sábado, 3 de diciembre de 2022

Gratitud, libro y homenaje (y 2)



3.   
Maneras de recibir un premio.

Tuve la suerte de conocer a personalidades relevantes de la música y de observar sus reacciones al recibir algún reconocimiento. Resultan bastante variadas. Por ejemplo, tenemos el caso de Ramón Barce, compositor, traductor, ensayista y académico de san Fernando, sobre quien escribí mi primer libro en 1983. Fue un extraordinario amigo personal. Cuando le daban algún premio –y si el marco no era demasiado encorsetado–, decía más o menos así: “este premio que me concedéis, tan merecido por otra parte…”. Luego ponía aquella sonrisa suya tan agradable y todo el mundo quedaba muy alborozado. Por cierto, a él le llegaron los premios (inmerecidamente) más bien tarde.

El compositor catalán Josep Soler, también escritor y maestro de una amplia y notable pléyade de creadores, tenía un estilo muy distinto para estos lances. En cierta ocasión le dieron una placa y, en una de nuestras habituales conversaciones telefónicas, me comentó que al recibirla había dicho que aquella placa era el anticipo de otra, más grande y de mármol, que le esperaba en el cementerio. A Josep Soler le hubiese gustado conocer esta historia de mi homenaje, pues teníamos una honda amistad desde los tiempos en que empecé a escribir un libro sobre su obra y me atendía en su casa con una hospitalidad inolvidable. Lamentablemente, falleció el pasado 8 de octubre y con él se fue una manera de concebir el acto creador que no tenía parangón, por su calado teórico, en el universo de su generación.

Lo más normal a la hora de recibir algún tipo de reconocimiento es decir que resulta “inmerecido”. Suele ser un tópico o un simple gesto de falsa modestia. Aun así, me inclino por esta positio vulgaris, aunque creo que con algún argumento. Pues, en efecto, no he hecho más que cumplir con lo que se exigía en las bases de las plazas que ocupé; es decir, con la docencia y la investigación. He enseñado y, sobre todo, he aprendido. También he investigado y he transmitido el gusanillo de la musicología a un buen número de discípulos. ¿Dónde está el mérito para este honor? Pues, evidentemente, no en mí, sino en los compañeros y compañeras que han impulsado la realización de este libro y la celebración de este homenaje. Mis méritos son escasos al lado de la generosidad demostrada por mis colegas.

 

4.   Agradecimientos

Las líneas anteriores nos llevan obligatoriamente al capítulo de los agradecimientos, que podría ser muy largo. Me viene a la cabeza un libro estremecedor de Delphine de Vigan, titulado Las gratitudes. Reflexiona la autora sobre las muchas veces que damos las gracias al cabo del día de manera mecánica y rutinaria. casi como mera fórmula de cortesía. Pronto comprenderemos la dramática historia que, en dicha novela, propicia una gratitud honda y sentida. También uno desea elevarse desde el tono rutinario de las gracias hasta una gratitud que intente estar a la altura del cariño que hay depositado en este homenaje. Por ello, doy las gracias a todos cuantos han tenido que ver con este libro y con su presentación: al rectorado, y al Servicio de Publicaciones: al decanato, con José Antonio Gómez a la cabeza, y a los amigos de las diversas áreas de la Facultad que me han acompañado; al departamento de Hª del Arte y Musicología, con Ana Fernández a su frente; a las dos áreas que integran este último, la de Hª del Arte (área de origen para los más veteranos) y la de Música. A esta pertenecen veinte compañeros y compañeras, cuyo recuerdo me acompañará para siempre en mi memoria y en mi corazón. Son los responsables del alto grado de inserción laboral que tuvo nuestra titulación de Ciencias de la Música en diversas evaluaciones externas, a lo que hay que sumar una fructífera labor en la Facultad de Pedagogía. He aquí sus nombres: Celsa Alonso, María Encina Cortizo, Marta Cureses, Diana Díaz, José Antonio Gómez, Marcela González, Elena Le Barbier, Beatriz Martínez del Fresno, Julia Martínez-Lombó, Laura Miranda, Iván Morales, Daniel Moro, Julio Ogas, Míriam Perandones, Gloria Araceli Rodríguez, María Sanhuesa, Ramón Sobrino, José Ignacio Suárez, Eduardo Viñuela y Edson Zampronha._ 

