En el libro
sobre los cantores castrados en España, citado abajo, hay un capítulo titulado
“El capón y la dama”. Obviamente, una temática como la enunciada es fuente de
no poca literatura, especialmente de género satírico. Extraigo del mismo un
ejemplo que refleja un estado de cosas en cuanto a los usos del teatro lírico
en la España del primer tercio del siglo XVIII.
“El capón no
sólo puede salir malparado cuando se enfrenta a una dama en lances amorosos. La
lucha puede darse en términos profesionales. Es el tema de la cantante y el
capón, que ilustramos con la figura de Francisca de Castro, célebre cantante
del siglo XVIII y personalidad distinguida de una familia que contó con algunas
otras mujeres destacadas en estos menesteres teatrales.
La defensa
de los cantantes nacionales y el rechazo de la invasión artística de Italia
(que se operaba en intérpretes y repertorio) generó diversos conflictos en esa
centuria. Con motivo de la defensa de esta admirada cantante española se
publica el folleto en el que aparece el siguiente soneto, recogido por Cotarelo
y Mori en el texto citado al final de estas líneas:
“¡Oh, vos,
que apostatáis de los barbones,
vos, maridos
de anillo, hombres sisados;
llaves sin
guarda, machos degradados,
que no sois
más que dueñas con calzones!
Suspended,
renegados de varones,
vuestros
tonos blandujos, machucados:
cante la
Castro, callen los castrados,
vayan a la
cazuela los capones.
Canta,
Francisca mía, pues tú puedes,
tú, con tu
voz canora y lisonjera,
de Chipre en
el jardín pasar por ave.
Y aun
Júpiter, en vez de Ganimedes,
llevarte al
cielo para sí pudiera
por beber en
tus labios néctar suave”[1].
Jugando con
el apellido de la cantante, los dos cuartetos de la composición embisten contra
los castrados, en tanto que los tercetos ensalzan las altas cualidades vocales
de la Castro. No lo hacen, de todos modos, sin cierta ironía, pues imaginan al
mismo padre de los dioses optando por la rotundidad vocal y de género de la
Castro antes que por la ambigua y adolescente belleza del efebo Ganímedes.
El contenido
es claro para el lector actual. Imágenes como las de la llave sin guardas, del
verso tercero, o los tonos machucados, del quinto, aluden obviamente a la
característica deficiencia testicular de los capones. En la referencia a la
cazuela del verso octavo podríamos estar ante un caso de doble intencionalidad,
pues a la más evidente y gastronómica (capón a la cazuela) cabe añadirle el
sentido de este mismo término significando una determinada zona del teatro. De
manera que el soneto vendría a decir que los cantantes castrados han de
retirarse y dejar libre el escenario para que brille en todo su esplendor el
arte de la Castro. Nótese, por último, que, a juzgar por las fechas aproximadas
de publicación, Farinelli no había llegado a la corte de Madrid, de manera que
el ataque a los castrados tiene un carácter genérico y presumiblemente
anti-italiano, al estar fuertemente asociado a esta nacionalidad el oficio de
cantante castrado de ópera”.
Encontramos
repetidas veces a Francisca de Castro en el primer tercio del siglo XVIII
dentro del reparto de diversas obras líricas, sin que falten los papeles
heroicos que exigían entonces voces agudas aunque se tratase del mismísimo
Júpiter. Así ocurre en la zarzuela Por conseguir la deidad entregarse al
precipicio, con libreto de D. Joseph de Bustamante y música de D. Diego
Lana, estrenada en el corral de La Cruz en 1733 por la compañía de Juana de
Orozco (véase abajo Cotarelo y Mori). Un papel de estas características sería
muy apropiado para los castrati, pero hay que recordar que en España no había
la presión que existía en los estados Pontificios (que eran un buen trozo de
Italia) en cuanto a la presencia femenina en los escenarios.
Nota bene:
se apunta líneas atrás, siguiendo lo escrito en Los atributos del capón, que el contenido es
claro para el lector actual, pero la experiencia me ha enseñado que no se
comprenden bien hoy día expresiones como “maridos de anillo”, “hombres sisados”
o la alusión a los “barbones”. Pues bien, los maridos de anillo son los que
ostentan esa condición a título formal, sin ejercer como tales. Los hombres
sisados son los que tienen menos de lo que se supone que les corresponde, como
una mercancía mal pesada, pero también alude a la sisa, que es un corte en la
confección de los trajes, en paralelo con los cortes necesarios para la
castración. Los barbones son monjes legos y también barbudos, que se oponen a
los lampiños capones.
Referencias:
Ángel Medina: Los atributos del capón. Imagen histórica de los
cantores castrados en España. Madrid, ICCMU, 2001, 2003 y 2011.
Gerigonza de Carnestolendas...ca. 1731-32. Recogido por Emilio Cotarelo y Mori, Orígenes
y establecimiento de la ópera en España hasta 1850. Tipografía de la Revista de
Arqueología, Bibliotecas y Museos, 1917, Madrid, p. 67.
"Cante la Castro, callen los castrados"