A Manuel Lorente le miran mal algunos flamencos porque anduvo demasiado entre libros, esas amistades peligrosas. A Manuel Lorente tampoco le ponen buena cara los académicos remilgados. Sospechan que no puede ser bueno haber vivido tanto, ser tan artista y haber surcado las aguas turbulentas del flamenco con plena identificación y compromiso. No es que Lorente sea antropólogo a unas horas y flamenco a otras. En verdad, es ambas cosas siempre y a tiempo completo, pero en la práctica ha distribuido o jerarquizado estas dos facetas en etapas generalmente alternantes de su vida. Y ha de quedar claro que su obra como estudioso no se explica sin sus vivencias como cantaor y empresario flamenco. Y viceversa.
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Nuestro
hombre es flamenco desde la cuna, por parte de padre. Mas quiso la fortuna que
pudiese acceder a una formación superior y cursar estudios de Antropología. en
la Universidad de Granada. Apenas licenciado conoce a Camarón de la Isla y se
mete de lleno en los entresijos del arte. Se convierte en una especie de
mánager, amigo y confidente de Camarón. Resulta pasmoso escucharle contar
algunas historias vividas con el incomparable cantaor, a veces resumidas en lo
que Lorente llama, con mucha gracia, el “dispendio disipativo”, que es toda una
teoría sobre la manera de ganar y de gastarse los cuartos de no pocos clásicos
del género.
Pero vuelve
a la Universidad de Granada para hacer la tesis, tutelado por una persona que
no sólo es alguien sumamente cualificado y respetado en su campo sino que se
acabaría convirtiendo en su auténtico mentor. Me refiero al catedrático de
antropología José Antonio González Alcantud.
Bajo la
dirección del citado profesor, Lorente realiza su tesis sobre el flamenco y con
el tiempo colabora en las actividades de la Casa Molino Ángel Ganivet, que entonces
dirige Alcantud. Fue en ese marco —casi mágico y con siglos de historia—donde
le conocí, en el contexto de una serie de congresos inolvidables en los que se
tocaban diversos temas relativos a los diálogos entre la música y la
antropología. Después pasó a coordinar la revista Música Oral del Sur, donde se publicaron
las actas de algunos de aquellos encuentros. Casi todo ello ocurría en los años
noventa.
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El gusanillo
del flamenco no se había dormido, así que el presente siglo trajo consigo una
nueva metamorfosis en la vida de Manuel Lorente. Abandona la Universidad de
Granada y se lanza al arte como
cantaor. El tirón de la bohemia.
Su disco de
2003 es una joya, con textos propios renovados sobre antiguas maneras de hacer que
Lorente conoce como estudioso y como simple y cabal flamenco amante de las
raíces. Ahí está, por ejemplo, el fino sensualismo de los tangos “Por debajo
del agua”, sobre letra del poeta José Ángel Valente. Se suceden las
actuaciones, pero también la reflexión y el estudio. Lo dicho: dos en uno y con
nota en las dos caras de la moneda.
En 2015 sacó
su segundo disco como cantaor. Dicho sea de paso, Lorente tiene en su haber
otros registros de música incidental realizada con técnicas electroacústicas
para vídeos y documentales diversos, lo que no deja de tener su interés. Pero
vayamos al Cd de 2015.
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El título de
este Cd es una declaración de principios: Flamenco y solera. Paso por alto la
inadecuada combinación de colores de la carátula que hace muy poco accesibles los datos
editoriales y otros textos. Dicho título va más allá de una simple imagen y
prolonga el espíritu del disco antes citado de 2003. El propio artista
lo considera ese una metáfora estructural.
Se da la
circunstancia de que Lorente ha realizado trabajos de campo en la zona de
Jerez. Por cierto, su artículo sobre la matrifocalidad, las procesiones de
Semana Santa y el cante jondo en Jerez es de los que más me han llamado la
atención. Pero en relación con lo que aquí se trata es obvio que el mundo de
las bodegas jerezanas resulta más relevante. pues lo determina casi todo en el
plano social y económico. La solera alude sobre todo a un concepto dinámico del
tiempo. Los vinos necesitan tiempo, ciertamente, pero también trasiego.
Lo que hace
Lorente es ahondar en esas soleras, que son como fuentes primigenias del
flamenco. Conoce como pocos la obra de los grandes (Chacón, El Flecha de Cádiz,
Manolo Caracol, etc.) y sabe tratar esa solera con mimo y respeto, pero no
pretende imitarla sino darle nuevo impulso. En suma, un diálogo constructivo
entre lo nuevo y lo viejo al objeto de conservar la excelencia.
