jueves, 1 de marzo de 2018

El rector Alas, un intelectual sensible a la música

 Si hace unos meses me hubieran preguntado qué sabía acerca de Leopoldo Alas Argüelles, no me habría podido lucir en la respuesta. Recordaría, por ejemplo, que era hijo de Clarín, que ejerció como intelectual comprometido con el progreso de las clases más desfavorecidas y que fue rector de la Universidad de Oviedo en los años 30, hasta su fusilamiento en 1937 a manos del bando sublevado. No creo que pudiese subir la nota con el añadido de que conozco a dos nietos suyos, a Leopoldo Tolivar Alas, colega universitario, y a su hermana Ana Cristina, a esta última desde hace décadas, por su significativa presencia en la vida musical de la ciudad. Demasiado poco, a decir verdad, pero consuela pensar que nunca es tarde para descubrir un tesoro.
La brillante trayectoria del rector Alas no sólo fue segada por las balas sino también preterida y borrada durante décadas en un cruel ejercicio de damnatio memoriae que sólo empezó a remitir a mediados de los setenta, con una serie de iniciativas de la universidad, así como de los sindicatos, partidos y de la propia sociedad civil. Es innegable que se alcanza ahora, con la publicación del libro Obra periodística de Leopoldo Alas Argüelles (1882-1937), un punto culminante en la revaluación de la memoria del rector Alas. El volumen salió a la luz en diciembre de 2017 bajo el cuidado del catedrático Joaquín Ocampo, quien además escribe un amplio y documentado estudio introductorio, tras la concienzuda biografía de Francisco Galera Carrillo. Se pone así a disposición de los lectores un libro imprescindible (cuya referencia y patrocinios completos se insertan al final de estas líneas), que fue presentado con todos los honores en pasado 22 de febrero en el Aula Magna de la Universidad de Oviedo.
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A estas alturas de la entrada, algunos de los lectores asiduos de El otro a ratos (que trata de música, no se olvide) se preguntarán por qué comparece aquí el rector Alas. La respuesta es muy sencilla: porque entre sus variadas inquietudes humanísticas también figuraba la música. De todos modos, no podemos pasar a la temática musical, por propia que sea de este sitio, sin señalar el enorme valor de otras muchas facetas de sus escritos periodísticos, que muestran el rigor de un universitario perfectamente al día en los problemas de la sociedad de su tiempo.
Una cosa que diversos estudiosos han puesto de relieve es la vigencia de las observaciones críticas de Alas sobre numerosos temas. La prensa local sigue hablando sobre las dificultades de circular por determinadas carreteras asturianas. Por eso comprendemos muy bien el artículo de Leopoldo Alas dedicado a las comunicaciones regionales, publicado en el prestigioso periódico El Sol (1925), página que no tiene desperdicio, sobre todo cuando compara a los viajeros que se dirigían al Occidente de la Asturias en autobús de línea con los que embarcaban en un trasatlántico para América, pues en verdad aquél era “un viaje en toda regla”, por decirlo con sus propias palabras. Claro que, como no procede mitificar, también hay temas que son tratados de una manera que ha envejecido peor. Pero incluso en estos casos, no deja de mostrar Alas su finura intelectual.
Son muchos los ejemplos que se podrían poner de la clarividencia con que Leopoldo Alas Argüelles afrontó los más diversos asuntos. Entre ellos, a modo de muestra, podemos citar la enseñanza, el arte y el paisaje asturianos, la minería, los toros, el republicanismo, la religión, las bibliotecas y los ateneos, así como diversas cuestiones sociales nacionales e internacionales. Todo tratado con muy buena pluma y extraordinaria agudeza, extrayendo de la mera actualidad de los temas analizados consecuencias y valoraciones de mucho más calado. Leopoldo Alas pertenece a la mejor estirpe posible de los intelectuales, es decir, a aquella que sabe que tras el diagnóstico hay que prescribir los medios de mejora, pasar a la acción, lo que nunca será del todo posible si no se eleva globalmente el nivel de la cultura de un país. Las páginas finales del estudio de Joaquín Ocampo, dedicadas a explicar el contexto intelectual del primer tercio del siglo XX, con los frutos heredados de la Institución Libre de Enseñanza y vertidos en numerosas instituciones académicas, componiendo esa Edad de Plata de la que habló Mainer, son fundamentales para comprender el pensamiento de Alas, animado, si se quiere, con una carga laicista y socializante mucho más intensa y comprometida que la de sus maestros y autores de referencia.

