miércoles, 8 de marzo de 2017

El 27 de abril de 1984 se aprueba la ley, publicada en el Boletín Oficial del Principado de Asturias el 4 de mayo y en el Boletín Oficial del Estado el 30 de ese mismo mes, que establece el himno del Principado de Asturias y regula su uso. Se trata, obviamente, del Asturias, patria querida. Tuve algo que ver en aquel proceso, que recuerdo ahora con cariño por tratarse de una de las primeras responsabilidades públicas que hube de asumir.
En los meses anteriores a la promulgación de la ley se constituyó una comisión en la Junta del Principado, presidida por Modesto González Cobas, conocido estudioso del folklore asturiano,  con presencia de diversos representantes políticos y personas del mundo de la cultura. En nombre del Departamento de Musicología de la Universidad estaba el profesor Emilio Casares, pero diversos compromisos de éste le llevaron a uno a participar en alguna de las reuniones decisorias.
Existen actas de dichas sesiones, pero como estas líneas no pretenden analizar aquel proceso, me limitaré tan sólo a unas pocas observaciones sobre algunos detalles que me llamaron la atención. Recuerdo que un colectivo asturianista mandó una carta que el secretario no quería leer alegando que no sabía hacerlo en esta lengua, pero al final lo hizo por orden perentoria del presidente de la comisión.
Esa carta suscitó una primera cuestión, la de la lengua del himno. Frente a la propuesta de dejar libertad para cantarlo en castellano o en asturiano, el académico de la RAE y catedrático de la Universidad de Oviedo, Emilio Alarcos, hizo ver que podría resultar cacofónica la mezcla de ambas lenguas si cada cual cantaba el himno en la de su preferencia. En el texto finalmente publicado como ley figura la versión original (en castellano) y la versión en asturiano.
Un director de banda y compositor lanzó la propuesta de binarizar el ritmo de la canción, para hacerlo más solemne, es decir, para que se asemejase más a una marcha. No lo admitimos y la transcripción que se publica en el texto legal respeta el compás ternario de la tradición. Hubo discusiones sobre la tonalidad en que había de publicarse, para lo que fue importante el consejo de Ricardo Martínez Zufiaurre, profesor de Canto Coral en el Conservatorio a la sazón.
En cuanto al fraseo también surgieron discrepancias. El director de orquesta Víctor Pablo Pérez (que de aquella iniciaba su carrera en Asturias) sugirió un fraseo a modo de coral con calderón al final de cada verso de la primera parte. Recuerdo que me gustó y apoyé esa idea, pero no se hizo así, aunque la gente sí que lo sigue cantando de este modo.
El periodista musical Luis Arrones propuso y leyó otra letra, de su propia cosecha. Del mismo modo, los compositores Pedro Braña y Alfredo Truán pretendían que se crease un nuevo himno. Este último ya tenía compuesto anteriormente una pieza sobre Asturias que podría servir a esos efectos. Sin embargo, triunfó la simple conversión de la canción popular en himno regional.
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Los que eran unos niños a mediados de los ochenta encontrarán del todo natural el canto o la simple audición solemne de este himno, pero esa no era la sensación que teníamos los que habíamos vivido la célebre canción en otras circunstancias. Me refiero a que se trataba de una canción no solamente festiva, como tantas otras que se cantan en Asturias, sino muy ligada al exceso alcohólico. Todo el mundo sabía su letra y su música, de manera que no nos extrañan testimonios sobre su uso por los combatientes españoles en la II Guerra Mundial o en los escenarios más inimaginables
Bastaba que hubiese no ya varios asturianos sino simplemente varios españoles de distinto origen regional para que, si se buscaba una canción conocida por todos, saliese inevitablemente el Asturias, patria querida. En cualquier burda comedia televisiva o españolada de los años sesenta y setenta aparecía el Asturias, patria querida, por exigencias del guión, o sea, cuando había curda de por medio. Hasta en una partitura atonal (de Ramón Barce) he visto yo una cita del Asturias, patria querida con ese concreto sentido, lo que no deja de ser una rareza porque no era el bueno de Barce demasiado amigo de citas y demás transtextualidades.
De hecho, Asturias, patria querida era considerado como el himno de los borrachos. Mas a quienes gustaban de las buenas canciones asturianas, a quienes aún llegamos a cantar bellas canciones en los chigres —siendo invitados muchas veces por los parroquianos a un porrón de vino o a una botella de sidra—, no nos gustaba entonar esa canción. Cuando una pandilla de malos cantores y peores bebedores se arrancaba estridentemente con el Asturias, patria querida, el tabernero ya sabía que no había de expender más bebida y que había que ir dando el pasaporte a la calle a tales gritones.
Lo anterior fue una parte de la historia, sin duda, sobre todo en los años sesenta y parte de los setenta, pero en los años predemocráticos y de la transición, el Asturias, patria querida dio un giro notable en su uso por parte de muchos asturianos. Vivió toda una resignificación. Los actos culturales/festivos eran, por entonces, un medio de luchar por la democracia. El Día de la Cultura que empezó a celebrarse en los Maizales (Gijón) en los últimos años del franquismo podría ser el ejemplo más célebre de la unión de lo festivo con lo reivindicativo y lo cultural. En esos eventos se cantaba el Asturias, patria querida con el puño en alto y con un sentido muy distinto al que hemos descrito líneas atrás, que, de todos modos, seguía existiendo.
De una manera sutil y gradual el célebre cántico pasó a sonar no sólo en las celebraciones culturales y progresistas sino también en las romerías y verbenas estrictamente tradicionales como pieza de cierre de las tandas musicales que interpretaban las diversas orquestas ligeras que amenizaban dichas fiestas. Incluso como aviso de que había llegado la hora del cierre en algunas discotecas.
El terreno, pues, estaba abonado para que la canción tradicional y perfectamente conocida por cualquier asturiano fuese convertida en himno regional, con las disposiciones correspondientes que regulan su uso.
La utilización oficial del himno se vio beneficiada por la presencia de diversos miembros de la Familia Real en los actos de entrega de los Premios Príncipe de Asturias. Desde esos años, ya lejanos, cualquier interpretación institucional del himno es seguida de pie, respetuosamente y, en su caso, coreada, por los asistentes.
Probablemente en la actualidad haya sectores de la juventud que no tengan tan interiorizado el himno regional como los mayores teníamos la canción que fue en su origen, pero también es cierto que otros amplios sectores de esa misma juventud tienen un compromiso con las señas de identidad de la región mucho más acusado y operativo que el derivado de ese entrañable sentimentalismo y amor a la tierra que marcó a muchas generaciones de asturianos.
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[Reparo ahora en que muchos de los citados en estas líneas, algunos excelentes amigos, ya se han ido. Y yo me iré —parodio a Juan Ramón— y los asturianos seguirán cantando…. por lo menos el Asturias, patria querida].

Nota: sobre esta canción han corrido ríos de tinta. Se han sugerido nuevas letras para ella, incluso en fechas recientes, sin éxito alguno. Sus particulares orígenes han sido esclarecidos por el investigador Fernando Manuel de la Puente Hevia: “Tras las huellas del Asturias patria querida”. Oviedo, Consejo de Comunidades Asturianas, 2006, 69 p.

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