Tres profesoras merecen un agradecimiento singular: Celsa Alonso, Marta Cureses y María Sanhuesa. Han sido las editoras del libro. Sin duda, un trabajo enormemente difícil. Más aún si se considera que son tres personas con una agenda  de compromisos académicos muy apretada. También es verdad que sería difícil reunir un equipo editorial como este. Marta Cureses, por ejemplo, es una reconocida especialista en música contemporánea, del mismo modo que María Sannhuesa lo es en asuntos de música antigua y teoría musical. Esto significa que las decisiones editoriales en estos dos campos, a la hora de seleccionar los textos que se iban a publicar, parten de una innegable autoridad. Por su parte, Celsa Alonso tiene experiencia en libros de este tipo y es la investigadora principal del Grupo Diapente XXI, en el que uno rendía cuentas académicas cada año, así que su presencia resultaba indispensable. 

Es imposible mencionar a los firmantes en la tabula gratulatoria y los que rubricaron un testimonio en el libro y menos aún a los que asistieron al acto de presentación de manera presencial o virtual. Sumarían varios cientos de personas, pero a todos ellos les debo algo en todo este proceso. No puedo dejar de citar al ilustre musicólogo Emilio Casares, quien se desplazó desde Madrid hasta Oviedo expresamente para asistir a la presentación y a quien es sabido que considero mi maestro (tanto ayer como hoy), además de amigo y mentor. Fue un honor haberle acompañado desde hace más de cuarenta años en esta apasionante rama del saber que es la Musicología.

En cuanto a otros amigos, menciono a modo de pars pro toto, a Joaquín Lorences, presidente de la Fundación Valdés Salas, que patrocinó mi última investigación dedicada a la misa de gaita –una joya del patrimonio inmaterial–, desde la que fue posible promoverla a la categoría de Bien de Interés Cultural. Dicho sea de paso, fue un claro ejemplo de transferencia del conocimiento, en cuya difusión tuvo un papel muy importante Joaquín Valdeón, director del Coro Universitario y del Taller Lolo Cornellana de la Misa de Gaita. Claro que uno no habría podido hacer ni la mitad de lo realizado en su vida profesional sin el apoyo de su familia, de sus hijos David e Ignacio y, muy especialmente, de su esposa María Jesús.

El año pasado me decía el rector que la Universidad de Oviedo seguiría siendo mi casa tras jubilarme y, en verdad, así lo he sentido y lo siento aún más en días como este que comento, donde tuve tantísimas muestras de afecto. Lo que deseo en estos momentos es tener la suficiente salud como para acabar de merecer este homenaje

¡Gracias de corazón a todos y a todas!

 

Foto facilitada por el profesor Ramón Sobrino, catedrático de Musicología de la Universidad de Oviedo. Ángel Medina, al término de la presentación, con algunos de los amigos, colegas y estudiantes que asistieron al acto académico en el Aula Magna de la Universidad de Oviedo.

jueves, 1 de diciembre de 2022

Gratitud, libro y homenaje (1)



El pasado 29 de noviembre, a las siete de la tarde,  tuvo lugar, en el Aula Magna del Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo, la presentación del libro Virtus magistri. Homenaje a Ángel Medina Álvarez. Es decir, un libro que se ha hecho como reconocimiento a quien suscribe, con motivo de su jubilación como profesor universitario. Presidió el acto el señor rector, Ignacio Villaverde. Excusado es decir que resultó muy emotivo y altamente académico y que aquí solo trato de dejar constancia de ello y de recoger algunas de las cuestiones que pude comentar en mi intervención, marcada esencialmente por el agradecimiento. 
Tras unas breves palabras, el rector, dio paso al decano de la Facultad de Filosofía y Letras, José Antonio Gómez, quien, con su bien timbrada voz y su perfecta dicción, realizó una semblanza muy clara y completa de todas las facetas en las que se desarrollo mi vida profesional. Lo hizo desde la cercanía y la cordialidad, con el valor añadido de haber sido compañero de fatigas en los años fundacionales de la Especialidad de Musicología impulsada por Emilio Casares en la Universidad de Oviedo y que fue pionera en su género en España.

