La
vihuela es uno de los grandes instrumentos históricos de España, como el laúd
lo es de Francia o la espineta, a su vez, de Inglaterra. Su historia se mezcla
muchas veces con la de la guitarra española, pero lo cierto es que la vihuela,
en su acepción actual, es el cordófono que autores como Narváez, Fuenllana o
Mudarra, entre otros, llevaron a la cima en el Renacimiento español, a través
de una serie de libros para su enseñanza que conforman un repertorio del máximo
valor patrimonial.
Sin
embargo, pese a semejante pedigrí, la vihuela no cuenta con una afición tan
amplia como se merecería. No está mal recordar, a este respecto, que las
ediciones de los vihuelistas alcanzaban en el siglo XVI tiradas de más de 1000
ejemplares, según documentación aportada por estudiosos como el hispanista
australiano John Griffiths. Eso significa que había un público consumidor de
estas obras, nutrido por una creciente burguesía que imitaba en su ocio los
usos que se prescribían para los príncipes y los nobles.
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Con
el ánimo de aumentar la afición a la vihuela, Noemí González Sagüillo ha
desarrollado una serie de iniciativas que culminan —aunque no concluyen— con la
publicación del libro que traigo hoy a este blog.
La
avilesina Noemí González Sagüillo es guitarrista, vihuelista y profesora de
estos instrumentos en la Escuela Municipal de Música “Miguel Barrosa” de
Carreño (Asturias). La conocí cuando cursaba Musicología en la Universidad de
Oviedo a mediados de la pasada década. Estaba muy interesada en las clases de
paleografía musical y, en particular, en las pocas sesiones que pude dedicar a
las tablaturas.
Relacionarse
con violeros como Carlos Ardura, así como con destacados intérpretes de vihuela
(principalmente Alfred Fernández y Ariel Abramovich) han sido puntos clave en
su formación. También lo es haberse integrado activamente en la Sociedad de la
Vihuela (editora del libro) o trabajar con su grupo de música antigua. Todo ello la ha hecho crecer
en el plano humano y profesional. Por otro lado, sus cualidades pedagógicas han
hecho el resto. En este último aspecto no ha de olvidarse el nombre de Pascale
Boquet, laudista y pedagoga francesa.
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Noemí
G. Sagüillo publica ahora un singular libro que, dicho de una manera muy
elemental, puede ser descrito como un manual de vihuela para niños. Ciertamente
es eso, pero también mucho más. Lo es porque ofrece a los posibles usuarios del
mismo un producto útil, atractivo, entretenido y cuya eficacia ya ha sido
comprobada, pues la profesora González Sagüillo ha desarrollado con éxito
enseñanzas y conciertos bajo este tipo de planteamientos.
El
libro cuenta con estupendas ilustraciones de Manuel M. Fernández Martínez, que
son como una estilización, viva y de muy buen trazo, de las iluminaciones de
los antiguos manuscritos, aunque con giros y recursos formales plenamente
actuales. Destaca la coherencia estilística con que son tratados todos los
elementos y personajes que comparecen en esta historia. Magnífico, por cierto,
el rosetón de la página 55.
Todo
se desarrolla en nueve capítulos que van repasando los puntos básicos de la
historia y características organológicas de la vihuela de mano. Naturalmente,
esto no se hace de cualquier manera sino que la autora inserta todos los
contenidos en el marco de un relato nutrido de personajes y de fantasía que, a
buen seguro, harán las delicias de los niños.
La
narración está llena de claves familiares y de sentido del humor. Así, Vetusto
es el violero. Vive en una valenciana Vetusta, de modo que en estos nombres
subyace la Vetusta (Oviedo) de Clarín, al tiempo que la tradición de vincular
el supuesto origen de la vihuela al reino de Valencia. Inferir que el
inspirador de Vetusto es el reconocido violero ovetense Carlos Ardura, antes
citado, no resulta demasiado difícil para quienes conocemos a la autora del
libro y estamos de algún modo interesados en el universo de la vihuela y la
guitarra españolas.
Muy
ingenioso el modo en que alude a otras muchas cuestiones (que no
detallaré) como pudieran ser la tablatura, la afinación al son de unos
pajaritos, las cuerdas de tripa o las figuras musicales que marcan las
duraciones de las notas, vistas como bastones de la abuela y que imagina con el
moño blanco, negro o alborotado (blancas, negras y corcheas) según se mueven
sus pasos más lenta o más rápidamente. Vetusto vive con su abuela, que es la
probadora de sus instrumentos y que (nuevo guiño, en este caso en clave
asturiana) se llama Migüela.
Se
me ocurre que algunos niños llevarán una pequeña desilusión cuando sepan que
ciertas cosas no son literalmente como aparecen en este cuento y método musical sino un
punto más prosaicas. Pero da lo mismo, porque la ilusión nunca se extingue y
seguro que a la abuela Migüela le siguen gustando los Reyes Magos, sobre todo
si le traen una nueva vihuela que poner a prueba.
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A
lo largo de los nueve capítulos de la historia se van deslizando numerosas
piezas, primero muy simples y luego un poco más elaboradas. Llevan un acompañamiento sencillo, para que lo realicen alumnos algo más experimentados, y en general otro más completo para el profesor.
Las
músicas elegidas proceden de repertorios muy variados (populares, infantiles,
renacentistas…). Muy pocas de
ellas han sido tomadas del fondo estrictamente vihuelístico, porque —no se
olvide— estamos hablando de niños que pueden tener un mínimo de tan sólo cinco
o seis años. Pero no falta el tema del Conde Claros, “Mille Regretz” y alguna
otra de las clásicas.
Las
partituras se escriben con música y con el sistema de tablatura, aceptando la
más práctica disposición en espejo, o sea, la tablatura italiana, donde el
primer orden se representa en la línea inferior.
En
suma, estamos ante una obra útil y amena, llamada a tener continuación en otras
que allanen las siguientes etapas de la práctica de tan hermoso e histórico
instrumento.
Noemí suele lucir casi siempre una bella sonrisa. Ahora sé que se le pinta en la
cara porque su imaginación es fértil y del género alegre. Por ello, no me
extraña que su magisterio con los niños fructifique o que en la Escuela de Música
de Carreño haya enseñanzas de vihuela y planes para mejorar su estatus, ni que
sus alumnos formen parte de la dedicatoria del libro “por enamorarse de la
vihuela y su música”. La verdad: con una ‘profe’ como Noemí González Sagüillo
no me sorprende que eso ocurra.
Referencia
Noemí
González Sagüillo: La abuela vihuela. Ilustraciones de Manuel M. Fernández
Martínez. Madrid, Sociedad de la Vihuela, 2016, 105 p.
Ilustraciones
Cubierta
del libro
Ilustración
de la p. 55. Cortesía de Manuel M. Fernández Martínez.
Noemí
González Sagüillo. Foto cortesía de Carlos Ardura (detalle).
La abuela vihuela, de Noemí G. Sagüillo