¿Por qué Emilio creía que
Enrique Franco podría fallar en el último momento? Pues por la sencilla razón
de que ya lo había hecho en ocasiones anteriores, dos de ellas en Asturias.
Supe la razón por otra persona, pero no entraré en detalles. Lo cierto es que
don Enrique aceptaba los compromisos sin demasiado problema, pero al final no
era raro que acabase excusándose por no poder asistir al correspondiente acto.
Tal como Emilio había
previsto, Enrique Franco renunció a su intervención a última hora. Los
organizadores tiraron de plan B y allí me vi el último día del congreso
pronunciando la ponencia plenaria de dicha sesión que enlacé con la
comunicación que tenía encargada desde el primer momento. De modo que allí
estuve, trajeado y luciendo un brazo escayolado a causa de un pequeño
accidente, ilusionado y lleno de nervios, dispuesto a dejar bien alto el
pabellón y a no defraudar a quienes habían confiado en mí para tan alta
responsabilidad.
Creo que, en cierto modo,
me gané la simpatía del público con el arranque de mi ponencia. Reconocí que
tal vez no fuese todo lo especialista que se requería en tan magno evento, pero
que al menos sí lo era en el arte de sustituir a Enrique Franco y que era ya la
tercera vez que lo hacía en ese año. Al acabar mi intervención hubo nutridos aplausos. Pero al salir, una filóloga de extrema derecha (de las que
llevaba la bandera de España en la correa del reloj, como los ultras de Blas
Piñar y su Fuerza Nueva), me dijo que mi ponencia estaba bien preparada, aunque
había partes que parecían sacadas de un mitin del sindicato Comisiones Obreras. En
realidad sólo se trataba de algunas alusiones a Fraga Iribarne en su etapa de
ministro de Información y Turismo durante el franquismo.
En ese congreso conocí y
hablé con musicólogos extranjeros de mucho fuste, como Alberto Basso, Michel
Huglo o Claude Palisca, por citar unos pocos nombres. No faltaron las
actividades festivas y entre unas y otras experiencias el Congreso de Salamanca
sigue suscitando en mí recuerdos imborrables y maravillosos.
A la vuelta, vine en el
coche de Celsa Alonso (un viejo Seat 850) en el que también hicieron el viaje
dos amigas suyas. Las tres iban a estrenarse pocos días después como alumnas de
la hoy célebre primera promoción de la Especialidad de Musicología de Oviedo.
Celsa Alonso es desde hace muchos años una excelente amiga y compañera en la
Universidad y ya en ese momento supe que era una persona valiosa. Fue un viaje
precioso, que entretuvimos con buenas raciones de hornazo y muchas risas.
Salamanca: la primera ponencia