jueves, 27 de abril de 2017

 En mis primeros contactos con la televisión, en los 60, el invento sólo funcionaba más o menos de 6 de la tarde a 12 de la noche. Años después había una sesión de mediodía/sobremesa, seguida de una pausa, y luego venía la emisión de la tarde/noche. Con el tiempo sólo dejaría de haber televisión durante unas pocas horas de la madrugada. Finalmente, llegó la jornada de 24 horas de programación ininterrumpida.
Si uno encendía la tele un rato antes de que comenzase la programación (cuando ésta no era continua), se encontraba con la “carta de ajuste”. Se trataba de una imagen de formas geométricas y variados colores a modo de un extraño parchís. Antes de que llegase el color color, la imagen modulaba en una amplia escala de grises
A fines de los 70, por poner un ejemplo, la carta de ajuste del primer canal aparecía en pantalla a las 13,45 para la primera franja de emisión, y luego, tras un descanso de un par de horas, a la 18,45. Posteriormente, al ampliarse el horario, la carta de ajuste salía sólo en antena a primera hora de la mañana. Duraba un cuarto de hora, pero en los tiempos históricos de la TV podía durar media hora o más. El segundo canal tenía menos horas de emisión, pero tampoco faltaba la carta de ajuste como obligado preámbulo de cada jornada.
La carta de ajuste resultaba de mucha utilidad técnica, pero a nivel doméstico permitía apenas dos o tres operaciones. Por ejemplo, establecer el brillo y la intensidad de los colores, para lo que había unos botones específicos. Además (y esto resultaba muy emocionante y le hacia sentirse a uno poco menos que como un técnico de TV) existía una ruedecilla en la parte trasera del aparato con la cual era posible centrar la imagen si se detectaba que los dibujos de cada esquina de la pantalla no estaban situados de la misma manera respecto al borde.
La carta de ajuste también servía para comprobar el sonido, razón por la que siempre había música acompañando esa imagen. La programación musical de la carta de ajuste fue en general muy ecléctica.
***
 Existe un estudio sobre la música en la carta de ajuste referido a los años 1966-1975. Su autor, Pedro Mombiedro Sandoval, analiza toda una serie de circunstancias por las que la carta de ajuste fue, como sugiere desde el propio título, una “isla de libertad” para la música en aquellos años del segundo franquismo.
Pedro Mombiedro distingue dos subperíodos dentro de los años acotados para su estudio. En cuanto al primero (1966-1969) establece que la música contemporánea tuvo una presencia del 3,4%. Se trata de música académica del siglo XX, de la que especifica: “Entre los autores contemporáneos figuran compositores internacionales como D. Shostakovich, K. Penderecki, O. Messiaen, A. Copland,.. junto a españoles como O. Esplá, F. Mompou, J. Muñoz Molleda, J. Alonso, J. Rodrigo, o los más jóvenes C. Halffter o L. de Pablo”.
En el segundo período (1970-1974) los datos de este autor revelan un descenso de la presencia de la música contemporánea, que se queda en el 1,4%. Y un detalle curioso: “De ‘Contemporánea’ –dice Mombiedro- llama la atención que, a partir de julio de 1974, ya no aparece emisión alguna, en otras palabras: deja de emitirse”.
El estudio de Mombiedro concluye en 1975, pero la música de la carta de ajuste seguiría siendo un espacio lleno de interés para determinados sectores de la música en los años sucesivos. Ello pese a que en general lo veíamos como un simple fondo musical al que casi nadie prestaba demasiada atención, ansiosos como estábamos esperando la hora de comienzo de la programación “de verdad”.
***
Tomé conciencia del interés de la carta de ajuste en los primeros años 80, a través de mis continuados contactos con el compositor Ramón Barce. Como primer presidente de la Asociación de Compositores Sinfónicos Españoles, Barce sabía que la música contemporánea necesitaba salir a la luz por todos los medios que pudiese haber a su alcance. En esos años apenas existían grabaciones con la música del propio Barce y de la mayoría de sus colegas generacionales o más jóvenes. Todo lo concerniente a la nueva música era, en general, minoritario y contaba con pocos recursos.
Por esa razón se realizaron una serie de gestiones para que los compositores que habían introducido en España las vanguardias de la segunda mitad del siglo pudiesen tener una cierta presencia en la carta de ajuste. Había un interés pedagógico, pues con la carta de ajuste esas músicas de nuevo cuño podían llegar a muchos hogares españoles. Mas tampoco faltaba un interés crematístico, ya que una asociación como la ACSE se planteó siempre el reconocimiento profesional y económico de la creación musical.
Ciertamente, mirando la programación de esos años (sólo a nivel de muestreo) encontramos que al menos una vez a la semana había espacios bajo el rótulo de “Música española contemporánea”, lo que tenía que devengar los correspondientes derechos. Todo esta etapa de la carta de ajuste en los años de la Transición y la democracia, dicho sea de paso, no ha tenido estudios como el que citamos para los años previos. Tengo la impresión de que la presencia porcentual de la música española contemporánea siguió siendo muy pequeña, pero tal vez un poco mejor distribuida en cuanto a los autores seleccionados.
En todo caso, las casi anodinas cartas de ajuste, a las que “muy poca gente las presta atención” (como leemos en Ritmo, septiembre de 1976 y laísmo incluido) fueron no sólo un espacio sobre el que programadores de televisión volcaron sus ilusiones, sus gustos y sus riesgos, sino también un legítimo objeto de deseo en lo tocante a la difusión de la nueva música y a la obtención de recursos económicos que dignificasen (aunque fuese en una modesta proporción) el trabajo de los compositores españoles del momento.

Referencias:

Mombiedro Sandoval, Pedro: “La música de la carta de ajuste: una isla de libertad (1966-1975)”, Ámbitos, núm. 26, septiembre-diciembre, 2014, Universidad de Sevilla.

Ritmo : revista musical ilustrada, Número 464,1976 septiembre, p. 38.

0 comentarios:

Publicar un comentario