En las navidades de 2022 recibí una llamada de José Luis Suárez Bodelón (Madrid, 3 de julio de 1959), periodista y escritor a quien no conocía personalmente, pero del que había leído cosas suyas y al que había citado en mi libro sobre el compositor Josep Soler. José Luis García del Busto, con quien tuve diversos contactos y encuentros desde principios de los ochenta, le había facilitado mi teléfono. Existía un vínculo concluyente que conducía de manera inexorable a la apertura de un diálogo entre Luis Bodelón y quien suscribe; y este era nuestra común amistad con el citado Josep Soler, a quien ambos seguimos admirando y recordando tras su fallecimiento en octubre de 2022. Precisamente el compositor catalán fue uno de los personajes incluidos en el libro de Bodelón titulado Diálogos con la cultura (2021). En este volumen, dedica a cada interlocutor una larga entrevista y un ensayo a modo de semblanza de no poco calado. Además de Soler, hay capítulos sobre Buero Vallejo, Antonio López, Julio Caro Baroja, Gonzalo Torrente Ballester, Rafael Alberti o Ignacio Gómez de Liaño, entre otros.
Bodelón había leído mi libro sobre Soler y tuvo la feliz ocurrencia de ponerse en contacto conmigo. Hasta el presente, hemos cruzado numerosos correos, whatsapps y nuestras propias publicaciones; y hasta nos hemos visto una vez en Oviedo. La música tuvo desde el primer momento una notable importancia en nuestra relación.
Luis Bodelón está licenciado en Ciencias de la Información –Sección de Periodismo– por la Universidad Complutense de Madrid (1984). Dentro de su amplia trayectoria periodística se ha especializado en temas de cultura, con atención singular a la literatura. Pero es –y quizá sea, ante todo– un escritor de amplios registros, bien en el ámbito del ensayo, bien en el de la novela, la poesía o el teatro, en unos casos desde su juventud y en otros desde fechas más recientes. He aquí algunos de los prestigiosos diarios y revistas en los que colaboró: ABC, El Mundo, La Vanguardia, Primer Acto, Ajoblanco, Cuadernos Hispanoamericanos, Ancia, Escritura e Imagen, Monsalvat, entre otros.
Conozco varias de sus obras teatrales de juventud, estrenadas por Teatro Viernes. También unos fanzines ciclostilados de temática literaria que destilan un perfume underground y un entusiasmo muy propio de los años de la Transición. Recordemos de paso que en dicho período ejerció como actor de cine y teatro, algo que ha de estar en los genes de la familia, no en vano una de sus hermanas es la célebre actriz Emma Suárez.
Luis Bodelón es un ensayista brillante y minucioso. Mientras escribo esto, él anda metido a fondo en los capítulos finales de un ensayo sobre Camus, al que auguro la mejor fortuna crítica. Asimismo, está inmerso en una novela que pasa revista al siglo XX desde diversos ángulos y escenarios, una obra de gran ambición formal y de hondos contenidos y valores literarios, morales y filosóficos.
Paralelamente a estas obras de amplio aliento, Bodelón ha sabido hallar en la concentración poética una vía de expresión muy poderosa. No está a mi alcance extenderme sobre este asunto, pero deseo al menos mencionar su libro Para las siete cuerdas (1986-1991), al que el propio autor considera como un regalo de la fortuna; y, recién salido de los tórculos, Coral / Para todas las voces, que aún no he podido ver.
En otro orden de cosas, no puedo dejar de mencionar su labor como fundador y coordinador del Club de Lectura ‘Escorial’. He podido comprobar el liderazgo de Luis, palpable en primer lugar por el alto nivel que imprime a las sesiones, cuidadosamente planificadas y donde algunos de los asistentes intervienen con aportaciones muy concretas sobre los diversos temas que subyacen en las lecturas elegidas. El Club suele reunirse, en Madrid o en El Escorial, en algún lugar donde se pueda desarrollar la sesión con tranquilidad y donde también sea posible celebrar posteriormente una comida en la que prosiga el diálogo entre buenos amigos.
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El escritor madrileño posee una sólida formación musical. De hecho, toca el piano (o el órgano) públicamente en determinadas ocasiones. A veces ilustra sus conferencias con sus propias interpretaciones al piano, como cuando, en un ciclo desarrollado en el Museo del Prado, intervino con una disertación interdisciplinar titulada La creación artística: entre la percepción y el límite, que cerró con unas páginas de su siempre muy amado J. S. Bach. O, por poner otro ejemplo, cuando tocó en el aniversario del fallecimiento de su madre. En este caso, ofreció un recital en toda regla con diversas obras barrocas, clásicas y románticas. No es que sea un Franz Liszt, claro, pero cumple mejor que bien. Por no hablar de los festivales de Navidad y de Primavera, de las celebraciones del Día Internacional de la Música o de alguna efeméride bachiana.