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Yendo a nuestro tema, son varios los artículos relacionados con la música. Hay uno sobre el Orfeón Ovetense, otro sobre la Sociedad Filarmónica (que ahora ya pasa holgadamente del siglo de existencia) y menciones del teatro del Fontán, de la Castalia, etc. El caso es que Joaquín Ocampo tuvo la gentileza de comentar conmigo esta circunstancia y consideró oportuno incluir una nota que yo le mandé a modo de contexto sobre, en concreto, un par de crónicas publicadas en El País en 1909 y 1910.
Remito a los interesados a los textos recién editados, pero rescato algunos detalles. Por ejemplo, que en una de las crónicas incluye unas líneas de Julio Gómez, ya que él no había podido ir al concierto. Allí se da cuenta, entre otras cosas, del estreno de la Suite leonesa de Rogelio del Villar. Es algo así como la prehistoria crítica de ese gran compositor y crítico que fue Julio Gómez (El País, 12-III-1910).
Leopoldo Alas escribe en estas crónicas algunos comentarios sobre tema operístico. Se le nota todavía cierta reticencia con Wagner, aunque en esa época ya había pasado la etapa más difícil de su recepción en Madrid. En cambio, una cuidada producción de La Traviata le entusiasma grandemente (El País, 26-IXI-1909). Destaca a una fabulosa Rosina Storchio, de un “verismo aterrador”, apunta, en el aria “Addio del passato” y resto del final. La Storchio, dicho sea de paso, era una célebre intérprete de las óperas veristas en sentido estricto.
Considera Alas que había sido muy esperado otro detalle, en este caso referido a la escenografía, que incluía (por ejemplo) la presencia de camareros de Lhardy para la escena del banquete del primer cuadro, además de un cuidado vestuario. Lo que no sorprende si se sabe que la parte escenográfica era obra de Luis París, partidario, como buen wagneriano, de las concepciones que entienden la ópera como un espectáculo de integración de todas las artes. Por ello, apunta Alas, la escena del Real es “la primera en propiedad y verismo”, palabra esta última que sale dos veces en la crónica y que ilumina sobre los vientos estéticos que corrían en esos años, aunque en este contexto se emplee con un sentido muy acotado a los aspectos citados.

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Una obra así es el fruto de mucho trabajo y de la suma de no pocas voluntades. Creo que eso se vio claramente en la composición de la mesa en el acto de presentación del pasado 22 de febrero. Presidía el actual rector, Santiago García Granda. Al fin y al cabo, la Universidad de Oviedo, a través del Servicio de Publicaciones y con la profesionalidad de Ediciones Trea, es la responsable material de este libro. No podía faltar el alcalde de Oviedo, Wenceslao López. Intervino también Pablo Junceda, director general del Sabadell-Herrero, entidad que con su generoso mecenazgo hizo posible esta edición. Por su parte, Leopoldo Tolivar Alas, catedrático de Derecho y nieto de Leopoldo Alas, era sin duda una presencia imprescindible. Y, obviamente, el ya citado Joaquín Ocampo, catedrático de Económicas y Patrono de Honor de la Fundación Valdés-Salas, que fue decisiva impulsora del proyecto, como se reconoció repetidamente en la presentación.

Referencia

Joaquín Ocampo (ed.): Obra periodística de Leopoldo Alas Argüelles (1882-1937. Publicaciones de la Universidad de Oviedo – Ed. Trea, Oviedo, 2017.

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