A continuación, llegó el turno de la doctora María Sanhuesa, quien hablaba en nombre de las tres editoras del libro. Explicó pormenorizadamente los contenidos del volumen, el esfuerzo que había detrás y destacó la versatilidad y el lado humano que se advierte en la producción tanto académica como divulgativa del homenajeado. Lo hizo con la precisión lingüística que la caracteriza y con una belleza formal que dio a su discurso una evidente brillantez. Tanto el rector como el decano y colega, así como la representante de las editoras fueron muy aplaudidos.

Mi intervención constó de cuatro puntos, que resumo a continuación:

 

1.   Falso final

Existe un recurso en la música –y se da tanto en la clásica como en la popular– que se llama falso final. Todo indica que la obra ha acabado y, por tanto, el público rompe a aplaudir. Pero, a los pocos segundos, los intérpretes retoman la composición y la conducen hacía un segundo, verdadero y definitivo final.

Algo parecido ocurre con mi jubilación. En septiembre de 2021 pronunciaba una conferencia de despedida en el salón de actos de la Biblioteca de Humanidades, con presencia igualmente del señor rector y el señor decano. Fue un acto muy emotivo e inolvidable del que ya hablé en este blog. Por entonces, los compositores de esta canción de mi jubilación –es decir, mis compañeros y compañeras de área– ya sabían que aquel acto, aunque hermoso en sumo grado, no era más que un falso final, pues ya se habían puesto manos a la obra con el libro para sorprenderme un año después con este segundo y definitivo final. O tal vez tercero, si contamos la entrega del libro celebrada días antes en el marco del departamento de Historia del Arte y Musicología, tan bien dirigido por la profesora Ana María Fernández.

 

2.   El aula como hábitat natural

La mayor parte de este grueso volumen (más de 500 páginas) está dedicada a mis propios trabajos, sin que falten textos divulgativos que encierran alguna singularidad, como puedan ser críticas o notas al programa de estrenos o de obras patrimoniales. Al final del libro hay una sección de testimonios donde más de sesenta autores rubrican unas palabras de recuerdo de hechos que compartieron con quien suscribe. La mayoría han sido alumnos y alumnas, no pocos de ellos beneficiarios de becas de investigación a quienes dirigí su tesis y que hoy ocupan puestos relevantes en la musicología hispánica, empezando por la propia Universidad de Oviedo. Varios testimonios son obra de mis propios profesores de Historia o Historia del Arte. Un caso especial es el del ilustre e incansable musicólogo Emilio Casares, que acudió expresamente al acto desde Madrid, lo que agradezco enormemente, pues es la persona a la que considero mi maestro, mentor y amigo desde hace muchos años. Y no faltan escritos de otros colegas con los que tuve relaciones profesionales de muy distinto tipo. 

Quizá el punto en el que más coinciden los diversos testimonios sea el de la valoración de mis supuestas cualidades como docente. He dicho en otras ocasiones que el aula es mi hábitat natural y soy consciente de que hay datos que parecen sugerir una cierta fortuna en este campo. En muchas de las páginas de esta sección de testimonios se narran anécdotas, recuerdos y reflexiones varias. En algunos de ellos adquieren tintes casi legendarios pues el cariño y la amistad juegan su papel, así que no los tomamos al pie de la letra para no caer en la autocomplacencia. En verdad, creo que la buena comunicación en el aula es, en lo que a uno concierne, más bien un asunto de intuición. Con todo, no está de más dejar constancia de algunos criterios que han informado mi trabajo en las aulas y que están  dictados básicamente por la experiencia y el sentido común. Así, nunca he olvidado que fui un estudiante y que lo sigo siendo, aunque me haya tocado enseñar. Lo que, bien mirado, no deja de ser otra forma de aprender. También me gusta escuchar a los alumnos y a las alumnas. Todo esto crea un marco de mutua empatía que resulta muy adecuado en el aula. 

