El 27 de abril de 1984 se
aprueba la ley, publicada en el Boletín Oficial del Principado de Asturias el 4
de mayo y en el Boletín Oficial del Estado el 30 de ese mismo mes, que establece
el himno del Principado de Asturias y regula su uso. Se trata, obviamente, del Asturias,
patria querida.
Tuve algo que ver en aquel proceso, que recuerdo ahora con cariño por tratarse
de una de las primeras responsabilidades públicas que hube de asumir.
En los meses anteriores a
la promulgación de la ley se constituyó una comisión en la Junta del
Principado, presidida por Modesto González Cobas, conocido estudioso del
folklore asturiano, con presencia
de diversos representantes políticos y personas del mundo de la cultura. En
nombre del Departamento de Musicología de la Universidad estaba el profesor
Emilio Casares, pero diversos compromisos de éste le llevaron a uno a participar
en alguna de las reuniones decisorias.
Existen actas de dichas
sesiones, pero como estas líneas no pretenden analizar aquel proceso, me
limitaré tan sólo a unas pocas observaciones sobre algunos detalles que me
llamaron la atención. Recuerdo que un colectivo asturianista mandó una carta
que el secretario no quería leer alegando que no sabía hacerlo en esta lengua,
pero al final lo hizo por orden perentoria del presidente de la comisión.
Esa carta suscitó una
primera cuestión, la de la lengua del himno. Frente a la propuesta de dejar
libertad para cantarlo en castellano o en asturiano, el académico de la RAE y
catedrático de la Universidad de Oviedo, Emilio Alarcos, hizo ver que podría
resultar cacofónica la mezcla de ambas lenguas si cada cual cantaba el himno en
la de su preferencia. En el texto finalmente publicado como ley figura la versión
original (en castellano) y la versión en asturiano.
Un director de banda y
compositor lanzó la propuesta de binarizar el ritmo de la canción, para hacerlo
más solemne, es decir, para que se asemejase más a una marcha. No lo admitimos
y la transcripción que se publica en el texto legal respeta el compás ternario
de la tradición. Hubo discusiones sobre la tonalidad en que había de
publicarse, para lo que fue importante el consejo de Ricardo Martínez
Zufiaurre, profesor de Canto Coral en el Conservatorio a la sazón.
En cuanto al fraseo también
surgieron discrepancias. El director de orquesta Víctor Pablo Pérez (que de
aquella iniciaba su carrera en Asturias) sugirió un fraseo a modo de coral con
calderón al final de cada verso de la primera parte. Recuerdo que me gustó y
apoyé esa idea, pero no se hizo así, aunque la gente sí que lo sigue cantando
de este modo.
El periodista musical Luis
Arrones propuso y leyó otra letra, de su propia cosecha. Del mismo modo, los
compositores Pedro Braña y Alfredo Truán pretendían que se crease un nuevo
himno. Este último ya tenía compuesto anteriormente una pieza sobre Asturias
que podría servir a esos efectos. Sin embargo, triunfó la simple conversión de
la canción popular en himno regional.
***
Los que eran unos niños a
mediados de los ochenta encontrarán del todo natural el canto o la simple
audición solemne de este himno, pero esa no era la sensación que teníamos los
que habíamos vivido la célebre canción en otras circunstancias. Me refiero a
que se trataba de una canción no solamente festiva, como tantas otras que se
cantan en Asturias, sino muy ligada al exceso alcohólico. Todo el mundo sabía
su letra y su música, de manera que no nos extrañan testimonios sobre su uso
por los combatientes españoles en la II Guerra Mundial o en los escenarios más
inimaginables
Bastaba que hubiese no ya
varios asturianos sino simplemente varios españoles de distinto origen regional
para que, si se buscaba una canción conocida por todos, saliese inevitablemente
el Asturias, patria querida. En cualquier burda comedia televisiva o españolada
de los años sesenta y setenta aparecía el Asturias, patria querida, por exigencias del guión,
o sea, cuando había curda de por medio. Hasta en una partitura atonal (de Ramón
Barce) he visto yo una cita del Asturias, patria querida con ese concreto sentido,
lo que no
deja de ser una rareza porque no era el bueno de Barce demasiado amigo de citas y demás
transtextualidades.
De hecho, Asturias,
patria querida
era considerado como el himno de los borrachos. Mas a quienes gustaban de las
buenas canciones asturianas, a quienes aún llegamos a cantar bellas canciones
en los chigres —siendo invitados muchas veces por los parroquianos a un porrón de
vino o a una botella de sidra—, no nos gustaba entonar esa canción. Cuando una
pandilla de malos cantores y peores bebedores se arrancaba estridentemente con
el Asturias, patria querida, el tabernero ya sabía que no había de expender más
bebida y que había que ir dando el pasaporte a la calle a tales gritones.
Lo anterior fue una parte
de la historia, sin duda, sobre todo en los años sesenta y parte de los
setenta, pero en los años predemocráticos y de la transición, el Asturias,
patria querida
dio un giro notable en su uso por parte de muchos asturianos. Vivió toda una resignificación.
Los actos culturales/festivos eran, por entonces, un medio de luchar por la
democracia. El Día de la Cultura que empezó a celebrarse en los Maizales (Gijón) en los últimos años del franquismo podría ser el ejemplo más célebre de la unión de lo festivo con lo reivindicativo y lo cultural. En
esos eventos se cantaba el Asturias, patria querida con el puño en alto y con
un sentido muy distinto al que hemos descrito líneas atrás, que, de todos
modos, seguía existiendo.
De una manera sutil y
gradual el célebre cántico pasó a sonar no sólo en las celebraciones culturales
y progresistas sino también en las romerías y verbenas estrictamente
tradicionales como pieza de cierre de las tandas musicales que interpretaban
las diversas orquestas ligeras que amenizaban dichas fiestas. Incluso como
aviso de que había llegado la hora del cierre en algunas discotecas.
El terreno, pues, estaba
abonado para que la canción tradicional y perfectamente conocida por cualquier
asturiano fuese convertida en himno regional, con las disposiciones
correspondientes que regulan su uso.
La utilización oficial del himno se vio beneficiada por la presencia de diversos
miembros de la Familia Real en los actos de entrega de los Premios Príncipe de
Asturias. Desde esos años, ya lejanos, cualquier interpretación institucional
del himno es seguida de pie, respetuosamente y, en su caso, coreada, por los
asistentes.
Probablemente en la
actualidad haya sectores de la juventud que no tengan tan interiorizado el
himno regional como los mayores teníamos la canción que fue en su origen, pero
también es cierto que otros amplios sectores de esa misma juventud tienen un
compromiso con las señas de identidad de la región mucho más acusado y
operativo que el derivado de ese entrañable sentimentalismo y amor a la tierra
que marcó a muchas generaciones de asturianos.
***
[Reparo ahora en que muchos
de los citados en estas líneas, algunos excelentes amigos, ya se han ido. Y
yo me iré —parodio
a Juan Ramón— y los asturianos seguirán cantando…. por lo menos el Asturias,
patria querida].
Nota: sobre
esta canción han corrido ríos de tinta. Se han sugerido nuevas letras para
ella, incluso en fechas recientes, sin éxito alguno. Sus particulares orígenes
han sido esclarecidos por el investigador Fernando Manuel de la Puente Hevia: “Tras
las huellas del Asturias patria querida”. Oviedo, Consejo de
Comunidades Asturianas, 2006, 69 p.
De cuando el "Asturias, patria querida" se convirtió en himno regional