sábado, 5 de diciembre de 2015

La Joven Asociación de Musicología (Asturias)

 

I.
El 12 de abril de 2012 participé en la presentación de la JAM-Asturias en el Club Prensa Asturiana, del diario La Nueva España de Oviedo. Acompañé en aquella ocasión a las entonces directivas de la JAM (Diana Díaz, Begoña Velasco y Míriam Mancheño) y al director del Departamento de Hª del Arte y Musicología, Ramón Sobrino, que facilitó los medios para que la JAM pudiera reunirse y desarrollar sus actividades en las dependencias universitarias del Campus de Humanidades.
Agradecí entonces aquella invitación y, puesto que he seguido colaborando con la JAM, aprovecho esta oportunidad para extender mi gratitud a los actuales directivos  —María García (presidente), Sheila Martínez (Vicepresidente), Mario Guada (secretario) y Vera Fouter (tesorera)—, pues me siguen honrando con su confianza.
En las siguientes líneas se deja constancia de aquellas reflexiones.

II.
 Como no soy un joven musicólogo, intuyo que estoy aquí por otras razones. La primera que se me ocurre es que estoy aquí precisamente por lo contrario, pues ya habito en la edad provecta. Y también creo que de esa comunicación entre diversas generaciones de musicólogos podemos salir todos enriquecidos.
Mi admirado Ramón Barce solía hablar de dos momentos distintos en el proceso creador. Por un lado está la fase de conquista; por otro, la fase de colonización. En la primera, el compositor es beligerante, audaz, rompedor, vanguardista. En la segunda, es reposado, pragmático y no gasta energías innecesarias. Ha aprendido a cultivar la materia sonora, no sólo a dominarla casi por la fuerza.
Me parece que los jóvenes musicólogos que ahora se asocian reúnen todo el empuje propio de la juventud. Están dispuestos a conquistar sus territorios. Pero simultáneamente saben que hay que pasar a la fase de cultivo.
Y esta fase tiene que ver con la producción científica. La Musicología, si me permiten parafrasear la célebre consigna, es para quien la trabaja. No importa el lugar de procedencia intelectual del musicólogo. Lo que importa es reflexionar sobre la música del pasado y del presente, recuperar patrimonio y tratar de gestionarlo adecuadamente, contribuir desde esta parcela a que la sociedad sea más libre y más rica espiritualmente. En suma, el musicólogo ha de dejar a la sociedad sus obras en forma de libros, artículos, ediciones, trabajos de campo, etc. Además ha de promover iniciativas para el mejor conocimiento de las músicas que son objeto de su estudio, sean históricas, modernas, populares, tradicionales, etc.
Y para ello, la creación de una asociación es un buen método. Máxime si está federada con otras de su mismo formato y objetivos.

III.
Charles Fourier, socialista utópico del siglo XIX, explicó que una de las doce pasiones necesarias para alcanzar la felicidad, la armonía universal y lo que llamaba el “uniteísmo” era precisamente la pasión asociativa. Ésta nace primero con los lazos del parentesco, luego con los de la amistad y por fin mediante la corporación.
Los jóvenes musicólogos y musicólogas que ahora se presentan tienen lazos de amistad, desde luego, pero están aquí por los vínculos de la corporación, que mueve la pasión asociativa, por seguir con los términos de Fourier.
Eso quiere decir, por expresarlo llanamente, que todos los que estén flojos en pasión corporativa ya saben dónde pueden solucionar el problema y acercarse un poco más a la felicidad. De modo que espabílese todo el mundo a hacerse socio de la JAM cuanto antes.

IV.
Más allá de utopías, el simple hecho de crear una asociación ya es de por sí valioso. Nada como el desarrollo del tejido asociativo para construir una auténtica sociedad civil fuerte. Un tejido que en España sólo ahora podemos considerar razonable.
Cuando uno echa un vistazo, por ejemplo, a las asociaciones de baile que había en Madrid a mediados del siglo XIX queda sorprendido. Sólo con ellas podríamos elaborar una nutrida lista, teniendo algunas nombres tan sonoros como Guante de Oro, Terpsícore, Buen Tono o La Floreciente, entre otras que conocen muy bien mis colegas Ramón Sobrino y Encina Cortizo.
Cien años después, a mediados del siglo XX, la situación era distinta pues la propia libertad de asociación estaba muy limitada, incluso lo siguió estando con la Ley Fraga de asociaciones de 1964.
Los años de la Transición fueron decisivos en el desarrollo de un tejido asociativo musical y musicológico que fuese más allá de las sociedades corales, bandísticas o filarmónicas. De hecho, la Sociedad Española de Musicología se funda en 1977, año muy difícil en la transición hacia la democracia, y poco antes se había fundado la Sociedad Catalana de Musicología.
Y, por supuesto, los tiempos recientes han sido fructíferos para el asociacionismo musicológico, especialmente entre los jóvenes.

V.
Sólo quiero añadir dos últimas consideraciones, ahora ya sólo referidas a la Universidad de Oviedo. Primero, recordar que no venimos de la nada sino del esfuerzo pionero en el que algunos (profesores y alumnos) nos embarcamos tres décadas atrás. Y segundo, que conforta ver lo mucho que han cambiado las cosas desde entonces, lo mucho que han mejorado en medios y realizaciones. Y dado que Asturias es tierra de musicólogos, esta Asociación viene que ni pintada y constituye un paso más en el desarrollo de nuestra disciplina.

2 comentarios:

  1. Mil gracias a tí Ángel por estas palabras, pues es un honor para nosotros tus menciones, tu apoyo y tus consejos . Nuestro esfuerzo en divulgar los estudios musicólogicos es lo mínimo que podemos hacer por el futuro de la disciplina y por devolver a la sociedad parte de lo que nos ha dado. Un inmenso abrazo de los Jóvenes Musicólogos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias a vosotros, queridos colegas. Os devuelvo multiplicado ese abrazo y os deseo un 2016 lleno de venturas.

      Eliminar