En las Siete reglas para los estudiantes, de san Bernardino de Siena, un franciscano de principios del siglo XV, hay ideas que aún resultan sugerentes. Por ejemplo, destaca la importancia de elegir bien los estudios que se quieren cursar. Y hay perlas muy agudas, como cuando recomienda alejarse de los malos profesores. A mi me ha interesado la regla de la quietud, en el sentido de sosiego. Cuando se da este fenómeno en el profesor y en el alumnado, las cosas complicadas se explican (y se entienden mejor. Eso sí, me permitía personalizar dicha receta con unas cucharaditas de pasión, para que el sosiego no condujese al muermo. Pero sobre todo he hecho mía (y he tratado de trasmitirla a mis alumnos y alumnas)  la última regla de fray Bernardino, que predica el deleite en el estudio y, en suma, el gusto por aprender. Entiéndase que estos solo son algunos de los sencillos ingredientes con los que pude articular un modo de hacer que me abrió la puerta a infinitas satisfacciones en mis años de profesor universitario.

 

NOTA BENE_ Los puntos 3 (Maneras de recibir un premio) y 4 (Agradecimientos) se desarrollarán en la siguiente entrada.

 

Foto cortesía del profesor Ramón Sobrino, catedrático de Musicología de la Universidad de Oviedo. De izquierda a derecha, María Sanhuesa (profesora titular de Musicología de la Universidad de Oviedo), Ignacio Villaverde (rector de la Universidad de Oviedo), José Antonio Gómez (decano de la Facultad de Filosfía y Letras) y Ángel Medina (catedrático de Musicología jubilado de la Universidad de Oviedo). 

martes, 1 de noviembre de 2022

Josep Soler, in memoriam



El tiempo inexorable nos está arrebatando a un buen número de compositores de la llamada –no con demasiado consenso– Generación del 51; es decir, la de los nacidos entre 1924 y 1938, siendo 1931 el punto central de esos quince años y la fecha que convendría usar en una aplicación ortodoxa de la teoría de las generaciones, como la propuesta por Enrique Franco para la música española del siglo XX. Sea como fuere, lo cierto es que se nos están yendo los más notables exponentes de dicha generación. Estoy pensando en Carmelo Bernaola, Cristóbal Halffter, Luis de Pablo, Joan Guinjoan, Josep María Mestres-Quadreny, Juan Hidalgo –por citar a creadores con los que tuve cierto trato–, en el reciente fallecimiento de Jordi Cervelló, a quien no conocí, y en Ramón Barce, Miguel Ángel Coria y Josep Soler, con los que disfruté de una larga y enriquecedora amistad y sobre los que escribí sendos libros, el dedicado al último con Daniel Moro, como se comenta en la entrada anterior de este blog.

Desde que conocí a Josep Soler, en 1980, su personalidad no ha dejado de fascinarme. Lo interesante es que pude adentrarme en su música y escribir sobre ella en numerosos medios, labor que alcanzó su hito más significativo con la amplia monografía titulada Josep Soler, música de la pasión (ICCMU, 1998 y 2000; Fundación Autor, 2011). Incluso en este blog hay una entrada sobre el maestro catalán con motivo de su 81 aniversario. En otras palabras: lo que pienso sobre Josep Soler tras su muerte ya lo manifesté reiteradas veces y él pudo conocerlo en vida. Sí me permito subrayar que su fallecimiento –ocurrido el domingo 9 de octubre de 2022, a los 87 años– no ha tenido el eco, al menos hasta el momento de escribir estas líneas, que merecería una figura de su talla.

 Soler siempre se sintió como un modesto eslabón de una cadena, como alguien que recoge un testigo para continuar el camino. Tuvo como principal maestro a Cristòfor Taltabull, al que él mismo consideraba como verdaderamente “providencial” para la música catalana y con el que se formaron compositores de estéticas muy distintas o incluso contrapuestas, lo que habla muy a favor de la neutralidad con que Taltabull ejercía su magisterio. Del mismo modo, también Soler tuvo a lo largo de su vida un nutrido número de discípulos, no pocos de los cuales cuentan con una trayectoria compositiva ampliamente reconocida. 