Para sus
objetivos artísticos puede servirse de nuevos textos. Por ejemplo, los “Tangos del
Piyayo” ofrecen en el primer corte del disco una nueva letra del propio
Lorente, muy metida en el imaginario del flamenco, con versos como “de lágrimas
son mis fuentes” y otros que se insertan en la mejor tradición del flamenco
jondo. Versos que el cantaor sabe decir con un sentido innato del fraseo, con
la riqueza tímbrica del denso y noble metal de su voz, con un depurado dominio
de las inflexiones de cada sílaba y de todo lo que se precisa para poner de
relieve el texto y la emoción que contiene. También sobriedad e intimismo que,
como ha explicado Dolores Fernández Figares en el disco de 2003, son elementos
centrales en la configuración de su granadino estilo de cante.
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Dos detalles
más. Uno de ellos tiene que ver con el guitarrista que le acompaña en esta
grabación, Raúl Mannola. Empezó a tocar con Lorente por una sustitución y ahora
es su acompañante habitual. Y no, no hay errata en su apellido que es finlandés y, al parecer,
ha de pronunciarse como esdrújulo.
Estamos ante un guitarrista extraordinario, discípulo de Manolo Sanlúcar, con
talla de solista y amplios conocimientos de la tradición, o sea, de la solera,
mismamente. No quiero olvidarme, por otra parte, del percusionista Guillermo
García “El Guiller”, si es que he conseguido leer bien su casi invisible nombre
para quienes no somos de la estirpe del lince ibérico.
Lo de Mannola pone
sobre la mesa (y éste es el segundo detalle) la idea de la desfocalización del
flamenco, sobre la que Lorente sabe y ha escrito lo suyo. Quiere decirse que el
flamenco ya no es un arte vivo sólo en determinadas partes de España, sino que
hay focos internacionales muy activos. En Japón, por ir muy lejos.
A esos focos
y a esos nuevos públicos, que muchas veces son casi devotos, nutridos por
aficionados entregados que hacen las delicias de los artistas, es a los que más se ha dirigido Lorente en su trayectoria como cantaor. Guarda como un tesoro el
recuerdo de memorables actuaciones en Brasil y en Marruecos. Ha cantado, entre
otros lugares, en Francia y en Finlandia, en las Antillas francesas y en
diversos puntos de España.
Curiosamente,
reconoce Lorente que las cosas son más difíciles en nuestro país, quizá por el
peso de las relaciones humanas, las piquillas profesionales, la tendencia al
clientelismo y la cortedad de miras de algunos gestores del gremio. No lo pongo
en duda, pero reconozco que es un mundo que no conozco. Pero cosas parecidas se
ven de continuo en el territorio de la música clásica, así que tampoco me
extraña demasiado.
En todo
caso, me complace y me basta —habida cuenta de mis limitados conocimientos sobre el flamenco, del que sin embargo soy entusiasta— con seguir penetrando en algunas
de sus claves de la mano de Manuel de Lorente, antropólogo y cantaor de
solera.
Un texto de este estilo y categoría levanta el ánimo de cualquier artista. Muchas gracias y un fuerte abrazo. Salud!
ResponderEliminarGracias a ti, Manuel, por tu buena música y tu mucho saber.
EliminarQuerido Ángel, una gran abrazo, compartido con nuestra afición al cante de Manuel. Muy atinado y afinado tu texto. Desde Rabat,rodeado de poetas y buen vino, tuyo JA
ResponderEliminarGracias, José Antonio. Me alegra saberte en tan buena compañía; y tu comentario también me trae gratos recuerdos de nuestros "diálogos" de Granada.
EliminarEnhorabuena a Manuel Lorente y gracias a Ángel por sus magníficas palabras.Este nuevo disco es un paso más en la trayectoria de un Manuel Lorente que, a sus muchos valores como "cantaor de solera", une ahora los de poeta de poso: siempre alma de artista.
ResponderEliminarEste blog se ha convertido en un lugar de encuentro para los que tuvimos la suerte de compartir aquellos "diálogos" -como dice Ángel- en el Centro de Investigaciones Etnológicas Ángel Ganivet, auspiciados por José Antonio Alcantud con la colaboración de Manuel y algunos otros amigos.Un fuerte abrazo a todos y mucha suerte a Manuel!!!!
Gracias, Marta. Sí, grandes recuerdos de Granada y del Centro Angel Ganivet. Y eso por no hablar de la inolvidable actuación de Manuel en Oviedo, impulsada desde la Universidad, cuando tú misma dirigías el área de Extensión Universitaria.
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