Una faceta curiosa se refiere a su conocimiento de los cuencos tibetanos. Luis Bodelón vivió una década en Países Bajos y allí, tuvo la oportunidad de formarse en el manejo de los citados cuencos con el maestro Hans de Back. He visto vídeos de algunas de sus actuaciones y son una delicia. Suele acompañar la interpretación con reflexiones de tono sapiencial, convenientemente dramatizadas como hombre de teatro que fue. Resulta innegable que el espectáculo funciona y que esos sonidos, con sus tintineos y resonancias encantatorias, evocan un imaginario aéreo y propicio para que, casi sin darnos cuenta, un halo de espiritualidad nos invada dulcemente.
Este conocimiento musical fue también un modo de ganarse la vida, más allá de las colaboraciones en prensa y en medios especializados que, si bien dan nombre y prestigio, no siempre alcanzan para cubrir las necesidades básicas. Luis trabajó en un buen número de centros de enseñanza como profesor de Historia de la Música y de otras asignaturas. Hace poco comentábamos sus experiencias docentes, realmente harto variadas. Un primer ejemplo podrían ser los Talleres de Piano para niños y adultos. Dependían de la Comunidad de Madrid y se articulaban a través de los Centros Culturales de distintos ayuntamientos. «Y hacíamos siempre –me cuenta Luis– un Festival de Navidad y otro de Primavera». Incluso hubo niños y niñas que se animaron a profundizar en los estudios de música más allá del nivel introductorio de los talleres. Y concluye: «Una experiencia humana que me ha dejado buenos recuerdos»
Otra vivencia de interés la tuvo en el Centro de Estudios del Sonido, una entidad privada donde se impartía un módulo de Formación Profesional de grado medio para formar técnicos de los medios audiovisuales. Entre 2018 y 2022, fue profesor de la asignatura Presentación de sesiones de vídeo disc-jockey. Partía normalmente de fundamentos históricos y explicaba los procesos musicales en sus fuentes y técnicas. «Los estudiantes —recuerda Bodelón– no querían esforzarse en aprender música: el solfeo les parecía innecesario y la armonía, los acordes, el circulo de quintas, un terror». Lo pasaban mejor –viene a reconocer– con una cámara en la mano o maniobrando en una mesa de disc-jockey. Una vez más –me permito apostillar– sobreviene el viejo problema del lugar de la música en la enseñanza no estrictamente dirigida a los músicos y su estigma de asignatura maría. Pero Bodelón sabía cómo atajar esas quejas. De hecho, gracias a su natural simpatía, no tardó en ganarse el aprecio del alumnado, convirtiéndose en un profesor sumamente popular en el centro. He podido ver algunos de sus primorosos materiales para las clases. En los tiempos del COVID se adaptó perfectamente al sistema de las clases on line, preparó listas de audiciones, facilitó páginas web y siempre tuvo palabras de ánimo para aquellos jóvenes. Escribe Bodelón: «Solía acompañar mi trabajo con un teclado que me venía muy bien para las explicaciones y, asimismo, como punto de reposo y repaso en el hacer profesoral; pausa bien recibida siempre por el alumnado. Con Schumann, Bach, o Beethoven».
Como era de esperar, la música ha sido objeto de sus ensayos, algunos de notable agudeza, como es el caso de La mujer silenciosa: Historia de una ópera, dedicado a Richard Strauss. Con un tono musicológico, publicó en Monsalvat (1988) un texto sobre Félix Máximo López, compositor, escritor y organista que vivió a caballo entre los siglos XVIII y XIX.
Uno diría que nuestro autor vive la música como un signo de su propia identidad. Paralelamente, la relación de la música con la palabra resulta tan íntima y estrecha en el caso de Bodelón que aquella permea buena parte de su obra literaria. Yo he tenido el privilegio de leer varios de los libros –inéditos– que se agrupan bajo el nombre de Poemas en prosa (I, II, etc.). Estos poemas son retazos de la realidad, momentos del tiempo, instantes de algún proceso de la naturaleza, fotografías de lugares o apuntes luminosos sobre personas, en muchos casos nutridos de ciertos guiños musicales. Un poema en prosa titulado «Concierto en Bach», del libro quinto de esta serie, se cierra con estas palabras (que, de paso, sirven de punto final a las nuestras) y que son, a la vez, un estado anímico y una poética: «Extensión de las voces en una sola Voz, un solo Acorde, un solo Fruto».
Imagen:
Luis Bodelón ante Siete Picos, Sierra de Guadarrama.
Vídeo:
Luis Bodelón homenajea a Bach en el 330 aniversario de su nacimiento. Biblioteca Musical Víctor Espinós. Madrid, 11 de diciembre de 2015. Enlace: https://youtu.be/fF3uTigPWhw?si=tWLFcXO4YvbHINrt.

Luis Bodelón: entre la palabra y la música