Sentirse como un eslabón de una cadena significa creer en el valor de la Historia. En efecto, Soler era un gran conocedor de la historia de la música. De hecho, publicó textos muy significativos a este respecto. Siempre me llamó la atención una obra titulada La Música (Ed. Montesinos, 1982 y 1988) que, en dos pequeños volúmenes y en no muchas páginas, presenta con tono divulgativo una admirable síntesis de sus grandes períodos y autores, con una visión muy personal y crítica. Estando en su casa en cierta ocasión, Soler me enseñó una carta de Luis de Pablo en la que este no se mostraba nada de acuerdo con las fechas de cierre que Soler planteaba en su texto, pues dejaba fuera a muchos compositores del momento. El pesimismo soleriano había determinado ese enfoque, donde el creador apenas es poco más que alguien que busca entre ruinas –imagen muy del gusto de Soler– un resto de la sacralidad que el arte había poseído en tiempos más áureos. 

Nuestro compositor se enfrentaba al acto creador con una disposición que tiene una honda raigambre en la tradición artística y que se relaciona con un determinado significado del concepto de genio. Cuando iba a Barcelona para trabajar en mi libro, pasaba por su casa –siempre hospitalaria– todos los días de mis cortas estancias. En cierta oportunidad, vi los primeros compases de un cuarteto que acababa de empezar aquella misma tarde. A la mañana siguiente, cuando volví a su casa, el cuarteto estaba concluido. Ciertamente, a Soler le gustaban las horas nocturnas para su trabajo creativo, pero esto no lo explica todo. Lo que pretendo destacar es que el compositor escribía música de manera distinta a como redactaba sus abundantes textos literarios o ensayísticos. Estos últimos le llevaban más tiempo, necesitaban más correcciones y hasta le obligaban a tomar alguna que otra aspirina para aliviar el dolor de cabeza que le suscitaban. Por el contrario, las composiciones musicales le fluían como un torrente inagotable. Su catálogo es realmente abrumador. Lo normal es que duplique o triplique el de sus colegas generacionales y aún más en algunos casos. Y siempre con una altísima calidad, admirable oficio, dominio absoluto de la instrumentación y hondura comunicativa. Esto solo se explica porque su trabajo creativo le llevaba a un estado de tensión espiritual como el que Platón expuso en el Ion. El artista se convierte en alguien que está endiosado (en el sentido de poseído por los dioses) y su labor no es sino la de trasladar ese mensaje de lo numinoso como un intermediario fiel que ha de hacer ese trabajo con inusitado dolor. El gran filósofo de la música Peter Kivy estudió muy a fondo la tipología de este modelo de genio platónico en el que el artista parece que ni siquiera crea, sino que transmite al dictado su encuentro con los arquetipos o tipos eternosque ha encontrado. Esto puede parecer muy especulativo e idealista, pero acerca de ese estado de gracia en el que se produce el acto creador hay abundantes testimonios sobre los que no es posible extenderse en esta entrada.

Con más de medio millar de composiciones, resulta difícil elegir el sonido de alguna de ellas para que prolongue mis palabras en señal de duelo y despedida. Me viene a la cabeza la ópera Jesús de Nazaret, que fue realizando a lo largo de toda su vida y que daba por terminada en nuestras últimas conversaciones. Claro que para esto habría que estrenarla y representarla en tres o cuatro días, pues sus dimensiones son colosales, si bien contamos con grabaciones de diversas partes. Pero también valdría alguno de sus maravillosos nocturnos para piano o cualquiera de sus páginas para órgano, acaso el instrumento que más amaba y que tocaba con soltura. Finalmente, opto por el Cuarteto nº 5 (1995), con subtítulo (Canzona di ringraziamento in modo lidico), espíritu de agradecimiento e intertextualidad beethovenianos –procedentes del tercer tiempo del Cuarteto nº 15 en La menor, op. 132–, que ha sido magníficamente grabado por el Kreutzer Quartet. Resulta tan denso e intimista, tan impregnado de una intensa calma, construido con su sistema basado en el acorde de Tristán y trazado con un juego repetitivo tan envolvente que me parece estar ante la quintaesencia de la creación soleriana y de su propia persona. Recuerdo una audición que hice de un pasaje de este cuarteto al final de una clase. Se creó un clima especial y varios estudiantes, visiblemente emocionados algunos de ellos, se acercaron para pedirme que les dejase el CD a fin de escucharlo entero. Pocas veces en mi vida pude comprobar tan empíricamente como en esta ocasión el poder que desde antiguo se atribuye a la música.

