jueves, 4 de mayo de 2017

"Cante la Castro, callen los castrados"


 En el libro sobre los cantores castrados en España, citado abajo, hay un capítulo titulado “El capón y la dama”. Obviamente, una temática como la enunciada es fuente de no poca literatura, especialmente de género satírico. Extraigo del mismo un ejemplo que refleja un estado de cosas en cuanto a los usos del teatro lírico en la España del primer tercio del siglo XVIII.
“El capón no sólo puede salir malparado cuando se enfrenta a una dama en lances amorosos. La lucha puede darse en términos profesionales. Es el tema de la cantante y el capón, que ilustramos con la figura de Francisca de Castro, célebre cantante del siglo XVIII y personalidad distinguida de una familia que contó con algunas otras mujeres destacadas en estos menesteres teatrales.
La defensa de los cantantes nacionales y el rechazo de la invasión artística de Italia (que se operaba en intérpretes y repertorio) generó diversos conflictos en esa centuria. Con motivo de la defensa de esta admirada cantante española se publica el folleto en el que aparece el siguiente soneto, recogido por Cotarelo y Mori en el texto citado al final de estas líneas:

“¡Oh, vos, que apostatáis de los barbones,
vos, maridos de anillo, hombres sisados;
llaves sin guarda, machos degradados,
que no sois más que dueñas con calzones!

Suspended, renegados de varones,
vuestros tonos blandujos, machucados:
cante la Castro, callen los castrados,
vayan a la cazuela los capones.

Canta, Francisca mía, pues tú puedes,
tú, con tu voz canora y lisonjera,
de Chipre en el jardín pasar por ave.

Y aun Júpiter, en vez de Ganimedes,
llevarte al cielo para sí pudiera
por beber en tus labios néctar suave”[1].

Jugando con el apellido de la cantante, los dos cuartetos de la composición embisten contra los castrados, en tanto que los tercetos ensalzan las altas cualidades vocales de la Castro. No lo hacen, de todos modos, sin cierta ironía, pues imaginan al mismo padre de los dioses optando por la rotundidad vocal y de género de la Castro antes que por la ambigua y adolescente belleza del efebo Ganímedes.
El contenido es claro para el lector actual. Imágenes como las de la llave sin guardas, del verso tercero, o los tonos machucados, del quinto, aluden obviamente a la característica deficiencia testicular de los capones. En la referencia a la cazuela del verso octavo podríamos estar ante un caso de doble intencionalidad, pues a la más evidente y gastronómica (capón a la cazuela) cabe añadirle el sentido de este mismo término significando una determinada zona del teatro. De manera que el soneto vendría a decir que los cantantes castrados han de retirarse y dejar libre el escenario para que brille en todo su esplendor el arte de la Castro. Nótese, por último, que, a juzgar por las fechas aproximadas de publicación, Farinelli no había llegado a la corte de Madrid, de manera que el ataque a los castrados tiene un carácter genérico y presumiblemente anti-italiano, al estar fuertemente asociado a esta nacionalidad el oficio de cantante castrado de ópera”.
Encontramos repetidas veces a Francisca de Castro en el primer tercio del siglo XVIII dentro del reparto de diversas obras líricas, sin que falten los papeles heroicos que exigían entonces voces agudas aunque se tratase del mismísimo Júpiter. Así ocurre en la zarzuela Por conseguir la deidad entregarse al precipicio, con libreto de D. Joseph de Bustamante y música de D. Diego Lana, estrenada en el corral de La Cruz en 1733 por la compañía de Juana de Orozco (véase abajo Cotarelo y Mori). Un papel de estas características sería muy apropiado para los castrati, pero hay que recordar que en España no había la presión que existía en los estados Pontificios (que eran un buen trozo de Italia) en cuanto a la presencia femenina en los escenarios.
Nota bene: se apunta líneas atrás, siguiendo lo escrito en Los atributos del capón, que el contenido es claro para el lector actual, pero la experiencia me ha enseñado que no se comprenden bien hoy día expresiones como “maridos de anillo”, “hombres sisados” o la alusión a los “barbones”. Pues bien, los maridos de anillo son los que ostentan esa condición a título formal, sin ejercer como tales. Los hombres sisados son los que tienen menos de lo que se supone que les corresponde, como una mercancía mal pesada, pero también alude a la sisa, que es un corte en la confección de los trajes, en paralelo con los cortes necesarios para la castración. Los barbones son monjes legos y también barbudos, que se oponen a los lampiños capones.

Referencias:

Ángel Medina: Los atributos del capón. Imagen histórica de los cantores castrados en España. Madrid, ICCMU, 2001, 2003 y 2011.

Gerigonza de Carnestolendas...ca. 1731-32. Recogido por Emilio Cotarelo y Mori, Orígenes y establecimiento de la ópera en España hasta 1850. Tipografía de la Revista de Arqueología, Bibliotecas y Museos, 1917, Madrid, p. 67.

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