencia, 1944)
Texto completo en Ángel
Medina: “Espejismos de la tecnología musical”. Música oral del Sur.
Revista internacional, 4, pp. 97-112, 1999.
Disponible en:
José Vicente
Gil Noé: Prácticas
musicales y sonoras experimentales en Valencia durante el siglo XX, 1922-1983.
De olvidadas a precedentes del arte sonoro valenciano. Tesis Doctoral. Universidad de Valencia. Tesis en acceso abierto en: RODERIC
El cura Castillejo, pionero de la música eléctrica