Viene
bien disponer de una información solvente antes de asistir a una exposición. Es
una buena receta para disfrutar un poco más de la visita. Hoy día las páginas
web de las instituciones organizadoras de este tipo de muestras son una
herramienta muy útil a ese fin. Sin embargo, sigue uno apegado al manejo de los
catálogos, que guardan memoria de lo visto (o adelantan lo que se va a ver) de
una manera en cierto sentido más perdurable y más cercana.
Ahora
me deleito -gracias a la gentileza y amistad de su comisario, el profesor
Emilio Casares- con el catálogo de la exposición Barbieri: música, fuego y
diamantes, que se muestra en la Biblioteca Nacional de España, en Madrid,
desde el 24 de febrero hasta el 28 de mayo del presente año 2017.
Tuve
oportunidad de ir siguiendo el trabajo de Emilio Casares en los meses previos a
la exposición y de escucharle algunas de sus preocupaciones así como de conocer
las gratas experiencias que le deparó este proyecto.
Una
dificultad intrínseca es que, siendo Barbieri principalmente un hombre de la
música, la parte visual de una exposición sobre su figura podría resultar menos
vistosa que una sobre un pintor, un orfebre, un diseñador u otros artistas
plásticos.
Sin
embargo este tipo de problemas quedaron resueltos de manera muy satisfactoria
por lo que ahora comentamos. No se olvide, por otro lado, que aunque se contó
con colecciones particulares y de otros centros, el legado Barbieri está en la
Biblioteca Nacional y que en este aspecto la colaboración de José Carlos
Gosálvez, Director del Departamento de Música y Audiovisuales de la BNE,
resultó sumamente relevante y ello no sólo por el artículo específico que firma
en el catálogo sobre el archivo y la biblioteca Barbieri.
El
visitante podrá encontrar manuscritos y ediciones de las obras más
significativas del maestro Barbieri, aquellas que están en la memoria de muchos,
como Jugar con fuego o Los diamantes de la corona. Títulos, por
cierto, que inspiraron el de la propia exposición.
Mas
la muestra ofrece como elemento particularmente atractivo (y en algunos casos
de notable valor en el marco de las artes visuales) una amplia colección de
óleos, fotografías, grabados o dibujos que retratan al artista, a sus familiares
y a algunos de los protagonistas de la música y el teatro del momento. Además
hay cartas, programas y numerosos documentos variopintos.
Destaca
igualmente un abanico de objetos que nos devuelven algo de lo que rodeó a
Barbieri. Ahí está, por ejemplo, su artística batuta, o bien una tela con su
nombre bordado en rojo; o la preciosa bandurria del músico, que conservan sus
descendientes; o acaso el abrecartas de madera lacada que también lleva grabado
el nombre del artista; y ya puesto a celebrar la propia identidad, Barbieri
también tenía una caja de puros a él dedicada y unos tampones de plata con
sello para sus iniciales, objetos éstos que están en manos de otra rama de su
descendencia, en concreto en la colección de Isabel Kindelán. Este ramillete de
cosas que acabo de seleccionar basta para demostrar que la exposición no sólo
está concebida con mucha base y conocimiento del autor, sino también con cariño
y sensibilidad.
Mención
especial merecen los figurines para antiguas y modernas representaciones de
las obras de Barbieri, con aportaciones de artistas tan destacados como
Federico de Madrazo y Kunz (s. XIX), o las encantadoras maquetas de diversas
escenografías, traídas de museos y centros dedicados al teatro que complementan
muy bien los fondos de la propia BNE y de diversos particulares.
Encontramos
igualmente en esta muestra un fonógrafo y varios rollos de pianola así como un
par de curiosos instrumentos mecánicos de la década de 1870, el Aristón, que es
una especie de organillo que sonaba con discos de cartón perforado, y el
Herophón, que cumplía la misma función de uso doméstico que el anterior.
No
puedo olvidar un sector de la exposición que me interesa vivamente. Me refiero
a las joyas bibliográficas que el maestro Barbieri atesoró. Tenemos las
ediciones de los grandes polifonistas españoles del Siglo de Oro (Victoria,
Guerrero…), de la fascinante escuela de vihuelistas de la misma época (Venegas
de Henestrosa, Luys de Milán…) así como primeras ediciones de grandes tratados
de los siglos modernos, como pudieran ser los de Kircher o Rameau, la
compilación de Gerbert, entre otras maravillas y algunas curiosidades
bibliográficas.
El
catálogo incluye cuatro estudios: uno, del propio comisario, Emilio Casares,
que es panorámico y traza una jugosa síntesis del autor y su significado en la
música y la cultura españolas; otros dos, de María Encina Cortizo y e Isabelle
Porto San Martín, que tratan respectivamente sobre el teatro musical y sobre
los libretistas de Barbieri; además, el ya citado de José Carlos Gosálvez.
No
queremos dejar de citar a los diseñadores: Enrique Bonet (para la exposición) y
al Estudio Joaquín Gallego, para el catálogo, que lleva al principio dos textos
de presentación, uno de Íñigo Méndez de Vigo, ministro de Educación, Cultura y
Deporte, y otro del escritor Luis Alberto de Cuenca, en representación del Real
Patronato de la BNE.
Una
vez más, el profesor Casares plantea su actividad profesional como
transferencia del conocimiento, sirviendo a una sociedad que demanda saber más
de su propia historia y dándole así las herramientas para que pueda ser más
libre y más capaz de acertar a la hora de tomar las decisiones relativas a su
futuro.
Ilustración: Barbieri en una litografía de N. González. Col. A. Medina.
Ilustración: Barbieri en una litografía de N. González. Col. A. Medina.
Exposición sobre Barbieri en la Biblioteca Nacional