Vayan mis condolencias para todos aquellos que sienten la muerte del maestro catalán, en particular y en nombre de todos ellos para Joan Pere Gil. 

¡Que descanses en paz, amigo Josep!


Foto:  Josep Soler en Oviedo (1991). Foto de Ángel Medina

 

 

sábado, 1 de octubre de 2022

    

Escribo la presente entrada al hilo de la más inmediata actualidad. A mediados del pasado mes de septiembre vio la luz un libro que realizamos el profesor Daniel Moro y uno mismo. Se titula
 Miguel Ángel Coria. Un compositor entre la vanguardia y la posmodernidad y es el nº 24 de la colección Música Hispana (Textos. Biografías) del Instituto Complutense de Ciencias Musicales. 

La génesis de esta obra fue compleja, pero antes de decir algo a este respecto, deseo expresar mi agradecimiento a quienes hicieron posible que esta monografía haya podido publicarse. El proyecto lo había emprendido quien suscribe en solitario hace ya bastantes años, pero otros compromisos y dificultades fueron retrasando la redacción del libro. Cuando algunas circunstancias personales ya me estaban abocando al abandono, se me ocurrió plantearle a Daniel Moro un trabajo en equipo. Puedo decir que es realmente un texto hecho a medias, donde ambos autores supervisamos el total de lo escrito, si bien el peso de uno u otro en la redacción definitiva de cada capítulo y cada epígrafe fue lógicamente muy variado en función de nuestras afinidades y capacidades. El hecho de que Daniel Moro hubiese sido uno de mis más brillantes discípulos, autor de una tesis sobre Carmelo Bernaola doblemente premiada –circunstancias sobre las que ya escribí en este blog– junto con nuestra amistad, eran factores que prometían un buen desarrollo del trabajo. Y así sucedió. 

La familia del compositor resultó decisiva para completar nuestras fuentes. Yo había recabado abundante información de manos del propio Miguel Ángel Coria en mis visitas a su casa de Malasaña (Madrid); pero el hijo del compositor, Miguel Ángel Coria Garín, fue fundamental para completar esos materiales con otros de gran valor. A él y a la viuda del maestro, Marisa Garín ha de llegarles mi gratitud más sincera. Lo digo en singular porque este es mi blog, pero es evidente que el reconocimiento lo sentimos ambos autores y así se expresa en los agradecimientos del libro 

Lo mismo ocurre con los colegas y responsables del ICCMU que han aprobado y realizado (tras los correspondientes filtros académicos) la presente edición. Su director, el profesor Álvaro Torrente, se esforzó para que pudiese publicarse en he dicho Instituto y facilitó la colaboración del proyecto de su dirección (MadMusic-CM) que, junto con otros dos de la Universidad de Oviedo, encabezados por los profesores Celsa Alonso y Julio Ogas, figuran como marco académico de esta investigación.

Judith Ortega y Oliva García Balboa, directoras de publicaciones, fueron las máximas responsables de que el libro saliese con el mayor rigor editorial, ayudadas por el editor científico Lluís Bertran y la correctora Laura Planagumà-Clarà. Mil gracias a todos y a todas, así como a los colegas, amigos y familiares que, por hache o por be, fueron de inestimable ayuda en esta empresa y que se citan en la nota de agradecimiento.

Como ya se ha sugerido, este trabajo tiene un origen que se remonta (ad partem remotissimam) a 1980-1981, cuando en dos cursos de verano organizados por el profesor Emilio Casares conocí a M. A. Coria. De aquellas jornadas salió el célebre volumen compilatorio 14 compositores españoles de hoy, el primero en dar voz a los creadores del momento. Ahí está el texto de Coria para que quien lo desee pueda comprender la fascinación que me causó su intervención, llena de elegancia, sutilezas e ironía. Pero no menos impacto me produjeron las conferencias de, entre otros, Ramón Barce y Josep Soler, de quienes acabaría escribiendo sendas monografías. Cuando –ya mucho más adelante– me dispuse a investigar la trayectoria de Coria, ocurrió lo peor, pues el compositor madrileño falleció en 2016 sin poder haber visto esta publicación. Luego vino el tándem con Daniel Moro (que resultó una experiencia inolvidable) y ahora ya está el libro en la calle para honrar la memoria del biografiado.

No es mi intención hablar de los contenidos de este trabajo (que se pueden ver en el índice incluido al final) sino destacar que esta obra no es más que la primera dedicada monográficamente al autor de Ravel for president, verdadero manifiesto de la posmodernidad musical española. Sin duda, en él se abren caminos que otros autores podrán explorar con más detenimiento. En cierto modo, este trabajo viene a subsanar una anomalía, pues ya empezaba a ser alarmante que uno de los compositores más brillantes de la nueva música española no contase con algún estudio mínimamente documentado. Y no nos olvidemos de otra cosa: Coria no solo es un compositor único y sutil, sino también un crítico y comentarista musical de palabra incisiva y lúcida, así como un gestor de entidades musicales de alta relevancia. Estas son algunas de las facetas que se pueden encontrar en la publicación que ahora sale a la luz.

 

Referencia:

Ángel Medina / Daniel Moro: Miguel Ángel Coria. Un compositor entre la vanguardia y la posmodernidad. Madrid: ICCMU, 2022, 240 p. 

 

ÍNDICE

 

Abreviaturas y siglas

Presentación

Agradecimientos

 

Capítulo 1. Formación y aspectos preliminares

Estado de la cuestión 

Acercamiento biográfico y formación 

Ubicación artística frente a clasificación generacional 

 

Capítulo 2. En busca de un lugar (1961-1964) 

Desvelando una etapa en la sombra 

Prosigue la recepción del dodecafonismo 

La ortodoxia dodecafónica de las Cinco pequeñas piezas para piano op. 1 

Experimentación especular: Juego de densidades, Estructuras para cuerdas, Extensión refleja, Imágenes 

Vértices en la I Bienal Internacional de Música Contemporánea (1964) 

 

Capítulo 3. Hacia la transición estética (1965-1972) 

Variaciones vascas o la aproximación al ballet 

Una célebre Frase 

Lectura de Góngora y homenaje póstumo a José Eugenio de Baviera Pionero de la música electrónica: Collage 

Secuencia, Volúmenes Joyce ́s Portrait 

Los buenos samaritanos, una incursión en la música cinematográfica 

 

Capítulo 4. Hedonismo y posmodernidad (1973-1982) 

El sentido de lo posmoderno en la música de Coria 

Usos intertextuales en Ravel for President y Falla Revisited 

La serie de Lúdicas 

Aires participativos: En rouge et noir, una Gebrauchsmusik libertaria El tríptico coriano (1978-1981): Ancora una volta, Una modesta proposición..., Intermezzo 

Otras creaciones 

 

Capítulo 5. La plenitud de los años 80 90

El reto de instrumentar a Scarlatti: Seis sonatas para la reina de España 

La presencia de la voz en las tres Ariette 

Belisa, una ópera aforística 

Otras obras 

Hacia el silencio 

 

Capítulo 6. El compromiso cooo crítico y gestor 

La crítica 

            Sobre los escritos de un espíritu inquieto 

            La música secuestrada 

            La crítica a la vanguardia 

            Revivalismos 

            Otros temas 

Un episodio didáctico 

 

Colaboraciones y gestión musical en medios públicos y privados           Contextualización 

            Delegado general de la Orquesta y Coro de Radiotelevisión       Española

            Director técnico de la Fundación de Música Ferrer-Salat 

 

Capítulo 7. Síntesis de la estética de Coria

Recursos técnicos: dodecafonismo, octatonismo, series interválicas La atracción por el pasado y los usos de la transtextualidad Conclusiones: un francotirador de la música española 

 

Apéndices 

Apéndice 1. Catálogo temático de obras 

Apéndice 2. Catálogo cronológico 

Apéndice 3. Catálogo alfabético 

Apéndice 4. Registros sonoros 

Apéndice 5. Escritos de Miguel Ángel Coria 

Bibliogragía

Índice onomástico